La expresión ‘motines’
Urge una reforma estructural para tener una Policía que cumpla su misión de defensa de la sociedad.
La expresión motín, que textualmente significa “movimiento desordenado de una muchedumbre, por lo común contra la autoridad constituida”, tiene diferentes sentidos en Bolivia. En el presente, está asociada a la acción de “repliegue” policial en la crisis de noviembre. En respuesta, se la utiliza con sentido de interpelación o como insulto. La Policía, en su mala hora.
Aunque la historia está por reconstruirse y contarse, los hechos fácticos son conocidos. La tarde del 8 de noviembre, policías de la UTOP de Cochabamba declararon “motín”. Bajo presión, pronto la medida se extendió a todos los departamentos hasta convertirse en nacional. Si bien en la superficie el motín se asoció a reivindicaciones sectoriales (salarios, jubilación, régimen disciplinario), ahora se sabe que fue parte de un plan negociado con cívicos cruceños (el padre del hoy candidato Luis Fernando Camacho).
No es la primera vez que la Policía boliviana se amotina. Lo hizo en 2003 en reacción a un proyectado impuestazo salarial. Esa vez, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada sacó a los militares para reprimir. Hubo casi tres decenas de muertos por bala: “febrero negro”. En noviembre pasado, el gobierno de Evo Morales optó vanamente por atender las demandas de los amotinados. No era un tema salarial. El motín fue el punto de quiebre en las sincronizadas acciones para el derrocamiento del expresidente Morales.
En los últimos meses, la expresión motines perdió su carácter de bandera política izada por los policías, y hoy se utiliza más bien para interpelarlos. Se estrenó en diciembre pasado en el estadio de Villa Ingenio, en El Alto, cuando hinchas del club Always Ready gritaron a los uniformados allí presentes: “motines, motines, motines”. Desde entonces, dicho grito se repite en varios lugares como insulto. El hecho público más reciente fue en el desfile cívico de Oruro.
El uso peyorativo de la expresión motines ha derivado en acciones creativas, por un lado; y en agresiones y hasta encarcelamiento, por otro. Hay quienes cantan morenada: “Cuánto vales, cuánto cuestas, policía; si tú quieres yo te pago, pero nunca te amotines”. Otros hacen memes: “los policías no se enamoran: se ponen k-motines”. Los uniformados reaccionan mal. Un militar en Pando golpeó a un señor que le dijo motines. Hace poco, la Policía detuvo a un pasajero de minibús que les dijo motines. Y así.
Más allá de los sentidos de la expresión motines, que provoca tanto condecoración como tratamiento psicológico para los policías, lo realmente crítico es la bajísima confianza en la institución verde olivo. Una parte de la ciudadanía, además de asociar a los policías (no todos, por supuesto) con “volteos, coimas, fugas y sobornos”, hoy los vincula con “golpe de Estado”. Urge una reforma estructural para tener una Policía que cumpla su misión constitucional de defensa de la sociedad y conservación del orden público.