Adelantando deseos
La crisis moral no será posible revertir si los bandos políticos actúan como si fueran ajenos.
A los que vivimos en esta ciudad, nos gusta beber café cerca de las ventanas o peceras que abundan en la ciudad y ver la variopinta fauna urbana de la ciudad encantada e imaginarnos cómo debería ser la vida.
El ritmo de las ciudades bolivianas es diferente según la región donde desarrollan su estar, así, por ejemplo en nuestra ciudad, tibia y fría, la mayor parte del año, vemos cada domingo a los jubilados que aterrizan del teleférico rojo cargando k’ullus inservibles y un montón de chucherías adquiridas del megamercado de la 16 de Julio y que terminarán en el basurero para ser reciclados por hábiles artesanos y que serán comprados otra vez por los mismos vetecos; entre los que me encuentro.
Alertado sobre esta práctica y vacunado de mi chucheriofilia, me cuido de no hacerlo, por eso deseo que el año que ya está en su segundo mes, no comprar cosas inútiles, aunque sé que lo inútil es necesario para darnos ilusiones momentáneas.
Deseo también conocer a un músico afroboliviano, al que bautizaron sus colegas como Samy Davis Junior, por su parecido con el artista afro norteamericano y lo rebautizaron como Semi Deivis Chuñior para dotarle de identidad.
Deseo continuar reuniéndome con mis amigos en un café-pecera para despellejar a los politiqueros y otra gente parecida y ver pasar a mujeres bellas como un auténtico defensor de la naturaleza, es decir un cho’jña aukili y, para los que no aprobaron el curso acelerado de aymara y están en peligro de perder sus pegas, les dejo como tarea la traducción del sujeto y predicado ancestral.
Deseo, fervientemente, que los padres de familia que deben llevar por primera vez a las unidades educativas-cárceles de Bolivia no sufran con sus párvulos a los que deben dejar en manos de profesores que, seguramente, ya estarán preparando su huelga general para pedir aumento salarial.
Y me sumo a la desesperación de los muchachos agobiados por el retorno a clases. Nunca olvido una escena del que fueron protagonistas mis dos sobrinos. Una tarde de domingo escuché desgarradores gemidos de unos niños, se oían muy cerca y salí, asustado. Algo grave debía estar sucediendo, sentí unos llantos lastimeros y encontré a mis sobrinos tendidos y abrazados sobre una cama, llorando amargamente y golpeando con sus manitos la colcha. Cuando quise consolarles y pregunté la causa de su dolor y congoja me contestaron sollozando, impotentes: —¡Mañana hay clases!—. Se terminaban las vacaciones y consideraban retornar a clases un castigo y eso sucede casi siempre, sobre todo con los varones, porque las mujeres ven una oportunidad para librarse de padres autoritarios y el colegio es un espacio social de mayor libertad para ellas.
Hasta el día de hoy tengo pesadillas con la escuela y el colegio, fue una etapa penosa y estoy seguro para muchos de mis lectores. Nuestra profesora nos obligaba a leer La Odisea, una auténtica odisea para llok’allas que no sabíamos nada de la historia y mitología griega, o Raza de bronce, sin explicarnos el contexto social de la novela. No entendíamos un pepino y en vez de generar un amor a la lectura, sucedía todo lo contrario. Menos mal que llegó otra profesora y nos dijo: “Cada estudiante lea lo que desee y le guste y luego nos cuenta la historia al resto”. Un éxito, escuchábamos decenas de relatos distintos e intercambiamos libros y amamos la lectura.
Tenemos un ferviente deseo en mi familia: que los candidatos a diputados y senadores, antes de ser nominados, deberían rendir un examen de geografía, hidrografía, recursos naturales, manejar estadísticas y presentar proyectos integrales de desarrollo para sus regiones y justificar su salario. Sabemos que eso no sucederá y la manada de parásitos se enquistará en el Parlamento donde un grupo pequeño seguirá decidiendo sobre leyes que afectarán nuestras vidas. ¿Es mucho pedir? La crisis moral no será posible revertir si los bandos políticos actúan como si fueran ajenos a un mismo país y no sean capaces de resolver problemas comunes que afectan a opositores y oficialistas; como sucedió con la sobreabundancia de basura que nos trajo el Ekeko, basura moral porque privilegiaron sus intereses políticos antes de pensar en la población.
* Artista y antropólogo