Contener el conflicto
El propio Grupo de Lima afirmó que no podía haber solución a la crisis por medios que no sean los pacíficos.
Después de un fin de semana agitado, la crisis política venezolana parece haber entrado en una fase de menor intensidad. Sin embargo, los riesgos de un desborde siguen presentes. Sería deseable que los actores internacionales interesados en coadyuvar a un procesamiento pacífico del conflicto aprovechen esta coyuntura.
Desde hace un mes, la compleja situación de Venezuela ha seguido produciendo escenas preocupantes. La tensión se ha extendido a las fronteras de ese país con Colombia y Brasil, se han producido eventos violentos en algunas localidades, se han visto a dignatarios extranjeros en los lugares calientes del conflicto, han proliferado las declaraciones controversiales de unos y otros, se ha involucrado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas e incluso se ha promovido una extraña secuencia de eventos musicales con fines partidarios.
La agenda política regional e incluso la mundial están cada día más influenciadas por las imprevisibles derivaciones de este conflicto. La abierta intervención de la potencia del norte ha transformada sustantivamente la naturaleza del problema, no necesariamente en el buen sentido.
Nunca es una buena señal que el protagonismo en este tipo de cuestiones sea asumido por actores externos, no solo porque vulnera la soberanía de los estados, sino sobre todo porque puede llevar a errores políticos graves por el desconocimiento del contexto local de tales factores de poder.
El saldo en este caso ha sido amargo: la crisis no solo no se ha resuelto sino se ha complejizado. Pese a los grandes esfuerzos desplegados por la coalición externa favorable a la oposición, no se ha producido el desenlace rápido que, al parecer, se esperaba. El conflicto parece seguir bloqueado y los actores locales no logran conversar entre sí. Eso sí, mientras tanto, el bienestar del venezolano de a pie ha sido la gran víctima del choque de trenes.
Es inquietante que algunos actores internacionales no entiendan que solo una conversación franca y patriótica entre los políticos y líderes venezolanos podrá producir una solución viable y sostenible a la crisis. Los atajos pueden llevar, al contrario, a los peores escenarios.
Al final, el propio Grupo de Lima afirmó, correctamente, que no podía haber solución a la crisis por medios que no sean los pacíficos. Parecidas declaraciones, sensatas, han surgido igualmente entre gobiernos que simpatizan con el oficialismo y otros que lo critican, como es el caso de varios países de la Unión Europea. Hay urgencia de recobrar algo de equilibrio en este tema.
En resumen, parecen haber aparecido ciertos límites a las ideas riesgosas que algunos extremistas venían sembrando. Pero esto es muy frágil en la ausencia de una estrategia inteligente y articulada de la comunidad internacional para impulsar el diálogo y no fomentar la confrontación. Ojalá estas semanas sean bien aprovechadas para actuar en ese sentido.