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Saturday 15 Jun 2024 | Actualizado a 18:18 PM

Alimentarse en Bolivia

/ 20 de octubre de 2018 / 03:21

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó esta semana que el 33,4% de los bolivianos comen fuera del hogar por diversos factores, especialmente vinculados con las tendencias laborales actuales y una mayor oferta de la llamada comida rápida.

Los expertos que colaboran con el organismo internacional consideran que Bolivia aún está situada entre las naciones donde los ciudadanos optan en mayor medida para comer en casa, aunque siempre emergen recomendaciones para mejorar la calidad de los alimentos, en función de su valor nutricional. La FAO también destaca que el país es uno de los que más avanzó en la región respecto a la seguridad alimentaria, pues los indicadores de desnutrición bajaron junto con la reducción de los indicadores de pobreza extrema.

Sin embargo, todavía están pendientes las tareas para encarar la próxima década, con miras a fortalecer la seguridad alimentaria, que incluya, precisamente parámetros de calidad y desarrollo que sea sostenible.

El Estado está llamado a potenciar la producción agrícola que aporta a esa seguridad alimentaria con calidad. La variedad de cereales que se cultivan en el país, además de la quinua, ya son parte de la marca tradicional de Bolivia; no obstante, los precios de este tipo de alimentos suelen ser altos para varios estratos de la sociedad y al mismo tiempo se requiere información para frenar el avance de tendencias como de la obesidad que afectan a varios países de la región.

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Socialistas vs. libertarios

Miguel Marañón Urquidi

/ 15 de junio de 2024 / 01:15

Cuando se analizan las acciones económicas de los países, se tienen datos fríos (financieros) que tienen que ver generalmente con el desempeño monetario y/o con los registros contables financieros; por ejemplo, tenemos el déficit fiscal, el incremento o decremento del PIB. Paralelamente a estos datos, se tienen las estadísticas sociales, ahí tenemos la disminución de la pobreza, la equidad económica y otros que afectan al ser humano como parte de una sociedad.

Tenemos que las dos principales economías de Sudamérica (Argentina y Brasil) tienen como presidentes a representantes de ideologías antagónicas (libertarios y socialistas del siglo XXI), estas corrientes económicas radicalmente opuestas tienen sus datos financieros y también sociales, ambos son una representación, simbolismo y representatividad de economías emergentes de América latina.

Tenemos que el primer trimestre, la economía de Brasil creció 0,8%, superando con esto a Italia para convertirse en la octava economía del mundo; pero este crecimiento no solo se dio en los “datos fríos”, sino que se dio por aplicar políticas sociales: su economía creció por el incremento del consumo de las familias, y también destaca el crecimiento del sector agrícola, entre otros.

En el caso de Argentina, el crecimiento en el mismo periodo fue de 0,7%, sin embargo, el consumo de los hogares argentinos disminuyo en 4,1%, esto debido a la liberación de precios y la disminución de los subsidios, empero, sus defensores dirán que se logró un superávit fiscal después de varios años, aunque resulta que el mejor logro económico de Milei fue porque no pago los servicios, transfirió el pago para el siguiente trimestre. Vaya logro.

En cuanto a los niveles de pobreza, Brasil disminuyó de 31,6% a 27,5% y la indigencia llego a 4,4%. Mientras que la Argentina de Milei subió la pobreza de 44,7% a 55% y la indigencia se elevó de 9,6% a 11%. Como se puede ver, los datos sociales tienen una mejor perspectiva en Brasil que en Argentina.

El liberalismo promueve la “libertad económica” y cuando el empresario tiene esa libertad, su primera opción es vender al extranjero, porque los precios son mejores en los países desarrollados que en el mercado interno. Vale decir que los privados no tienen como prioridad abastecer el mercado interno, su prioridad es obtener la mayor ganancia posible y eso es vendiendo su producto en el exterior, y paralelamente pregonan que el Estado no puede subvencionar a ningún sector (esto implica el no dar bonos sociales a sectores sociales) y por tanto la generación de riqueza llega a muy pocos.

En el caso de los gobiernos progresistas o socialistas del siglo XXI, se fomenta el mercado interno, incrementando los ingresos de sus habitantes (oferta) mediante la redistribución de los ingresos de subsidios a sectores pobres de la sociedad, pero también fomenta la demanda protegiendo el mercado local, con subvenciones a los hidrocarburos y otros, logrando una inflación baja para que los ingresos de las familias mantengan el poder adquisitivo y de esta manera consuman la producción de los empresarios; cabe mencionar que con estos gobiernos no se prohíbe exportar, los privados que quieren exportar simplemente tienen que subir su producción.

Miguel Marañón es economista

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Vamos todos juntos de nuevo

/ 15 de junio de 2024 / 01:13

“Del capitán de los argentinos: Acá están los pueblos, las ciudades y nuestro suelo. Acá están mis compañeros, los utileros, los ayudantes y todos los que se pusieron esta camiseta. Acá están los clubes de barrio, las canchas de barro. Y las escuelas. Acá están las alegrías. Las tristezas. Los abrazos y los llantos. Acá está mi familia y la familia de cada uno de ustedes. Acá están los que ya no están. Acá estás vos. Acá, en el corazón, está Argentina. Vamos todos juntos de nuevo. (Que lindo es ser hincha de Argentina).”

A veces los maestros de la creatividad y la redacción publicitaria son capaces de construir piezas como esta que compendia toda una historia, la de millones de vidas entrelazadas que asumen conciencia de ese entrelazamiento cuando juega la selección argentina: cinco millones de personas celebrando en plazas y avenidas la obtención de la tercera estrella en diciembre de 2022, lo que 100 líderes políticos juntos no podrían lograr ni aunque renacieran una y otra vez.

El mensaje que inicia esta columna es tan perfecto y emocionante que me hizo retroceder hasta 1978, cuando la celeste y blanca ganó por primera vez una Copa del Mundo y empecé a comprender que el don de la palabra y su relación con la pelota permitían que el ser humano expresara su totalidad de la cabeza a los pies. Personas que juegan al fútbol, no futbolistas a secas, como diría el prócer del castellano futbolero, César Luis Menotti, nos enseñó que en el buen decir podrían estar guardados muchos secretos de cómo llegarle mejor a aquel hombre que salta al verde césped con la ilusión de hacer un gran partido y de entregarle a la gente de las gradas y a aquella que aguarda frente al televisor, un espectáculo capaz de llenarle los ojos y hacer que por sus venas corra la sangre de la felicidad.

Messi les habla a los argentinos para convocarlos a la reinauguración del sueño y la ilusión de un nuevo triunfo ahora que se viene una nueva Copa América. Lo hace leyendo un texto con las pausas que le aconsejan quienes dirigen el audiovisual para decir, para hablar, para traducir precisamente en palabra todo lo que su incomparable talento desata en la gente con los movimientos, los pies, las asistencias para que alguno de sus compañeros convierta, las triangulaciones infinitas, los amagues, las gambetas, con los disparos al arco con pelota en movimiento o esos envíos de pelota parada que entran por las escuadras para sacudir las mallas, allá donde los mejores porteros no llegan ni en su mejor vuelo. Messi también puede emocionar con la palabra, como ya lo demostrara en la arenga a sus compañeros en el vestuario antes de salir a la cancha del Maracaná para ganarle a Brasil en Rio de Janeiro esa Copa América que la albiceleste pudo obtener después de 28 años, sumando 15 trofeos continentales para su palmarés.

Las palabras que pronuncia Messi certifican eso que el entrenador italiano Arrigo Sacchi dijera con lucidez sobre este juego que desata pasión, militancia y fanatismo: El fútbol es lo más importante de lo menos importante. Y eso menos importante comprende una soberanía popular acerca de una forma de jugar, un territorio del que ha nacido esa soberanía de estilo, una conciencia y una memoria histórica que nos recuerda siempre que el fútbol es un proyecto colectivo con quienes están en las canchas y quienes están afuera generando todas las condiciones para que en los gramados las cosas sucedan de la mejor manera.

El fútbol es una forma de ser desde cuando se comienza en el patio de la casa, en el callejón del barrio, en la cancha de tierra del pueblito más recóndito y para que todo esto pueda materializarse están los nuestros y las nuestras, los que nos dieron vida y a quienes trajimos al mundo. El fútbol, en buenas cuentas, forma parte de nuestras construcciones históricas y eso en Argentina lo tienen más claro que en otros territorios, lo mismo que con la música, el cine y el teatro y cada vez menos con la política, allá donde el chanterío es el lado B de la identidad, allá donde un presidente les dice, nos dice, “zurdos de mierda”, a aquellos que admiramos a esos comunistas de pensamiento y entraña que creen que el mundo como el fútbol es una obra colectiva.

Messi está jugando en el Inter de Miami con una camiseta rosada que ya se ha vendido por millones. Se está retirando del fútbol en cámara lenta junto con sus más queridos compañeros. Ahí están Luis Suárez, Jordi Alba y Sergio Busquets abrazándose con él, como en el potrero jugando un picado a cualquier hora. Lo ha planeado todo en una combinación de últimos negocios como futbolista y de geografía bien pensada: juega en Estados Unidos donde ahora tiene lugar la Copa América y en 2026 la Copa del Mundo. No sabe si estará en condiciones de jugar un sexto mundial. Lo que siempre tiene presente es ese “vamos todos juntos de nuevo”. Es el más grande futbolista de todos los tiempos, por perseverancia y por conciencia de lo que son triunfo y derrota. Aunque Menotti diga que fue Pelé.

Julio Peñaloza Bretel es periodista

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Se busca ‘outsider’

/ 15 de junio de 2024 / 01:11

La coyuntura política se está electoralizando prematuramente, todos se están preparando para unos próximos comicios que se intuye que serán muy competitivos e inciertos. Ese sentimiento es particularmente fuerte entre los sectores opositores que ven, por primera vez, grandes posibilidades para derrotar en las urnas al MAS-IPSP y definir un nuevo rumbo para el país.

Sin embargo, esto se produce en un contexto de notable desaliento y malestar social que está afectando severamente la confianza en todas las dirigencias. Así pues, la ecuación electoral se está complicando por los dos lados, por la oferta, caracterizada por un gran desorden y fragmentación en los partidos y mucha dificultad para construir apoyo real, y por el lado de la demanda, con una ciudadanía descreída que navega entre la indiferencia y el reclamo por dirigentes renovados y diferentes.

La figura del outsider es algo que muchos anhelan, es decir la creencia en que hay posibilidades para la emergencia de un líder con gran capacidad electoral que venga por fuera de las estructuras políticas tradicionales. A priori, no es tan loco pues las encuestas muestran que hay cierto espacio para ese perfil, aunque no está muy claro si hay condiciones para su aparición.

Milei como el outsider a imitar se ha vuelto un lugar común en el mundillo mediático-político, en gran medida a partir de una lectura simplona del fenómeno. De ahí, la aparición de varios economistas que parecen creer que basta con un coctel de liberalismo radicalizado, presencia pintoresca en redes y narrativas altisonantes para transformarse en los nuevos salvadores de las derechas del país.

Junto a ellos, pululan personajes bizarros, expolicías, fiscales arrepentidos, analistas reciclados, intelectuales jubilados y un largo etcétera de aprendices de outsider, todos convencidos que en estos tiempos no es tan negativo haber sido un ilustre desconocido antes de aparecer en TikTok.

La verdad, es muy poco probable que de ahí surja el campeón que derrumbe al masismo, aunque los viejos cuadros políticos tampoco están en su mejor momento, empeñados nuevamente en lo que nunca funcionó: romerías a Washington para buscar bendiciones, intentos de alianzas y guiños entre centristas y extremistas por el bien de la patria o la enésima rasgada de vestidura por la unidad. No aprenden, 15 años andan así.

En suma, me parece que la mayor parte de ese mundillo opositor sigue incurriendo en los mismos errores conceptuales que los llevó a ser derrotados seriales desde 2006. Siendo el principal de ellos, su ya proverbial incapacidad para leer a la sociedad boliviana y su manía por creer que el mundo se resume a sus amigos y conocidos.

Les cuesta comprender, por ejemplo, que la alquimia de un outsider está en su capacidad de vender una personalidad o ideas diferentes pero que hagan sentido a las mayorías y sean una respuesta o reflejo plausible de sus malestares. No es un problema solo de oferta entonces, porque bastaría simplemente con ser diferente o venir de lejos para seducir a los ciudadanos, sino en que “esa diferencia” interprete y represente los sentimientos de la gente.

Por tanto, no hay realmente muchas novedades en el montón de aspirantes a outsider que repiten el mismo discurso polarizador de siempre y que ni siquiera hacen el esfuerzo de entender la nueva sociedad que emergió en estos 15 años. Su gran oferta es decir que todo está mal como lo venían anunciando desde hace más de un decenio. En resumen, caras nuevas con viejas ideas y prejuicios.

Armando Ortuño es investigador social

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Descomprimir la parálisis

No existe desgaste gratuito que se repare sin acciones traumáticas. Y tampoco existe erosión que se remedie de manera ordenada

Verónica Rocha Fuentes

/ 14 de junio de 2024 / 07:03

Lo ocurrido en la pasada sesión de la Asamblea Legislativa Plurinacional (no necesito decirle cuál, la única en los últimos meses), se constituye en un acto político con múltiples implicancias, que confirma una gran mayoría de los análisis sobre el estado de nuestra política y, lastimosamente, una buena parte de las preocupaciones en torno al grado de erosión de la democracia nuestra de cada día. Y, por supuesto, convoca —de manera irrefutable— a la toma de postura a favor del ejercicio de la representación política de nuestra sociedad que, guste más o menos, encarnan actualmente las y los legisladores nacionales y debe constituirse en el horizonte de recomposición de nuestra desacelerada institucionalidad democrática.

Vea: Elecciones de ayer, hoy y mañana

No se trata, al menos en este momento, de poner como justificativo el hecho de que los boicots al normal desarrollo de la labor legislativa son un fenómeno que desde tiempos de democracia pactada han estado a la orden del día y que, en tiempos del Estado Plurinacional, se han empezado a hacer presentes cuando el MAS-IPSP dejó de tener el control de la ALP, llegando hasta la absurda interpretación del funcionamiento de la sesión en que Áñez se proclamó Presidenta de Bolivia, que no llega al caso ni de boicot sino lo siguiente. Sí se trata de establecer una clara diferencia entre aquellas acciones que están más cercanas a la estrategia política de neutralizar políticamente al contrario antes que aquellas que buscan evitar físicamente la manifestación de la voluntad de una mayoría de representantes, que en una de sus expresiones se concreta en el funcionamiento de la ALP.

Es ahí donde la parálisis como forma de gobierno no puede ser permitida y requiere encontrar una manera de descomprimir lo que no puede constituirse en un estado permanente de salud de la democracia deliberativa. De ahí que la puesta en marcha del Legislativo se haya visto hecha “contra viento y marea” y que, a reserva del bochorno que implicó y al que lastimosamente ya nos vemos acostumbrados, se haya constituido en un acto político cuyo golpe de efecto desnudó al Vicepresidente en su voluntad de atasco del ejercicio deliberativo, legislativo pero, sobre todo, político. Esto en lo que respecta a las mal llamadas estrategias para impedir al contrario la consecución de sus objetivos.

Porque en lo que respecta a las —otra vez— mal llamadas estrategias para conseguir objetivos políticos propios, simultánea y nuevamente se ha desnudado al arcismo en su burda intentona de hacer política utilizando jueces. Algo que, en los meses de parálisis se ha vuelto moneda común y que ya no deja sospecha ni sorpresa a nadie.

En términos de síntoma de época, buena parte del mundo está así y, de alguna manera, Bolivia tiene su propia versión. Y es que cuando la antipolítica se empieza a volver una tendencia dominante en quienes la ejercen y genera adhesiones entre la población, los resultados se expresan en bloqueo, parálisis, boicot y atrincheramiento a título de ejercicio político. Por ello, la recuperación de las formas para el ejercicio político que restituye la institucionalidad como la conocemos, termina siendo a las patadas.

No existe desgaste gratuito que se repare sin acciones traumáticas. Y tampoco existe erosión que se remedie de manera ordenada. Pues a veces, la política se parece bastante a la física. Y la descomprensión de un escenario cargado hasta el desborde simplemente termina siendo explosivo. Y, en tiempos de bregar por la salud de la magullada institucionalidad democrática, huelga defender su restitución (por caótica que sea) porque ello ya es políticamente algo más que nada.

(*) Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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K’ala Marka

Carlos Villagómez

/ 14 de junio de 2024 / 07:00

Con un logotipo inspirado en la imagen central de la Puerta del Sol de Tiwanaku, el Señor de los Báculos sosteniendo dos K en vez de los báculos sagrados, el grupo K’ala Marka comenzó su festejo por 40 años de trayectoria artística en un radiante concierto de más de dos horas de duración. Fue una fiesta boliviana con un despliegue poco visto de sonido, luces, enormes pantallas led, fuego en cascadas, cuerpo de baile, fuegos artificiales. Esa puesta en escena recibió a Hugo Gutiérrez Quisbert y Rodolfo Choque Quispe, el dúo de fundadores, creadores, y compositores, y a un grupo de notables músicos que fusionaron, con una maestría ya conocida, instrumentos nativos con electrónicos (lo que algunos llaman neofolklore contemporáneo).

Consulte: Plazas del Bicentenario

Según Wikipedia, “K’ala Marka explora diversas temáticas, tales como la vida en el altiplano, la protección del medioambiente, la protección de derechos indígenas, tradiciones y mitología prehispánica, entre otras”. Y, ese mensaje ideológico está proyectado y multiplicado por la potencia de la música folklórica boliviana que corean miles de fans de las clases medias y populares de Latinoamérica y el mundo donde K’ala Marka lleva nuestra cultura. La vibrante y festiva concurrencia, que llenó a tope el Teatro al Aire Libre, bailó y cantó los éxitos de siempre junto a los nuevos temas de este prolífico dúo de artistas que saliendo de provincias andinas llegaron a conquistar el planeta, instalándose en Francia y logrando difundir nuestro arte como muy pocos. Pienso que Gutiérrez y Choque deben tener una vida épica, plena de experiencias, como trepados en un interminable tobogán, una vida digna de una novela (el solo logro artístico de grabar y tocar junto a Francis Cabrel la célebre balada Je l’aime à mourir, un himno al amor de la Francia de los años 70, ya es mucho). K’ala Marka logró proyectar y triunfar en diversos medios sociales porque su arte es una expresión emocional que impulsa el disfrute estético y representa simbólicamente la batalla cultural e identitaria.

En el concierto, sintiendo la energía positiva de esa masa humana, me preguntaba ¿qué sería de esta sociedad pluricultural perdida en los Andes sin sus artistas? ¿Qué sería si no tuviéramos esa catarsis colectiva gracias a creadores como Hugo Gutiérrez y Rodolfo Choque? Esa noche nos olvidamos de los entuertos y sinrazones de nuestra clase política, y agradecimos que estos artistas, junto a otros miles en Bolivia, han construido una K’ala Marka estética, han levantado una ciudad de piedra como una eterna montaña andina, para mantener vivo el sentido común alrededor de lo más grande que tiene la sociedad boliviana: su arte. 

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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