Un día sin nosotras
La multitudinaria respuesta a esta convocatoria es producto de la indignación por la violencia de género
Hoy paramos. Paramos en Bolivia y en 60 países. El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y por ello, las feministas convocamos a un paro internacional. Este año, las mujeres mexicanas son las que dan el tono en la región. “Un día sin nosotras” es una iniciativa impulsada por el colectivo feminista veracruzano Brujas del mar, y secundada por varias organizaciones sociales para no asistir a trabajar, a clases, no consumir bienes o servicios, no salir a la calle, no realizar ningún tipo de trabajo doméstico. La multitudinaria respuesta a esta convocatoria es producto de la indignación por la violencia de género y el número de feminicidios que ha aumentado progresivamente en los últimos meses. El símbolo de la indolencia estatal mexicana son los asesinatos de Ingrid Escamilla y de la niña Fátima, dos casos ocurridos en las últimas semanas.
Pero México es solo la imagen visible de la expresión actual de este movimiento. El paro, la huelga, la protesta social que nos retorna a las calles nos conecta con las luchas de millones de mujeres. Este paro es parte de la historia de 15.000 obreras textiles neoyorkinas que marcharon por la jornada de 8 horas a principio del siglo XX, a las inglesas y francesas sufragistas, a las rusas que comenzaron la revolución contra el zar, a las feministas negras de los años 60, y a las que abrieron camino por nuestros derechos sexuales. También, como nunca antes, a todas nos enlazan las luchas de las disidencias sexuales y de género.
En Bolivia, a través del paro, nos sentimos hermanadas con Juana Azurduy, Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, quienes rompieron los moldes de su época; con Adela Zamudio y su lucha por la educación laica; con el sindicato de culinarias y sirvientas; con las mujeres anarquistas de las primeras décadas del siglo XX; y, por supuesto, con Angélica, Aurora, Nelly y Luzmila, quienes, con su huelga de hambre, abrieron las puertas a la democracia.
Las mujeres paramos en todo el mundo porque ganamos menos que los varones por el mismo trabajo. Paramos porque las tareas domésticas no remuneradas recaen sobre nosotras, impactan en nuestras posibilidades de estudiar, trabajar y nos generan una doble jornada laboral. Paramos porque somos la mayoría entre los pobres del mundo, y la mayoría entre los trabajadores precarizados y peor pagados. Paramos porque somos desvaloradas en entornos laborales, cosificadas y hostigadas sexualmente en espacios públicos y privados. Paramos en contra de la homofobia y la transfobia. Paramos porque la violencia de género nos está matando.
Este año, el paro en Bolivia nos encuentra exigiendo la separación del Estado y la Iglesia, reclamando por el cumplimiento constitucional de un Estado laico. Hoy en Bolivia las feministas somos acosadas por una serie de fundamentalismos que buscan el retroceso de los derechos con “el retorno de la Biblia a palacio”, y su ofensiva contra lo que llaman de manera charlatana “ideología de género”. La protesta callejera nos une para repudiar la intervención de todas las iglesias sobre nuestros cuerpos, mientras protegen a los curas abusadores.
Salimos a las calles porque estamos seguras de que la anunciada crisis económica caerá sobre nuestros hombros. Seremos las primeras despedidas, las primeras en aceptar rebajas salariales, y las primeras que, frente al miedo de perder el ingreso de nuestros hogares, aceptaremos ser sobreexplotadas y precarizadas. Y somos conscientes de que quienes acatamos el paro somos privilegiadas porque tenemos un empleo y no ganamos nuestro sustento cada día en las calles.
Y sobre todo paramos porque estamos hartas de la violencia con la que el patriarcado nos mata, nos viola, nos atemoriza y nos disciplina en absoluta complicidad con un sistema de justicia fallido para todos, pero especialmente para las mujeres. En Bolivia paramos porque ser mujer es un peligro.
* es cientista social.