Cultura, mito y arquitectura
La diversidad formal de los cholets pretende acercarse a la cultura vernácula de El Alto.
Cultura es una palabra de origen romano que deriva de “cultivar”, “preservar”. Y aquello en la arquitectura (más que en cualquier arte) ha logrado en el último tiempo que ciertos profesionales en esta área vuelvan los ojos al pasado para conectarlo con el presente; un pasado que se impone en las nuevas obras arquitectónicas relacionadas con lo vernáculo. Lo que por ejemplo en el caso de los cholets debiera llevar a preguntarnos ¿acaso estas obras, por su expresión formal cada vez más desmedida, no están logrando que críticos de la arquitectura las conviertan en un mito?
Es necesario reflexionar más profundamente sobre los pasos que se dan en la arquitectura en Bolivia, ya que si bien hay obras que se acercan a los nuevos principios contemporáneos, pasan hasta inadvertidas en su análisis. En cambio, los cholets, a pesar de la polémica que crean, son examinados en charlas y encuentros de arquitectura en La Paz y otros departamentos del país. Esto posiblemente porque, como dijimos en otro artículo, han logrado romper fronteras.
La causa, empero, pareciera ser el impacto que causa su diversidad formal y su acercamiento a las representaciones culturales del pasado, aunque es preciso recordar que ese tipo de edificios con formas particulares aparecieron —más moderadamente— en la avenida 6 de Agosto de El Alto hace algunos años. Recientemente también se hicieron visibles otros tipos de cholets, inspirados en series como Transformers, cuyos dueños aseguran sentirse orgullosos de ese tipo de edificaciones por lo llamativas que son. Así, sin importar el origen cultural, al pueblo le gustan las construcciones que impactan por su diversidad formal. Esto, en contraste con las infraestructuras de corte actual que se alzan en la urbe alteña, las cuales no gozan de ningún comentario o interés de la población.
Tal situación hace que surja la inquietud sobre si los autores de los cholets buscan que sus formas se asemejen a las del pasado cultural, o más bien esperan que sean comprendidas como una renovación formal del presente. Asimismo, pareciera que es la población la que se interesa más en esas formas híbridas, olvidando todo principio de identidad.
Todo ello nos lleva a recordar los criterios de Hillier, quien afirmaba que “el manejo consciente de las formas culturales, más allá de repetir el anhelo de su conversión en mito, son obras de todo proyectista que parte con ideas singulares y de corte cultural, buscando que éstas se conviertan en mito porque se reflejan en la práctica social”.
En el caso de los cholets, aclaramos que nuestra decisión de retomar el tema no tiene nada que ver con la valoración o negación de estas obras, sino que nos resulta importante analizarlas porque crecen cada vez más en número, y el pueblo alteño no solo se identifica con ellas, sino que además las adopta como propias y representativas de su ciudad.
Sin duda, los cholets son parte del presente de esa urbe. Su diversidad formal pretende acercarse a la cultura vernácula, aunque pareciera que a la gente le ha dejado de interesarle lo ancestral. Sin embargo, se identifica con esas edificaciones por su expresión formal, lo cual no deja de ser singular y nos lleva a preguntarnos si acaso los cholets, con su hibridismo exagerado, han logrado el nacimiento del maximalismo en El Alto gracias al imaginario de su población.
* Arquitecta.