Alasitas y bloqueo de caminos
En pleno despliegue de la fiesta de la abundancia, vivimos un bloqueo de caminos que amenaza dejarnos sin pollo, sin gasolina y sin carnaval. Como yo confío plenamente en los poderes sobrenaturales de ese hombrecito con sombrero, bigote y barriga; a las 12 en punto del día 24 me compré una bolsa llena de pequeños politiquitos.
Sí, no hay error de imprenta en el párrafo anterior. En la fiesta de la miniatura, en lugar de llenarme los bolsillos de dólares como dicta la razón, gasté todo mi dinero en comprar y challar lo que hoy el país necesita con mayor desesperación: políticos que den la talla para resolver la pulseta de turno en el campo político. Los compré de todas formas y tamaños; con ternos, polleras y chamarras, y los hice challar con alcohol, flores y hojas de coca. Invoqué a los Achachilas para que me traiga buenos políticos, que puedan ver la realidad más allá de sus círculos de llunkus.
Es que el país necesita como nunca políticos que dialoguen, encuentren consenso, convenzan al adversario político y lleguen a un acuerdo que permita devolvernos la certidumbre de que elegimos bien quien nos gobierne.
Todos sabemos que lo que está en juego en la actual medida de presión no es solamente la indignante “autoprórroga” de los magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), sino la inhabilitación de Evo Morales como candidato presidencial para los comicios del 2025. Y también sabemos que la política en manos de la justicia (y los abogados) sólo puede traer muy malas noticias.
Mientras tanto, en las calles, la irritación ciudadana va en aumento. Las ambiciones electorales de Evo Morales y Luis Arce amenazan con llevarse por delante el frágil equilibrio de nuestra economía e incluso arrasar con todos los logros de 15 años del Estado Plurinacional. Y por ello el enojo es repartido en partes iguales hacia los dos liderazgos. Eso explica por qué las encuestas actuales den a ambos los niveles más bajos de popularidad. Según encuestas de Diagnosis, Morales y Arce (juntos) suman un pírrico 31%, muy lejos de los índices de apoyo que el MAS ha logrado en su historia política.
Por ello, muchas y muchos reaccionan con bronca y escepticismo a cualquier discurso que convoque a consignas de lo nacional popular, o de avanzar en la industrialización, o incluso de la democracia —valores que antes nos unían en torno al proyecto Plurinacional— pues en el fondo la imagen que predomina es la confrontación de dos machos tóxicos por el control del instrumento político. Ante esa realidad, toda la reyerta discursiva de ambos bandos cae en saco roto.
Hasta hoy, este desafío se ha mostrado demasiado grande para los políticos bolivianos y no importa con quien hables (simpatizante oficialista u opositor), la rabia de las personas va en aumento. Todos refieren a la insensibilidad con que los políticos asumen la brecha entre el mundo real de la vida cotidiana y el cuadrilátero de confrontación donde se dirimen los intereses políticos.
Yo solo confío en el Ekeko, y en este tiempo de intercambio de dones, y por ello este fin de semana sumaré a mis compras un país (democrático), un acuerdo político firmado para las elecciones judiciales y una papeleta electoral con todos los candidatos que la población boliviana tiene derecho a votar.
Lourdes Montero es cientista social