El Montículo
La construcción sin ninguna restricción de edificios está poniendo en riesgo al principal parque mirador de La Paz.
En las últimas entregas nos hemos referido insistentemente al tema del patrimonio de la ciudad de La Paz; esto debido a que nos impresiona ver cómo van desapareciendo las casas del ayer, hasta el punto en que pareciera que poco importa defenderlas como parte del patrimonio de la urbe, y por tanto, de nuestra historia.
La existencia de El Montículo, en Sopocachi, para muy pocos es indiferente, ya que forma parte indiscutible de la ciudad. Sin embargo, en el último tiempo aquello pareciera no tener relevancia, pues el entorno construido en torno a ese parque crece cada vez más de manera vertical, particularmente en uno de sus lados, hasta el punto en que se corre el riesgo de que deje de ser el primer mirador natural perimetral de la ciudad.
Si bien nunca funcionó como un espacio público lleno de vitalidad, salvo el 8 de diciembre de cada año, fue desde siempre una plaza sencilla que se convirtió en el rincón del regocijo y del silencio. Y no cabe duda de que es un testigo de vivencias singulares y ocultas, pues allí la gente aparece, toma asiento, observa o pasea por unos minutos, y luego desaparece. A pesar de ello, es una especie de observatorio del desarrollo urbano de La Paz.
Es pertinente aclarar que nuestra defensa de algunos lugares, edificaciones o espacios públicos del ayer no significa la negación de la modernización de la ciudad, pero habrá que tomar en cuenta que el presente es efímero, y por ello no se justifica hacer tabula rasa de la carga histórica que albergan algunos sitios. Tampoco se debiera comprender que el escribir sobre esos sectores es una causa flotante de ansiedad colectiva, sino que ciertos espacios o edificaciones simplemente forman parte de la identidad paceña, y El Montículo es uno de los últimos lugares de remanso y paz que sobreviven en el centro urbano.
Por ello salimos en su defensa, porque entendemos la necesidad de que la ciudad de La Paz debe sufrir una “metamorfosis”, pero también mantener ciertos sitios que son parte de su expresión y/o de su “ser” convulsivo; pero aun así no deja de contar con bellos rincones que la hacen más sensible. En el mundo, toda metrópoli cuenta con lugares representativos del pasado, y éstos son celosamente cuidados debido a que llevan en su interior un universo de fragmentos de su memoria.
El Montículo, por tanto, es un espacio atiborrado de sentido y de gran significación para la población paceña. Esta pequeña plaza es visitada con nostalgia no solo para admirar la puerta de estilo barroco o la capilla neoclásica que se abre a los visitantes para brindar calidez e intimidad a toda ceremonia que tiene lugar allí, o en su caso, el observar la fuente de Neptuno. Con todo ello, ese lugar permite encontrar sosiego, sin olvidar que su silencio fue y es el remanso inspirador de grandes historias de amor. Asimismo está acompañado por viejos árboles que transformaron aquel antiguo promontorio de tierra en una plaza-mirador.
Por todas esas singularidades, el observar la demolición de otra casa antigua al norte de El Montículo es una realidad que entristece, ya que de seguro pronto se convertirá en un edificio que terminará por cubrirla toda. Así, es imposible no semejar el presente con una apoteosis convulsiva de demolición, más que de creación de propuestas que colaboren a engrandecer el valor de la ciudad de La Paz.