¿Sentido iconográfico o alegórico?
El contenido alegórico de las obras de arquitectura posmoderna parece el resultado de su propio fundamento.
Escribir sobre cultura da lugar a un abanico de temas bastante amplio, pues es un proceso continuo cuya coherencia depende de la consistencia de su sentido y la sensibilidad con la que se le concibe. En este artículo deseamos abordar lo alegórico, sentido que forma parte de la arquitectura posmoderna, la cual ha estado enmarcada en una especie de recuperación de elementos de la arquitectura maestra del pasado que, metamorfoseados, han sido adoptados en ciertos detalles relevantes que contribuyen a destacar obras que tuvieron vigencia esencialmente en las últimas décadas del siglo XX.
Empero, lo singular del posmodernismo en la arquitectura ha sido su doble sentido; vale decir, y su negación de la modernidad fue determinante. Con todo, su vigencia duró corto tiempo. A pesar de ello, no se puede negar que ese estilo históricamente fue el fenómeno fundamental, basado en la importancia del significante, enmarcado en la fragmentación de ciertas obras del ayer. Esto con la ambición de incorporar elementos relevantes en las nuevas propuestas arquitectónicas de finales del siglo XX.
Lo más interesante es que la posmodernidad nunca mostró ningún “velo” para tapar su intención de conservación, o el hecho de que no estuviese apoyada por elementos de la cultura arquitectónica del pasado. Así, las obras posmodernas revelaban el pasado al retomar ciertos elementos de la época clásica, aunque buscan mostrar que cuentan con nuevas visiones del mundo a partir de signos. Esta situación destacaba todo fundamento antimoderno, pero se disolvió rápidamente, porque quizá se mostró como aplanadora de toda profundidad espacio-temporal. De ahí que el contenido alegórico de las obras de arquitectura posmoderna parece el resultado de su propio fundamento.
Demos una mirada a la época posmoderna para descifrar un tipo de arquitectura cuyos signos evidentemente lograron transformaciones gracias a una especie de escenificación, sin dejar de lado su espectacularización. Hay que recordar que la posmodernidad (1980) fue presentada en la Bienal de Venecia con el prefijo “post”, lo que dio lugar, por ejemplo, a que la prensa alemana (periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung) afirmara que “la posmodernidad se presenta claramente como antimodernidad”, y que gracias al “post” logró la aproximación a una especie de devenir histórico de forma simbólica.
Las ideas vertidas aquí no pretenden convertirse en una descripción conceptual de la arquitectura posmoderna o el relevamiento de sus valores, y menos de sus cualidades, sino que retoman ciertos datos y hechos que describen el sentido ecléctico y alegórico que trajo consigo la posmodernidad, a pesar de su inminente negación a la modernidad. Lo llamativo fue que ese estilo buscó otro tipo de visión en la arquitectura, para luego ingresar a una etapa implosiva.
En definitiva, la posmodernidad ha ingresado a la historia gracias a su versión ecléctica, iconográfica y —según escritos— hasta manierista de la arquitectura de los ochenta. Lo paradójico es que no han faltado obras posmodernas consideradas relevantes en su momento, pero, pasado el tiempo, fueron demolidas por completo.
Para terminar, es importante aclarar que el postmodernismo está resurgiendo, pero con elementos vernáculos y de alta tecnología. Lo interesante es que esta corriente trae consigo una nueva perspectiva y el respeto al contexto.
* Arquitecta