Doble aguinaldo
Sería más que deseable evaluar una mejor manera de distribuir la riqueza en periodos de bonanza.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la economía creció 4,4% el primer semestre del año, en gran medida gracias a la mejora de los precios del gas natural y de la soya que el país exporta. Por ello, tomando en cuenta que el último semestre de 2017 el PIB se incrementó en 4,8%, bastaría un crecimiento del 4,2% este trimestre para garantizar el pago de un segundo aguinaldo en la presente gestión.
Ante esta perspectiva, nuevamente han comenzado a emitirse voces a favor y en contra de este beneficio extra para los asalariados. Por un lado, están quienes lo defienden argumentando que se trata de un mecanismo de inclusión que reconoce el aporte de los empleados a la generación de excedentes en las empresas donde trabajan. Pero quienes deben asumir este costo adicional, es decir, los empresarios, han resaltado que el crecimiento de las actividades económicas de un país no es homogéneo, por lo que no todos los rubros estarían en condiciones de “honrar” este beneficio adicional para los trabajadores.
E incluso, añadiendo más leña al fuego, los representantes del sector privado pusieron en duda las estimaciones del INE, señalando, a través de un comunicado, que desde 2012 el crecimiento de la economía en el último trimestre del año ha registrado tasas inferiores al 3,6%, pero en 2017 “esta cifra curiosamente salta a 5,23%, y el primer trimestre de 2018 alcanza un 4,44%”. Lo que a su entender respondería a un manejo “funcional” de las cifras para garantizar el doble aguinaldo, por lo que han solicitado una “auditoría internacional” para constatar la veracidad de las estimaciones del Producto Interno Bruto (PIB). Previsiblemente esta aseveración fue rechazada por las autoridades del INE, quienes la calificaron de “irresponsable”, a tiempo de recordar que el crecimiento económico se calcula con base en los datos que los mismos productores proporcionan al Ministerio de Economía.
Ahora bien, más allá de este debate, resulta evidente que los periodos de bonanza no benefician de manera equitativa a todos los actores económicos, y que, como bien alertan los especialistas y la teoría económica, el PIB no es precisamente el mejor indicador para medir la productividad de los sectores productivos de un país, ya que se trata de una medida global que incluye muchos otros factores, como la inversión del sector público o el rendimiento del capital, que no tienen relación alguna con el aporte de los trabajadores a la economía.
Por todo ello, sería más que deseable evaluar una mejor manera de distribuir la riqueza en periodos de elevado crecimiento, de tal manera que se beneficie a toda la población (hoy en día solo quienes gozan de un empleo formal reciben aguinaldos, apenas el 30% de la población económicamente activa), y a la vez no se ponga en riesgo la sostenibilidad de las empresas e industrias que por alguna razón registraron un bajo rendimiento o incluso pérdidas durante este mismo periodo de prosperidad para otros sectores.