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Monday 18 Mar 2024 | Actualizado a 12:40 PM

¡Entreguemos pasión!

/ 4 de agosto de 2020 / 09:24

Todavía no llegamos a levantar las cenizas de los incendios del año pasado en la Chiquitanía y hoy vemos cómo el fuego se expande otra vez en el país. Somos un país tan rico en biodiversidad que en vez de tomar acciones sabias cometemos grandes errores de seguir dañando y destruyendo. Si al menos tuviéramos una pequeña reflexión sobre la importancia de conservación de nuestro Patrimonio Natural, estoy segura que otros serian los escenarios.

Para darnos cuenta de esta gran riqueza, Bolivia cuenta con 17.758 especies entre plantas vasculares y vertebrados. Nuestros bosques alcanzan el 3,5% de los bosques del mundo. Yungas, Amazonía, Gran Chaco, Bosques Interandinos y el Bosque Chiquitano, único en el mundo por su estado de conservación, habitan en nuestro territorio, que comprende 7 biomas, 36 regiones ecológicas y 205 ecosistemas, siendo uno de los 15 países más megadiversos del planeta. Bolivia tiene aproximadamente 14,8 millones de hectáreas (ha) declaradas como sitios Ramsar, encabezando la lista mundial con la mayor extensión de humedales de importancia internacional.

Cerca de la mitad de la superficie del territorio está cubierto por bosques, unas 40 millones de hectáreas se encuentran en las tierras bajas. Tenemos 22 áreas protegidas nacionales que constituyen el 17% del territorio, además de las áreas protegidas departamentales y municipales. Bolivia tiene 34 naciones y pueblos indígena originario campesinos. Tanta riqueza natural y cultural nos hace realmente sentirnos privilegiados de contar con tanto capital, que en vez de proteger y conservar, dejamos que sea destruido por nuestras propias manos.

Las presiones y amenazas afectan el funcionamiento de los ecosistemas y ocasionan alteraciones importantes de los bienes y servicios que éstos proporcionan.  Recordemos que el año pasado se quemaron 6,4 millones de hectáreas de bosques y pastizales, o sea 6 canchas de fútbol por minuto. En el periodo 2015-2018 la deforestación alcanzó 440 mil ha/año, es decir, 50 canchas de fútbol por hora.

Tanta riqueza natural nos exhorta a pensar qué estamos haciendo por la conservación de nuestro Patrimonio Natural. Se debe dar prioridad nacional a políticas que permitan un desarrollo con conservación. Es el momento de tener un Estado que priorice una agenda ambiental. Dejemos de lado el oportunismo y la imagen, entreguemos pasión a este país que tanto nos da.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

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Siempre sustentables

Karina Sauma

/ 13 de septiembre de 2023 / 08:39

La palabra sustentabilidad proviene del latín sustiniere que significa sostener o sujetar desde abajo. Entendiendo este concepto y su significado, las acciones de los seres humanos y su entorno deberían buscar una conexión con nuestros sentidos: mirar, tocar, oler, degustar, oír; esas señales primarias potenciales de acción son las que deberían activar conductas y promover prácticas amigables con el entorno.

Por medio de estas prácticas amigables definimos la sustentabilidad de una ciudad buscando crear “ciudades prósperas”, lugares donde las personas tienen una calidad de vida amigable con su entorno. La iniciativa ONU-Habitat de las NNUU define una ciudad próspera como aquella donde las personas encuentran satisfacción a sus necesidades básicas, se las provee de los servicios públicos esenciales y encuentran oportunidades para alcanzar sus anhelos y condiciones de bienestar.

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La carencia de una política nacional urbana integral y coordinada entre los diferentes niveles de gobierno ha generado una serie de problemas en nuestras ciudades. Entre ellos se destacan las deficiencias en infraestructura, la cobertura desigual de servicios básicos y equipamientos urbanos, la escasez de viviendas adecuadas, la falta de integración en el transporte público, el uso ineficiente de energía y recursos, y la persistente segregación socioespacial. Estos desafíos representan obstáculos significativos para la calidad de vida y la prosperidad de los ciudadanos urbanos. Un aspecto relevante y completamente olvidado es la cantidad de espacios verdes y para recreación necesarios en nuestras “selvas de cemento”.

Según la OMS, el espacio “verde” que una persona necesita en una ciudad para vivir de manera “sustentable” y “próspera” es de al menos 9m2 por habitante, mientras que para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el valor ideal de área verde es de 16m2 por habitante, cuando en América Latina la proporción es de 3,5m2/habitante. Estos espacios verdes desempeñan un papel esencial en la regulación de la temperatura y la humedad, al mismo tiempo que generan oxígeno y actúan como filtros contra la radiación y los contaminantes. La importancia de la convivencia en lugares con áreas verdes genera una mayor conciencia ambiental, puesto que no solo son destinos ideales para el esparcimiento, sino que su importancia va más allá de su valor intrínseco, que incluye su organización, calidad y nivel de protección. En muchas ocasiones, es su significado simbólico lo que los convierte en lugares verdaderamente apreciados por la comunidad.

En consecuencia, debemos repensar en ciudades siempre sustentables que prioricen el cuidado de sus recursos naturales, con oportunidades inclusivas para quienes habitan en ella, donde entender que la prosperidad no es la jugosa cuenta bancaria sino la calidad de vida amigable con el entorno. Para priorizar estos problemas y promover un desarrollo urbano más sostenible y equitativo, es esencial la implementación de políticas y estrategias integrales y coordinadas entre los diferentes niveles de gobierno para lograr un cambio significativo en nuestras áreas urbanas y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, para ser siempre sustentables.

(*) Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

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Una laguna seca y desolada

/ 1 de febrero de 2023 / 01:40

Sin agua, totalmente seca, se encontraba la Laguna Concepción, a finales de 2022. Para quienes no la conocen, es uno de los humedales más importantes del oriente boliviano, y en los últimos años apenas lograba mantener 6.000 hectáreas de espejo de agua, pero desde 2021, esta superficie no supera las 1.000 hectáreas. Esta laguna se encuentra en el corazón del departamento de Santa Cruz, dentro del Bosque Seco Chiquitano y hoy está seca, desolada y sin brindar sus servicios ambientales fundamentales a la región.

La expansión de la frontera agrícola y la deforestación han llevado a que este cuerpo de agua pierda su función ecosistémica de regulación de clima y provisión de agua y, así, afecte a las comunidades aledañas más allá de su valor de conservación para Santa Cruz. Las obras hidráulicas reflejadas en la construcción de canales y desvíos para riego, sumadas a las alteraciones climáticas provocadas por el cambio climático, han venido alterando la dinámica hídrica de la cuenca del río Parapetí, un sistema hidrológico que venía alimentando a la Laguna Concepción.

Este lugar fue denominado sitio Ramsar, en 2002, por ser considerado un humedal de gran valor por su exuberancia de palmeras, bosques, matorrales pantanosos y especies de fauna y flora. Hoy, Laguna Concepción está librada a su suerte, en una fase de deterioro unida con la agonía de animales que han perdido sus vidas y su lugar de vida por las amenazas que nosotros los humanos, junto con los eventos climáticos, venimos llevando al abismo. Este patrimonio natural de todos los bolivianos era reconocido por avistamiento de aves y fauna acuática, que hoy ya no pueden morar en el lugar por la total sequía.

Los reconocimientos mundiales no son suficientes si los beneficios ecosistémicos que proveen estos espacios naturales no son valorados por quienes deben hacer cumplir las normas en torno a las presiones y amenazas que afectan la biodiversidad del país. Los actores locales, muchas veces hacen todo su esfuerzo por conservar sus hábitats, pero vanos son estos cuando la ley es ancha para unos y corta para otros. Es fundamental la implementación de acciones para la conservación de sitios Ramsar que comulguen con la función ambiental por la cual han sido creados. Desde la sociedad civil hasta el Estado debemos asumir un compromiso para su conservación más allá de una declaración internacional que muchas veces queda en papel.

¿Hasta cuándo vamos a seguir perdiendo nuestros recursos naturales por dar lugar a un crecimiento económico de unos cuantos? ¿Hasta cuándo vamos a sacrificar nuestra biodiversidad por un desarrollo sin conservación? Un lugar como Laguna Concepción que cumplía una función ambiental natural respecto a la regulación del clima y provisión de agua hoy está en una disminución extrema. Las comunidades aledañas están totalmente dañadas ante semejante desastre natural. Un daño que perfila un escenario desolador y sin opción de reversión.

Es hora de comprender que la percepción del entorno debe tener una mirada holística, armónica e integradora hacia nuestros recursos naturales, bajo un equilibrio entre el medioambiente, la sociedad y el desarrollo. Desde siempre venimos manejando el concepto que es posible un desarrollo con conservación, bajo el entendido que la base no es la economía sino nuestros recursos naturales que cuidan y sustentan la economía de una sociedad íntegra y proba.

No sabemos a ciencia cierta si Laguna Concepción volverá a tener agua, pero sí estamos seguros que mientras sigamos impulsando un modelo de desarrollo adverso a la conservación de nuestro patrimonio natural, el escenario ambiental será muy dramático para el departamento.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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Déficit de naturaleza

/ 12 de octubre de 2022 / 02:20

Hace una semana nos encontrábamos en un evento importante sobre medio ambiente. Tenía que preparar las palabras para la inauguración y me sentía algo abrumada porque no encontraba cómo lograr hacer un “click” en las personas respecto a la importancia de generar conciencia ambiental. Hice una llamada importante a una amiga de Brasil, muy involucrada en medio ambiente y me dijo algo muy fuerte: estamos viviendo un déficit de naturaleza, necesitamos dejar de racionalizar y sentir, debemos encontrar mensajes reveladores que nos lleven a la acción, está claro que los datos por sí solos no están logrando los cambios.

Para no quedarme solo con la charla tan enriquecedora, investigué sobre el término “déficit de naturaleza” y encuentro que se introdujo allá por 2005 cuando el periodista norteamericano Richard Louv publica el libro El último niño en el bosque: salvar a nuestros hijos del trastorno por déficit de naturaleza. Louv menciona en una entrevista que le realizan que “acuñó la frase para que sirviera describir el costo humano de la alienación de la naturaleza y de la importancia de hablar de un problema urgente que estaba creciendo, pero no teníamos un lenguaje para describirlo”.

Esta desconexión con la naturaleza, ciudades de cemento, crecimiento acelerado y descontrolado está llevando a una crisis con grandes enfermedades emocionales y físicas. Nos estamos convirtiendo en piezas movibles, usables, desechables. Estamos en un momento de inflexión donde o tomamos una acción y re-conocemos que debemos actuar o simplemente dejamos pasar y asumimos esta situación como parte de nuestras vidas.

¿Cuán importante es para la vida de nuestros niños esta conexión con la naturaleza? Pues muy importante. Tenemos que comprender que los daños ambientales de alguna manera tienen un efecto negativo en las emociones del ser humano. Es un daño silencioso que necesita atención más que un resfrío, dolor de cuerpo o cabeza. Aunque no lo entendamos con la razón, debemos entenderlo con el corazón, comprender la necesidad de priorizar al ser humano en un ambiente armónico como un derecho irrenunciable.

Somos conscientes que estamos viviendo una crisis climática; la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado julio declaró el acceso a un medio ambiente limpio y saludable como un derecho universal. La gestión inadecuada de nuestros recursos naturales, los daños ambientales, la contaminación del aire, la tierra y el agua entre otros son de manera directa los grandes impactos hacia el planeta y a quienes vivimos en él. Pensar que el daño es al árbol, la planta o los bosques ya queda corto, el daño es al ser humano, a las emociones que muchas de ellas son muy difíciles de reparar si no tomamos la atención que corresponde. Necesitamos conectarnos, necesitamos generar empatía con el entorno, transmitir tranquilidad y calma, asociado con aquello que la naturaleza nos brinda.

Que el reto de hoy después de leer esta columna, sea salir a conectarse con la naturaleza. Dejen la tecnología archivada, vayan a buscar emociones, sentir, tocar la naturaleza, conectarse con ella. Estoy segura que será una gran experiencia que la volverán a repetir en reiteradas ocasiones. Que tu conexión genere una cadena en tu entorno.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN.

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¡El fuego está en nuestras manos!

/ 11 de mayo de 2022 / 01:53

En el departamento de Santa Cruz, según datos generados por la Fundación Amigos de la Naturaleza, en los últimos 10 años se quemaron aproximadamente 17,5 millones de hectáreas, de las cuales el 34% fueron bosque y el 66% formaciones sabánicas y campestres. El desafío actual está en transitar desde una mirada de atención a emergencias a una mirada de gestión integral, que consiste en acciones orientadas hacia la prevención, el uso del fuego, el control y comprender el rol ecológico, social y cultural que significa el fuego. La gestión integral del fuego antes que únicamente apagar incendios requiere una mirada de largo plazo, que en Bolivia estamos enfrentando y lo seguiremos haciendo los próximos años.

“Nosotros vivimos de lo que producimos, el incendio nos ha quemado todo lo que teníamos el 2019…” “Nosotros tenemos que realizar la práctica de los chaqueos como hacían nuestros ancestros”, son declaraciones que escuchamos de comunarios de la Chiquitanía que sienten en la piel el calor del fuego y tienen los conocimientos de sus ancestros para realizar estas prácticas. Ellos son conscientes del rol que tiene el fuego en sus vidas.

El uso del fuego es una práctica ancestral; sin embargo, su mal uso genera que cerca del 99% de los incendios forestales sean causados por la mano del hombre y, por supuesto, las condiciones climáticas potencian mucho más esta situación, ante escenarios cada vez más secos, más calientes, que sumados a la deforestación acelerada provocan más incendios forestales.

Hay que entender que enfrentar los incendios forestales no significa salir a apagar el fuego, sino crear agendas coordinadas entre los niveles de gobierno que coadyuven en brindar acciones de capacitación en prevención, uso y control del fuego para justamente no tener que salir a apagar incendios. Comprender el rol del fuego desde una perspectiva ecológica, reconociendo que forma parte de la dinámica de muchos ecosistemas, significa reconocer tanto sus beneficios como sus perjuicios a fin de desarrollar estrategias adecuadas que permitan aprovecharlo y minimizar los daños.

Contar con sistemas de monitoreo y alerta temprana de incendios forestales, mecanismos de coordinación y cooperación interinstitucional para la preparación y respuesta ante emergencias, personal organizado y capacitado para el combate, incluyendo bomberos profesionales y brigadas comunitarias, además de equipamiento e infraestructura de respuesta, son fundamentales en torno al enfoque de manejo integral del fuego.

Debemos entender la necesidad de integrar la realidad cultural-ancestral de las comunidades para manejar el fuego, que lleva intrínseca un enfoque holístico, ecológico y social junto con la visión del “manejo integral del fuego”, que consiste en reducir las amenazas a través del uso, prevención y control. Nosotros, juntos, podemos evitar los incendios forestales. ¡El fuego está en nuestras manos!

Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN.

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¿Nos importan los humedales?

/ 2 de febrero de 2022 / 02:51

Las fechas ambientales nos hacen reflexionar sobre el gran valor de biodiversidad que tiene Bolivia. Cada vez que aparece, el “Día de…” mostramos datos, hacemos reflexiones, nos enojamos o celebramos por la riqueza cultural y natural que tiene nuestro país. Hoy es 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, Bolivia se adhirió a la Convención de Ramsar en 1990 ratificando esta decisión mediante la Ley No 2357 el 7 de mayo de 2002. Hasta 2014, en el mundo se declararon 2.204 sitios Ramsar cuya superficie cubre los 204 millones de hectáreas; 11 se encuentran en Bolivia en una extensión de 14,8 millones de hectáreas que representan el 7% de los sitios Ramsar del mundo, consolidando a nuestro país con la mayor superficie de humedales de importancia internacional. Esos son los datos.

Según estudios realizados por la Fundación Amigos de la Naturaleza, el 31% de nuestro territorio está conformado por ecosistemas acuáticos, abarcando más de 34 millones de hectáreas. Sin agua no hay posibilidades de vida, los humedales son fundamentales para la reproducción de la flora y fauna. El documento de la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional revela las funciones ecológicas de los humedales como reguladores de los regímenes hidrológicos y como hábitat de una fauna y flora características, especialmente de aves acuáticas, y que los humedales constituyen un recurso de gran valor económico, cultural, científico y recreativo, cuya pérdida sería irreparable. Esa es una breve reflexión de lo mucho que hay por compartir.

Estos ecosistemas son subestimados por la población, cree que puede vulnerarlos construyendo puentes, deforestando y rompiendo su ciclo natural de vida bajo la consigna del desarrollo. La Revista Nómadas, https://bit.ly/3rh6grb, develó una dura pero triste realidad: deforestación, construcciones y gran avasallamiento en una zona de gran valor de biodiversidad como son los bañados del Isoso. Más de 3.000 hectáreas desmontadas, un puente ilegalmente construido de 150 metros de largo sobre el río Parapetí, y lo que vendrá en más 14.000 hectáreas compradas cercanas al Parque Nacional Kaa Iya. Para entender el valor de este sitio, me remito a una cita, “Los Bañados del Isoso son un sitio de reproducción, crecimiento, alimentación y refugio migratorio para cientos de especies de peces, reptiles, anfibios, aves y mamíferos (Convención RAMSAR 2001, Ibisch et al. 2002)”. Ese es el enojo.

La catástrofe ambiental que esto significa no está dimensionada por quienes dieron la venia o se hicieron de la vista gorda para semejantes atrocidades, y, por lo visto, por quienes compraron y se sienten dueños del lugar. No puedo evitar retornar a la reflexión: nos queda en estos momentos entender la importancia que un ecosistema acuático es fuente de vida por su importante diversidad biológica, social y cultural. Si, el enojo continúa.

Ahora entre enojo y demanda, más allá de las declaraciones y denominaciones de estos sitios, necesitamos políticas públicas y estrategias hacia la conservación de ecosistemas y una norma que no tenga contemplación alguna con la vulneración a lugares designados como sitios Ramsar u otros de carácter especial. Así también, el abandono hacia nuestras áreas protegidas y sitios de conservación del patrimonio natural es cada vez mayor, están librados a su suerte con una alta deforestación, minería, avasallamientos de tierras, narcotráfico, depredación. Siempre decimos, cuándo será el día que nuestros gobernantes comprendan que el desarrollo de un país se basa en su riqueza natural, que es posible un desarrollo país con conservación. Ahora, demandamos atención inmediata seria y consecuente con la Madre Tierra, dejemos la hipocresía y pantalla, atendamos las amenazas que nuestro país está siendo víctima por grupos que no tienen la más mínima idea o sí, tal vez, esta parte la escribo con bastante ironía, del daño que están ocasionando. El desarrollo integral y sustentable del país depende de la disponibilidad de agua almacenada en los humedales, posibilitando la generación de agua para el consumo humano, para la producción agropecuaria, la industria y la Naturaleza. El daño que hoy estamos aceptando, será la destrucción irreparable en el futuro.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

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