Protestas sin alma
Inquietos deben estar los ideólogos del progresismo latinoamericano por lo que pasa en Bolivia.
Preocupados deben estar el Presidente y sus colaboradores por las sonadas movilizaciones que está librando estos días toda la oposición boliviana. Bloqueos de calles, bulliciosas y rabiosas marchas, encendidos cabildos, cacerolazos en barrios de ricos, cánticos y hasta un poco de música desde la radio instalada en la esquina del barrio bloqueador. Evo, Álvaro, la plana mayor del MAS y la Conalcam deben estar algo asustados por la capacidad de convocatoria que han logrado los cívicos, Carlos Mesa y la alianza en torno a la Coordinadora por la Democracia.
Inquietos deben estar los ideólogos del progresismo latinoamericano por lo que pasa en Bolivia. Atilio Borón, Emir Sader y hasta Noam Chomsky seguro que siguen con especial atención estos acontecimientos, porque en cuestión de horas la estabilidad política del país tomó un giro anti-Evo y anti-proceso de cambio como no había ocurrido en los 13 años precedentes. Y seguramente todos los bolivianos deben estar preocupados por el clima de conflictividad que golpea al país. Existen varios motivos para este estado de ánimo.
Aunque bien vistas las cosas, existe un factor que reduce los temores y preocupaciones antes anotados. Este factor es el núcleo de toda movilización social, es el alma que lleva en sí esta protesta. Ocurre que este ruidoso levantamiento de las clases medias y altas de Bolivia no condensa objetivos de alta potencia social, sino sobre todo resentimientos y viejos enconos ocultos en algún sitio oscuro del espíritu. Eh ahí la principal debilidad de esta movilización.
Las protestas no tienen como fuerza colectiva una mirada social, solidaria ni humana. No. Si el norte de esta movilización sería la recuperación de algo que favorezca materialmente al bien común, como los recursos naturales o la conquista de una reivindicación que por años fue parte del sentido común, arrastrarían cinco o 10 veces más caudal de gente, y la marea social sería incontrolable para el Gobierno. Pero ese no es el caso. Estas protestas no tienen como soporte ideas colectivistas o de sentimiento nacional que tornen su lucha en un torrente incontenible y poderoso, con un ideario, un horizonte con futuro y una filosofía que haga latir a mayor velocidad los corazones.
Al contrario, esta movilización tiene en sí misma una debilidad de nacimiento. Esencialmente se activó por prejuicios clasistas, racistas y hasta regionales; razón por la cual en casi dos semanas no ha logrado arrancar nada grandioso al Gobierno.
* Comunicador social y abogado, director de la consultora Luces de América.