Disputa electoral
Definitivamente en este proceso electoral nuestras identidades juegan un rol fundamental.
Hemos entrado a la fase final de las elecciones nacionales. Coincido con algunos que este proceso electoral ha sido uno de los más largos (y aburridos) que hemos sufrido los ciudadanos en los últimos años. Sin las discusiones en torno a la validez o no de las encuestas, o alguna declaración anecdótica para llamar la atención de un aspirante de ojos rasgados, la vida hubiera transcurrido sin que el mundo electoral nos apele. Sin espacios de confrontación de ideas, sabemos muy poco de las visiones de país u ofertas electorales que los postulantes nos proponen. Y a pesar del esfuerzo de los medios de comunicación por crear franjas especiales para promover candidaturas, es muy poco lo que los bienintencionados postulantes pueden expresar en un minuto de respuesta. Así las cosas, nuestra elección nuevamente (y tal vez como siempre) estará basada en las emociones que los diversos candidatos nos inspiran.
Con esta mirada pesimista del proceso, encontré un interesante artículo de Fernando Molina en Nueva Sociedad titulado Es la economía, estúpido que me gustaría profundizar. En esta publicación, el analista busca explicar por qué el presidente Evo Morales tiene posibilidades de ser reelegido. El artículo hace un recorrido por lo que él denomina el “evonomics” o las medidas de éxito económico del oficialismo, que se contraponen a un contexto regional de crisis.
Y, efectivamente, la campaña del presidente Morales ha logrado posicionar la idea de que, sin él, enfrentamos la incertidumbre. Y no hay nada que atemorice más a los recientes consumidores de la flamante clase media que perder sus pequeños privilegios de nuevos ricos. No importa que la oposición argumente sobre la contracción económica que actualmente vivimos, puesto que, por nuestra natural desconfianza, creemos que siempre podemos estar peor; y por ello inclinamos nuestro voto a cualquier certeza que nos ofrezcan, incluso si el eslogan de campaña “Futuro seguro” no necesariamente sea verosímil.
Un segundo eje explorado por Molina es la identidad. Sostiene que parte del núcleo electoral que mantiene su fidelidad con Evo tiene que ver con su imagen personal y su relación con la identificación étnica y social, puesto que el Presidente logra casi el doble de votos en las comunidades y pequeñas ciudades. Si bien el artículo no centra su análisis en este tema, definitivamente en este proceso electoral nuestras identidades juegan un rol fundamental.
Y muchos de los partidos están apostando a esto: sea a una radicalidad conservadora (UCS), a la apelación de una identidad religiosa (PDC), a una identidad regional (Bolivia dijo No) o cultural (MTS), la mayoría aspira a disputar un pequeño nicho de mercado que, con éxito, les permitirá conservar una sigla o aspirar al menos a un curul en la Asamblea Legislativa. En parte por esto se explica todo el apasionamiento con el que se confrontan las oposiciones políticas, puesto que no importa el mensaje (programa de gobierno), sino el mensajero (percepciones sobre el candidato). Y en esto, por sus 13 años de permanente campaña, el presidente Evo tiene las de ganar.
Como factor adicional podemos sostener que en un momento en el que Ecuador y Perú viven un contexto de inestabilidad política como amenaza posible para el futuro de Bolivia, la oposición no ha logrado posicionar un valor principista contra la reelección (movimiento 21F) ni ha logrado posicionar la idea de “voto útil” por el candidato que mayor oportunidad tiene de derrotar en las urnas al presidente Morales. El factor que les permitió derrotar al oficialismo en el referéndum del 21F (cohesión frente al No) ha desaparecido y ahora solo observamos una confrontación al interior de la oposición que solo contribuye a fortalecer al MAS. En ese marco, solo un hecho excepcional podrá frenar la reelección del presidente Morales en primera vuelta.
* Cientista social.