Greta contra los estafadores avaros
Todos los libros de economía básica están a favor de regular o gravar las actividades que contaminan el ambiente
Nunca he sido fanático del Foro de Davos, aquella reunión de los ricos y fatuos que se celebra anualmente en la ciudad suiza del mismo nombre. Sin embargo, una virtud de esa suerte de desfile para pavonearse y hacer gala de su arrogancia es que saca lo peor de algunas personas y las lleva a decir cosas que revelan su vileza ante los ojos de todos.
Así sucedió por ejemplo con Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Donald Trump. Primero, en la última reunión Mnuchin volvió a afirmar que el recorte fiscal impulsado por la Casa Blanca en 2017 se pagará solo, apenas días después de que su propio departamento confirmase que el déficit presupuestal de 2019 superó el billón de dólares, un aumento del 75% en comparación con lo que se registró en 2016. Luego desdeñó a Greta Thunberg, la joven activista climática, sugiriéndole que fuera a estudiar economía antes de exigir un alto a las inversiones en los combustibles fósiles.
La arrogancia inmerecida es un sello del gobierno de Trump, basta ver a Mike Pompeo, el secretario de Estado, afirmar que un respetado reportero de seguridad nacional no podría encontrar Ucrania en un mapa. Entonces, quizá no les sorprenderá saber que Mnuchin estaba diciendo insensateces y que, casi con toda seguridad, Thunberg sabe lo que dice.
Uno solo puede suponer que Mnuchin se quedó dormido en sus clases universitarias de economía. De lo contrario, sabría que todos los libros de texto importantes de economía básica, y realmente me refiero a todos, están a favor de la regulación gubernamental o el gravamen de las actividades que contaminen el medioambiente. Porque, de lo contrario, ni los productores ni los consumidores tienen incentivos para tomar en cuenta el daño ocasionado por esa contaminación.
Además, quemar combustibles fósiles es una enorme fuente de daño ambiental, y no solo desde la perspectiva del cambio climático, sino también desde la contaminación del aire local, que es un importante riesgo para la salud, y no hacemos lo suficiente para limitarlo.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula con regularidad los subsidios mundiales a los combustibles fósiles, subsidios que en parte adoptan la forma de exenciones fiscales y subsidios en efectivo, pero que principalmente implican que la industria no asuma la responsabilidad por los costos indirectos que impone. En 2017, el FMI estimó que estos subsidios ascendían a 5,2 billones de dólares; sí, hablamos de billones, con “b” (un 5,2 seguido de 12 ceros).
En el caso de Estados Unidos, los subsidios ascendieron a $us 649.000 millones el año pasado, lo cual representa cerca de $us 3 millones por cada trabajador dedicado a la extracción de carbón, petróleo y gas. Sin estos subsidios, es difícil imaginar que alguien siguiera invirtiendo en combustibles fósiles.
Sin embargo, tal vez Mnuchin piensa que el FMI también debería tomar algunos cursos de economía, junto con los miles de economistas, incluido cada expresidente de la Reserva Federal que aún vive, decenas de premios Nobel, así como economistas en jefe tanto de gobiernos demócratas como republicanos, que firmaron una carta abierta haciendo un llamado para que se gravaran las emisiones de gases de efecto invernadero.
En resumen, puede que Greta Thunberg solo tenga 17 años, pero sus posturas se acercan mucho más al consenso de la profesión económica que las del tipo que se aferra a la idea zombi de que los recortes fiscales se pagan solos.
Pero, ¿acaso el consenso de los economistas podría estar equivocado? Sí, pero probablemente porque no se opone con la fuerza suficiente a los combustibles fósiles. Por un lado, varios expertos argumentan que los modelos estándar subestiman los riesgos del cambio climático, tanto porque no tienen en cuenta sus efectos disruptores, como porque no le dan la suficiente importancia a la posibilidad de la catástrofe absoluta.
Por otra parte, los cálculos del costo de reducir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del calentamiento global, tienden a subestimar la función de la innovación. Hasta los incentivos más modestos para el uso expandido de energía renovable condujeron a una caída espectacular en los precios a lo largo de la última década.
Todavía me encuentro a gente —tanto de derecha como activistas climáticos— que afirman que reducir las emisiones de GEI de manera marcada implicaría una enorme reducción en el producto interno bruto (PIB). No obstante, todo lo que sabemos indica que eso no es así, que podemos descarbonizarnos y a la vez seguir contribuyendo a un crecimiento sólido.
Sin embargo, dado todo esto, ¿por qué gente como Mnuchin y su jefe Trump están tan fervientemente a favor de los combustibles fósiles y tan en contra de los ambientalistas? Me parece que parte de la respuesta es que los conservadores no quieren admitir que la acción gubernamental ni siquiera está justificada. Una vez que acepten que el Gobierno puede hacer el bien protegiendo al medioambiente, las personas podrían empezar a pensar que también puede garantizar la atención médica asequible.
Aquí el mayor problema es la mera avaricia. Dada la escala de los subsidios que se otorgan a los combustibles fósiles, la industria en general debería ser vista como una gigantesca estafa. Hace dinero robándoles a todos los demás, hasta cierta medida por medio de subsidios directos a los contribuyentes y, en mayor medida, al desviar los verdaderos costos de sus operaciones a observadores inocentes.
Y seamos claros: muchos de estos “costos” adoptan la forma de enfermedades y muertes, porque eso es lo que causa la contaminación atmosférica. Otros costos toman forma de desastres “naturales” como los incendios de Australia, que llevan cada vez más el sello del cambio climático.
En un mundo sensato estaríamos tratando de acabar con esta estafa. Pero los estafadores —que principalmente se refiere a corporaciones e inversionistas, ya que muy poco de ese subsidio de $us 3 millones por trabajador les llega a los trabajadores mismos— se han comprado mucha influencia política.
Así que gente como Mnuchin afirma no ver nada de malo con las industrias cuyas ganancias dependen casi en su totalidad de dañar a la gente. Tal vez debería tomar un curso de Economía… y otro de Ética.
* es premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2018. Traducción de News Clips.