¿Y la campaña electoral?
Es imprescindible que todos los candidatos asuman públicamente el compromiso de aceptar los resultados.
Pese a que, según el calendario electoral, el período de campaña en espacios públicos está vigente desde hace más de tres semanas, hay escaso proselitismo por obra de las fuerzas políticas y candidatos. Es casi como una presencia testimonial (o una ausencia). Tampoco hay difusión de las ofertas programáticas. Lo único que hace bulla son las encuestas de intención de voto.
La Ley del Régimen Electoral establece que las organizaciones políticas habilitadas para competir pueden hacer campaña en actos públicos 90 días antes de la votación. La propaganda electoral en medios de comunicación, en tanto, está reservada para los últimos 30 días del proceso. La tradición muestra que una vez inscritas las listas de candidatos y registrados los programas de gobierno, hay un despliegue más o menos intenso de eventos electorales para ganar la adhesión de los votantes.
A menos de 10 semanas de los comicios del 3 de mayo, la campaña electoral ha sido más bien tímida. En general, no se ven candidatos presidenciales (ni hablemos de candidatos a la Asamblea Legislativa) haciendo labor de proselitismo más allá de eventos aislados de proclamación o inauguración de casas de campaña. Incluso su presencia en medios y redes sociales es todavía limitada. Es como si hubiera exceso de agotamiento o falta de recursos, o ambas cosas. Ni hablemos de la ausencia de debate.
En el campo del nuevo oficialismo y afines, parecieran más concentrados en gestionar y justificar su dispersión y enroques que en promover sus candidaturas. Y en lugar de difundir sus propuestas de políticas públicas, están más empeñados en convocar el voto útil, nuevamente, como respuesta a la imposibilidad que tuvieron de conformar la demandada “candidatura de unidad”. Aspiran así ganar el derecho de disputar la elección con el MAS-IPSP en segunda vuelta o, si acaso, obtener algunos escaños.
En cuanto al binomio Luis Arce-David Choquehuanca, que ha sido el más visible en proclamaciones (El Alto, Sacaba, San Julián), su principal desafío es ampliar su base de apoyo al mismo tiempo que logra desprenderse del activo protagonismo del expresidente Evo Morales.
Tiene a su favor el dato coincidente de las encuestas, según las cuales el MAS-IPSP encabeza las preferencias electorales, anhelando superar el 40%. Tampoco ha difundido su programa de gobierno más allá de mensajes sueltos sobre la economía.
¿Qué sigue en estas nueve semanas y media, poscarnaval, de campaña electoral? Es deseable que las fuerzas políticas que compiten en los comicios tengan presencia territorial (de calle, de plaza pública) para promover sus candidaturas y ofertas programáticas de gobierno, sin guerra sucia. Es importante también que se generen espacios de debate, al menos uno presidencial, para confrontar visiones de país. Y es imprescindible que todos asuman públicamente el compromiso de aceptación de resultados.