El Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó hace pocos días sus estimaciones sobre la situación y perspectivas de la economía mundial. La tasa de crecimiento global para 2019 se pronostica en un 3,2%, y podría aumentar hasta un 3,5% el próximo año. Estas cifras están lejos de los niveles que prevalecieron hasta 2016, bajo el impulso dinámico de las economías de Asia, y en particular de China. Desde entonces, se han puesto de manifiesto desequilibrios estructurales en el sistema económico mundial, posturas nacionalistas y proteccionistas en Estados Unidos y el Reino Unido, cambios en las expectativas sobre las repercusiones que traerán aparejadas las nuevas tecnologías sobre el mundo del trabajo, así como tensiones geopolíticas y el aumento significativo del gasto armamentista en el mundo.

Entre los principales desbalances del sistema económico internacional es preciso señalar la enorme concentración de liquidez en el sistema financiero internacional, atribuible a las políticas monetarias de apoyo a la reactivación económica posteriores a la crisis financiera de 2008-2009. Y que no encuentra posibilidades de colocación en el mercado crediticio, debido a la actitud expectante de las empresas y los hogares en los principales países desarrollados, ante las incertidumbres originadas en el ámbito de la tecnología y la geopolítica.

Dicha situación se expresa de manera clara en la esfera del comercio internacional, donde han disminuido considerablemente las exportaciones de bienes de capital y equipos de consumo duradero; en tanto que el comercio de servicios viene aumentando con gran rapidez, impulsado por las principales plataformas tecnológicas (Google, Facebook, Amazon, entre otras).

Por otra parte, en la Unión Europea es cada vez más ostensible el desequilibrio creado por la adopción de una moneda única entre economías con niveles muy desiguales de productividad, agravado además por la imposición de políticas de austeridad por parte del principal país acreedor (Alemania) a países deudores como Italia, España, Portugal y Grecia, que han sufrido graves retrocesos en su situación social.

El previsible abandono de la Unión Europea por parte del Reino Unido en octubre próximo traerá a su vez perjuicios económicos de una magnitud imposible de estimar en este momento, pero lo más preocupante consiste en el desplazamiento de la correlación de votos en el Parlamento Europeo y en el Consejo Europeo a favor de los “países del sur”, lo que representará un cambio mayúsculo en la gobernabilidad de la Unión Europea.

La actual política exterior de Estados Unidos constituye, sin lugar a dudas, otro de los factores que trae consigo grandes rupturas en las instituciones y principios del sistema multilateral, agravadas por el retiro de algunos mecanismos críticos para la seguridad del mundo, tales como los acuerdos bilaterales alcanzados durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética para evitar la proliferación de armas nucleares, y el acuerdo de 2015 entre seis potencias internacionales (China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) con Irán para limitar el programa nuclear iraní a cambio de levantar las sanciones internacionales en su contra.

Por último, en la búsqueda de una mayor supremacía militar, Trump ha aumentado significativamente el gasto militar de Estados Unidos, y ha desencadenado al mismo tiempo el incremento del gasto militar de China. Si eso es así en el plano militar, las guerras comerciales con China, la Unión Europea y otros países, así como el uso de sanciones comerciales como mecanismo de presión política (caso de México, por ejemplo) constituyen una abierta violación de las normas del comercio internacional. El mundo es ahora, qué duda cabe, mucho menos seguro de lo que era antes de Trump.

* es economista.