Movimiento ciudadano
De ese modo, la vida del habitante cambió, las urbes progresaron y la arquitectura se enriqueció conceptualmente.
Los movimientos que permanentemente se observan en el mundo, como respuesta a distintas demandas, han colaborado a que la humanidad dé grandes saltos hacia un futuro mejor, no solo en diferentes momentos históricos, sino a partir de otro tipo de situaciones como las pandemias, enfermedades y demás, que exigieron repensar el porvenir, la comprensión de la vida, a partir de nuevas soluciones destinadas a optimizar la calidad de la existencia y el hacer del habitante.
Así, a través de los siglos, aquello trajo consigo nuevas realidades que exigieron grandes propuestas de evolución para un renovado habitar del planeta.
De ese modo, la vida del habitante cambió, las urbes progresaron y la arquitectura se enriqueció conceptualmente, y como consecuencia avanzó formal y espacialmente preparada para el nuevo vivir ciudadano. Una evolución que fue permanente y acorde a las sendas que siguen las sociedades, lo que alentó a la simplificación del vivir humano.
Una forma de redescubrir la vida bajo un pensamiento objetivo y útil para el aprovechamiento de las diferentes etapas y sus grandes problemas y realidades inesperadas. Éstas fueron inspiradoras para comprender que la sociedad requiere asumir los distintos periodos y valorar sus movimientos como una constante propositiva de nuevas formas de vida acordes a los desafíos planteados.
De ahí que se puede aseverar que un movimiento no prescribe pautas específicas, pero se sabe que la vida es una aceleración del tiempo histórico y ello trae consigo evolución y transformaciones.
Movimientos de realidades en muchos casos discontinuas, como sucedió en Bolivia en 2019, cuando hubo un hecho que enfrentó a la sociedad a propósito de los comicios para el cambio gubernamental; o el caso de la aparición de la pandemia en 2020, que prácticamente forzó la evolución de la vida con una nueva visión de futuro.
Pero, siguiendo el análisis de 2019, habrá que decir que fue un momento histórico que permitió dar el primer paso a la transformación de esta nación, con la incorporación de jóvenes que lograron cambiar la historia política del país. Si se revisa la historia, se constata que cada cierto tiempo la forma de sucesión era de forma violenta.
Lo singular es que la movilización del año pasado conformó un movimiento gracias a los y las valientes jóvenes y demás ciudadanía, que de forma decidida evitaron el tránsito vehicular. Una forma de presión y de rebeldía frente a un sistema quizá arcaico por el que se quería hacer seguir transitando al país. Algo que no se puede dejar de mencionar es que la idea de ese movimiento juvenil era romper con aquel muro que los limitaba a crecer y buscar rumbos contemporáneos.
En el caso de la pandemia, ésta llegó en un momento muy importante para la historia boliviana, ya que todo el malestar social que tuvo lugar en 2019 y que aún lastima a la población, debe ser aprovechado para encaminar los cambios que exige la democracia: la evolución en el vivir, las ciudades adaptadas a los nuevos requerimientos de una sociedad con necesidad de contacto externo.
Pareciera que faltó tiempo para construir movimientos ciudadanos sólidos, con una mirada clara sobre la construcción de un país del siglo XXI. Al respecto, es preciso remarcar que todo movimiento es un fenómeno de una estructura que afirma que desconoce la palabra relativo.
También es cierto que no hay un movimiento sin un interés que lo vehicule desde el punto de partida hasta el de llegada, y menos un movimiento ciudadano sin referencia objetiva.
Sin embargo, se debe tomar en cuenta que “lo objetivo evidentemente podría captar una sociabilidad de inercia, en cambio lo subjetivo es capaz de motivar a crear el verdadero sentido de un movimiento ciudadano”.
*Patricia Vargas es arquitecta.