Voces

Sunday 1 Oct 2023 | Actualizado a 19:03 PM

Tuto

/ 5 de diciembre de 2020 / 01:20

No se conoce en nuestra historia otro delfín de dictador latinoamericano más paradójico que Jorge Quiroga Ramírez, aquel presidente accidental que entre 2001 y 2002 supo reemplazar constitucionalmente a su mentor, el Gral. Hugo Banzer Suárez, que en el tramo final de su vida no fue condenado por una sentencia ejecutoriada ante el juicio de responsabilidades que le iniciara Marcelo Quiroga Santa Cruz, asesinado en 1980 por paramilitares que conectaban a la entrante dictadura de Luis García Meza con Banzer reciclado a la democracia.

Tuto, que lleva el sobrenombre de su padre, Jorge Joaquín Quiroga Luizaga, representante de la dictadura banzerista (1971–1978) ante el Consejo Internacional del Estaño en Malasia, se ha pasado los últimos años, desde que fuera sometido a una paliza electoral en 2005 casi idéntica a la recibida por Carlos Mesa el pasado 18 de octubre, profiriendo cuanto adjetivo agraviante encontraba a su paso para referirse al dictador Castro, al dictador Chávez, al dictador Daniel Ortega, al dictador Nicolás Maduro y cómo no, al dictador Evo Morales que lo sacudió en las urnas 54 contra 28. En síntesis, lo paradójico consiste en que el hijo político del dictador con siete años de permanencia en la presidencia de Bolivia, se refiera en esos términos a personajes que a excepción de Fidel Castro llegaron a los gobiernos de sus países a través del voto ciudadano.

A Tuto nadie le decía ni mu, hasta este momento en el que resulta oportuno recordar que la Memoria y el Archivo existen. Varios de sus adversarios ya ni se molestaban en retrucarlo seguramente por considerarlo un muerto viviente de la política, un candidato que no pudo superar el 1% en las encuestas para las elecciones de 2020, con ese su anticomunismo en blanco y negro, de traje y corbata, que a estas alturas del siglo XXI resulta vetusto e incomprensible a las nuevas generaciones.

Hay que suponer que su intuición de rima fácil le fue dictando que había que llamar títere al candidato del MAS, ahora Presidente. O decirle cobarde a Evo Morales por haber salido del país en noviembre del año pasado, cuando fue él quien intercedió ante el Gral. Jorge Terceros, comandante de la Fuerza Aérea, ya que el puñado de golpistas entre los que por esas horas se movía —sí, Tuto terminó siendo golpista, igual que su maestro— era el más lúcido: “Si Evo Morales se queda en el país, el nuevo gobierno no aguanta”, pensaba, por lo que era aconsejable que se le diera el visto bueno para salir hacia México vía Paraguay.

El doble discurso es una vieja práctica en el escenario de la confrontación política. Fue Tuto, si se acepta la versión que informaba que la vida de Evo Morales corría peligro, uno de sus generosos salvadores, obviamente por necesidades inmediatas de consolidación de un gobierno que en la teoría debía ser exclusivamente de transición hacia nuevas elecciones, y que tomó cuerpo a partir de la violación de la Constitución Política del Estado y del Reglamento del Senado, con el ágil asesoramiento jurídico de Luis Vásquez Villamor, que aconsejó fabricar la habilitación de la nueva presidenta a través de una minuta emitida por el Tribunal Constitucional debido a un “peligroso vacío de poder”.

Habrá que recordar que esta generosidad demostrada en favor de la preservación de la vida de su archienemigo político no asomó, por ejemplo, cuando en 2002 se dedicó a boicotear al binomio de su propio partido, Acción Democrática Nacionalista (ADN), conformado por Ronald MacLean Abaroa y Tito Hoz de Vila (+), en tiempos de una agria disputa interna generacional que enfrentaba a los llamados “pitufos” de los que él se constituía en líder, frente a los viejos amigos del General, etiquetados como “dinosaurios”. Más adelante, la justicia poética se encargaría de su destino, convirtiéndolo en ser pensante del derrocamiento de Evo, nombrado embajador itinerante para explicar el “procedimiento” de la llegada de Jeanine Áñez a la silla presidencial y más tarde implacablemente sancionado por la opinión ciudadana a través de encuestas que nunca lo situaron por encima de ese 1% de las preferencias: El buen amigo de la Embajada de los Estados Unidos quedaba así, afuera de la contienda, no por generosidad personal como pretendió posicionar, sino simplemente por incapacidad competitiva.

Habrá que decir en favor de este protagonista de la democracia pactada, exvicepresidente de Banzer antes que nada, que se perfilaba como el mejor candidato posible de la derecha: Todos sus socios golpistas debieron deponer sus candidaturas para potenciar la de Tuto, que por supuesto es el neoliberal más estructurado de todos quienes han participado en la última contienda de la que se salvó de recibir otra goleada como la de 2005, por abandono. El voto “útil” no estaba destinado para él.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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La sentenciada

/ 23 de septiembre de 2023 / 00:38

Las imágenes de la mujer de la pintura roja son las que mejor resumen la brutalidad y la violencia política que se practicó en el golpe-gobierno de facto que mantuvo en la presidencia del Estado a Jeanine Áñez entre el 12 de noviembre de 2019 y el 7 de noviembre de 2020. La mujer de la pintura roja se llama Patricia Arce, hoy senadora del MAS por el departamento de Cochabamba, y en aquel tiempo, hace ya casi cuatro años, alcaldesa de Vinto a la que los paramilitares de la Resistencia Juvenil Cochala expusieron ante las impasibles cámaras y micrófonos de los medios de comunicación de la derecha que parecían experimentar una indescriptible y morbosa satisfacción: Había que sentarles la mano a los masistas de mierda que querían eternizarse en el poder.

La imagen de Patricia Arce, bañada en pintura de la cabeza a los pies, arrodillada y conminada a pedir perdón, la presionaron al extremo de decir que si su pueblo se lo pedía renunciaría a su cargo de alcaldesa. El registro rojo sangre de Arce grafica y simboliza el odio acumulado contra quienes osaron irrumpir (2006) en los dominios del hasta entonces inexpugnable poder k´ara de la excluyente democracia boliviana. Milena Soto, la mujer más visible de esta Resistencia cochabambina —a la que la propietaria de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, Amparo Carvajal, calificó como “una resistencia necesaria”— agredió a patadas a Patricia, mientras esta lloraba desesperada y clamaba vanamente para que cesara tan abominable humillación.

Patricia Arce la agredida, Milena Soto la agresora y Amparo Carvajal, la monja que bendecía la persecución sañuda contra masistas que osaban ondear wiphalas en los últimos momentos en que el derrocamiento de Evo Morales era irreversible, configuran episodios de estas mujeres de diferentes talantes, y a ellas hay que sumar a Jeanine Áñez, la presidenta de facto; a Karen Longaric, la canciller, una loba con piel de cordero y a Roxana Lizárraga, la ministra de Comunicación que decidió hacer una visita guiada para periodistas en el afán de mostrar los aposentos y las sábanas del apartamento presidencial situado en el último piso de la Casa Grande del Pueblo que ha sustituido al viejo Palacio Quemado de la plaza Murillo.

A Jeanine la guiaba su ministro de Gobierno, Arturo Murillo, un delincuente disfrazado de político hoy sentenciado en los Estados Unidos por un negociado de compra de artefactos para reprimir a los revoltosos que no admitían la manera en que se había sacado a Evo del gobierno. A Longaric no hubo necesidad de guiarla para atropellar a médicos cubanos que prestaban servicios sociales de salud en Bolivia, expulsándolos del país, o para reconocer al impresentable Juan Guaidó, autoproclamado presidente encargado de Venezuela, o para violar la Convención de Viena negando salvoconductos a los asilados en la Embajada de México, altos personeros del gobierno defenestrado. A Lizárraga tampoco hubo necesidad de darle instrucciones para amedrentar a periodistas argentinos que llegaron a La Paz para cubrir informativamente la convulsión que experimentaba nuestro país, a quienes tachó de sediciosos (¿?).

Patricia Arce es el símbolo femenino de las mujeres bolivianas perseguidas, discriminadas y agredidas. Amparo Carvajal, Milena Soto, Jeanine Áñez, Karen Longaric y Roxana Lizárraga han inscrito sus nombres como partícipes y responsables de la interrupción de la democracia, consumada el 12 de noviembre de 2019. Arce y las humildes y luchadoras mujeres del MAS-IPSP son las víctimas mientras que las otras, fieles representantes de la Bolivia racista y violenta son, cada una en grados distintos de responsabilidades, las victimadoras, las que en su incontenible odio terminaron desnudándose como una potente expresión de la miseria humana.

Con todo este contexto, con las argumentaciones jurídico legales esgrimidas durante 15 meses (marzo 2021-junio 2022), Jeanine Áñez es hoy la principal sentenciada en el caso Golpe de Estado II y las tropelías cometidas bajo su mando como las masacres de Senkata, Sacaba-Huayllani y El Pedregal son parte de otro proceso en curso denominado Golpe de Estado I. Áñez está pagando sus delitos al haber sido condenada por resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes y por incumplimiento de deberes, mientras que Longaric y Lizárraga residen en Alemania y Estados Unidos, huidas luego de su infausto paso por un gobierno nefasto y al que la corporación de opinadores se niega a evaluar, consciente de que defender esa “transición” es imposible por la carencia de argumentos: Son odiadores, pero no tienen con qué.

Áñez fue presentadora de televisión, esposa de un alcalde de Trinidad y de un colombiano al que se sindicó de vinculaciones con el narcotráfico, y sus comienzos políticos hay que examinarlos en su militancia en Podemos de Tuto Quiroga, el delfín del dictador Banzer. No es casual, por lo tanto, que la inspiración ideológica del golpe de 2019 haya sido el banzerismo.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Del Castillo-Andrónico 2030

/ 9 de septiembre de 2023 / 02:38

Invariablemente lacónico y sobrio en sus maneras, Andrónico Rodríguez salió a desmentir discretamente a Evo Morales acerca de una supuesta candidatura vicepresidencial para las elecciones de 2030. El jefe del MAS hizo esta afirmación en la última edición de su programa dominical que emite en radio Kawsachun Coca desde el subtrópico cochabambino en el que ubicaba a Andrónico como segundo de un binomio que encabezaría el actual ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, para los subsiguientes comicios presidenciales, debido a que en 2025, la fórmula Arce-Choquehuanca estaría prevista, nada menos que para dar fin con la carrera política de quien gobernara Bolivia casi durante 15 años consecutivos. Evo cree que el camino elegido por quien gobierna hoy es eliminarlo de las opciones políticas para las elecciones a realizarse en algo más de dos años.

Rodríguez dijo que esto no era cierto y su versión queda ahí, con todas las audiencias que hasta hoy no han podido escuchar de parte del actual presidente del Senado ningún planteamiento relacionado con la agenda nacional y ninguna idea novedosa que pueda ayudarlo a posicionarse en situación de liderazgo como señal inequívoca de una carrera pública que se encuentra en sus primeros años de existencia. Andrónico ha resultado parco, soso y notablemente inexpresivo.

Mientras Andrónico andaba en la formalidad de una conferencia de prensa ofrecida desde el recinto institucional de la Cámara Alta, Eduardo del Castillo ni se mosqueó con la nueva declaración del jefe de su partido, por el que saliera a trenzarse a puñetes y patadas con “pititas”, policías y militares en noviembre de 2019, cuando trabajaba junto a Adriana Salvatierra en la Asamblea Legislativa Plurinacional y formaban parte de Columna Sur, facción masista de juventudes de Santa Cruz. El gobierno de Evo se desmoronaba, pero Del Castillo y muchos más de su generación estaban ahí defendiendo la legitimidad presidencial y la idea de que concluyera su mandato en enero de 2020.

No tenemos certeza si con vocación anticipatoria o en plan víctima, Evo Morales subió a Del Castillo-Rodríguez a un podio al que muy probablemente no tenían idea acceder estos dos jóvenes masistas y menos de manera tan temprana. Si Evo pensó que el futuro del MAS y de su proyecto político deberá estar en manos de quienes hoy tienen entre 35 y 50 años, significaría que no está dispuesto a repetir la historia en clave de farsa, incurriendo en los mismos errores táctico estratégicos que supo cometer el MNR entre los años 60 y 90. Si por lo contrario, Evo puso en evidencia a los dos binomios, según él fabricados desde la Casa Grande del Pueblo, para decir que está en marcha un plan para impedir su candidatura, significa que Evo se autodefine como el principio y el fin del MAS.

En una abierta arremetida a cargo de portavoces evistas, entre parlamentarios, exministros y tirasacos profesionales, ha sido precisamente el supuesto candidato a presidente para 2030 el que más ataques ha recibido con un repertorio que va desde su derechización hasta su abierta complicidad con el narcotráfico. El único que obró con hidalguía acerca de este personaje y su agenda fue el ex vicepresidente Alvaro García Linera, que llegó a elogiar al ministro de Gobierno por “hacer bien su trabajo” capturando a personajes protagónicos del golpe de 2019 como Jeanine Áñez y Luis Fernando Camacho. Semejante sinceridad le costó al otrora hombre de confianza de Evo una lluvia de insultos y acusaciones que no lo pasaban de traidor y de “estar trabajando con el gobierno de Lucho”.

Eduardo del Castillo instruyó investigar a fondo la corruptela instalada por su antecesor Arturo Murillo, que en tiempos de Jeanine era quien cortaba el bacalao. Este mismo “niño Ministro”, así apodado por el hijo de un fascista de la dictadura de Banzer, que se cargó a Jeanine, Camacho, y Pumari, intervino decisivamente en el apresamiento de un individuo llamado Misael Nallar, a quien se lo vincula con el clan Lima Lobo y se lo acusa de legitimación de ganancias ilícitas. Pero la historia no acaba ahí, porque éste al que el exministro Carlos Romero amenazaba con “mostrar pruebas de su vinculación con el narco”, continuó su camino airoso porque las denuncias del exministro de Gobierno de Evo Morales nunca pasaron de la amenaza y el exhibicionismo mediático, mientras Del Castillo comenzaba a desmontar con la Policía Boliviana el aparato exportador de cocaína instalado por un tal Sebastián Marset, ciudadano uruguayo a quien facilitaron identificaciones falsas algunas autoridades bolivianas en 2018. Con este panorama, si finalmente el “niño Ministro” llegara a capturar a Marset, podría finalmente, sin proponérselo, darle la razón a Evo para convertirse en algún momento en candidato a la Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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El peligro del desencanto

/ 26 de agosto de 2023 / 07:03

En las últimas cuatro décadas, la vida política de Bolivia nos ha enseñado que una alianza entre pueblos indígenas, campesinos y trabajadores de las ciudades con un sector de la clase media comprometido en el acompañamiento a ese bloque popular desde los saberes humanísticos, jurídicos, políticos y sociales, podía generar círculos virtuosos en espiral ascendente que permitieran estructurar un país dialogante y eficaz en la desactivación de todas las formas de racismo y de discriminación que han traído consigo desmembramientos territoriales, saqueo de las riquezas naturales, masacres en defensa del orden establecido y el capital, y violencia política en nombre de la libertad entendida e impuesta desde el conservadurismo y el liberalismo a lo largo y ancho de nuestra historia.

Los progresistas bolivianos que pusieron todas las fichas en la ruleta del “proceso de cambio”, desempeñaron roles de un notable activismo político y de gestión pública, para que la realidad de la inclusión social y la ciudadanización de conglomerados marginalizados se materializara en tareas que comenzaron con el cumplimiento de la llamada Agenda de Octubre (2003), la generación de un proceso constituyente y el cambio de matriz de políticas económicas que mutara de capitalizaciones y privatizaciones a nacionalizaciones, redimensionando así el tamaño del Estado y su gravitación en la sociedad, lo que dio lugar a la puesta en vigencia de políticas públicas con objetivos de equidad en la redistribución de los ingresos nacionales como nunca antes había sucedido.

Para que esto fuera posible, no fue el Movimiento Al Socialismo (MAS) el iniciador de esta que en su momento se constituyó en gesta épica. La base política de sustentación en el triunfo electoral primero y en la definitiva toma del poder a continuación, tiene su origen en el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que delineó su andadura a través del pueblo organizado a través de sindicatos que constituyen movimientos sociales respaldados por un discurso emancipatorio y de reivindicación de las mayorías que encontró en el Pacto de Unidad conformado por campesinos, indígenas, interculturales (antes llamados colonizadores) y mujeres, el aparato organizativo que relegó a la Central Obrera Boliviana (COB) a un rol de acompañamiento ideológico y político, y que alcanzó tan grande potencia, al punto de haber legitimado en las calles, en las carreteras y en las zonas rurales del país todas las acciones que luego, el engarzamiento del MAS con el IPSP, llevaría adelante Evo Morales en su periplo gubernamental de casi tres lustros.

Para la prosecución fluida y convincente de la llamada “revolución democrática y cultural” era necesario que el rasgo decisionista, predominante en la acción política de Evo Morales como Presidente, encontrara sentido estratégico con prospectiva de largo plazo en la continuidad y la alternancia, cosa que no sucedió porque ese decisionismo eligió la ruta de la búsqueda de una repostulación contra viento y marea que estuvo expresada en el violentamiento de la decisión de un No a esas pretensiones en un plebiscito y en un garrafal error traducido en invento constitucional acerca de una candidatura presidencial, entendida esta como un derecho humano, enfoque que dio lugar al golpe de Estado de noviembre de 2019 y a una posterior decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, rectificando la gansada del Tribunal Constitucional de nuestro Estado Plurinacional: “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos” (agosto, 2021).

A dos años de la respuesta de la Corte Interamericana a solicitud de opinión consultiva del gobierno de Colombia, Evo Morales ha decidido que la continuidad y alternancia a la que se vio obligado para la nominación del binomio Arce-Choquehuanca (2020) ha llegado a su fin y estamos a las puertas de que pueda suceder lo hasta hace pocos meses inimaginable con una confrontación entre facciones campesinas por el control de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Con semejante cuadro de situación, el peligro del desencanto en un proceso en el que se creyó fervientemente se encuentra instalado. Evo quiere volver a ser candidato y el presidente Arce no se pronuncia acerca del que sería su legítimo derecho a la reelección en 2025.

El Pacto de Unidad se va desfigurando en el divisionismo capaz de aplastar ambiciosos proyectos histórico políticos. Ante situación de tan penosa gravedad, solo queda citar a Fidel Castro: “Frente a un enemigo que ataca, la división no tiene ninguna razón de ser y ningún sentido. Y en cualquier época de la historia, hasta que las revoluciones se hicieron conscientemente, como fenómeno plenamente comprendido por los pueblos, la división frente al enemigo no fue nunca estrategia correcta, ni revolucionaria, ni inteligente.”

Julio Peñaloza Bretel es periodista

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La sociedad distraída

/ 11 de agosto de 2023 / 21:53

Expertos en Big Data, activistas de redes sociodigitales, estrategas de posicionamiento de agenda política en tiempos de gestión gubernamental y en eventos electorales, coinciden en afirmar que a por lo menos un 40% de los productores-consumidores en la esfera pública instalada en internet, les interesa un soberano cacahuate la política, las luchas sociales, las versiones golpe o fraude, la explotación del litio, la depredación del medio ambiente y otros asuntos vinculados con la agenda planetaria que involucra a la economía, la política y los conflictos que de ellas se derivan en intensidades distintas.

Miro con atención los estados de WhatsApp, los tiktoks que llegan de rebote, los tuits, ahora sin pajarito y con X, algún texto o video en Facebook y llego a la conclusión de que las No Cosas sobre las que filosofa Byung-Chul Han, se consolidaron con la pandemia que durante tres años nos azotó y nos virtualizó para siempre: entre una, dos, tres, cuatro o cinco vacunas y reuniones Zoom para todo y para nada, porque la cuarentena con tanquetas y vigilancia policial nos obligaba (año 2020), hemos ingresado de lleno a la igualación de los contenidos que van desde el asesinato de una niña de 11 años en Lanus cuando se dirigía al colegio, hasta el debate de si el que se subió a escenarios argentinos la semana pasada era verdaderamente Luis Miguel o un doble.

Somos lo que se ve de nosotros y cada vez menos, lo que se palpa y respira de nuestras voces y cuerpos. Todo ha comenzado a gestionarse y resolverse a través del enredo armado por internet y en esta medida, la sociedad interconectada ahora juega a roles que hasta hace nada más una década estaban reservados para los llamados hombres públicos y mujeres públicas: gobernantes, políticos, actores, periodistas, cantantes, bailarines y poco más. Hoy día, quien tenga una cuenta en TikTok o YouTube se siente en condiciones de “generar contenidos”, aunque esos contenidos sean la nada: lavarse los dientes, la última travesura del gato de la casa, las nuevas uñas de acrílico, el último meme con Los Simpson pirateados y ahora más radicalmente, versiones musicales producidas con inteligencia artificial en que la “voz” de un rockero ha sido perfectamente creada y formateada por una máquina.

Con semejante explosión visual-audio (no audiovisual), con la saturación de imágenes que invaden nuestros celulares a toda hora, todos los días, ya da lo mismo una oferta de yoga y meditación, la última foto del perro Schnauzer de una senadora pandina o la que subieron los administradores de redes de Lula que posa junto a Dina Boluarte, la presidenta ilegitima y represora del Perú que ha superado en ambición y talante a Jeanine Áñez. ¡Qué horror! habríamos exclamado hace algunos años, cómo el líder histórico del Partido de los Trabajadores brasileño ha sido capaz de retratarse con esa racista y masacradora del pueblo peruano. Hoy esa indignación ha quedado prácticamente congelada por tanta imagen con la que nos emborracha todos los días esa ciudadanía inconexa y errática que ha elevado la seguidilla de anécdotas que le proponen las redes a forma de vida cotidiana: un meme, qué palabra horrible, de lo más grosero y ofensivo para la inteligencia humana termina siendo lo mismo que la fotografía con la mandíbula en claroscuro de Marlon Brando encarnando a Vito Corleone en El Padrino de Francis Ford Coppola, y a continuación el video de un concierto masivo en el que todo el mundo tararea la canción final del show con los celulares en alto como si fueran velas o antiguas linternas. Miles de personas reunidas en un estadio, pero en primer lugar, con los teléfonos móviles como extensión corporal como si se tratará del undécimo dedo o el tercer ojo.

Con semejante cúmulo de estimulación sensorial se comprenderá mejor por qué la sociedad deambula los días cada vez más perfectamente distraída. Ya ni se acuerda del pobre Luisfer recluido en Chonchocoro con el rostro demacrado y dándose aires con el rechazo a la asistencia de 13 médicos enviados por el régimen penitenciario. El Banco Fassil, el experto en envíos de sustancias controladas buscado por aire, tierra y ríos, el interventor muerto del que la mayoría ni siquiera se enteró, el fabricante de ítems fantasmas, la exalcaldesa millonaria y recluida en Palmasola, el alcalde que se va a Estados Unidos como si estuviera en Porongo, todo eso es tan importante como el nacimiento del primogénito de Anabel Angus, el nuevo desfile fashion en todas sus versiones sociales o la última goleada recibida por Blooming ante Bolívar.

El último gran acontecimiento político de Bolivia fue la nacionalización de los hidrocarburos. A partir de ese momento, no lo sabíamos, la cuenta regresiva para instalar la igualación — no el igualitarismo por conciencia y social y compromiso— que multiplica conductas distractivas y desatentas, nos ha conducido a este mundo de hoy, entre tanto tic tac, entre tanto Big Bang, como nos lo recuerda siempre Jorge Drexler.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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El delirio organizado

/ 29 de julio de 2023 / 02:04

Los colaboradores y colaboracionistas del régimen de facto de Jeanine Áñez, los criminalizadores de indios y campesinos que osaron salir con wiphalas a defender la permanencia de Evo Morales en el gobierno en noviembre de 2019, finalmente masacrados; los operadores mediáticos premiados con pauta publicitaria aprobada por la entonces ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga; los linchadores digitales que se dedican 24/7 a perfeccionar en plan “pitita” métodos y arremetidas de odio, todos esos y esas, han decidido habitar el mundo a partir de la suma de delirios de distintos tamaños y grosores, ilusionados con que el corazón partido del MAS podría permitirles una victoria electoral por descarte en 2025.

Estos personajillos que ya han alcanzado estatus de caricatura bizarra, han preferido apostar por el retroceso que conduce al retorno hacia la vieja República. Quieren regresar, nostálgicos y heridos en su demacrado orgullo, por los fueros del país excluyente en el que cada quien deberá volver a ocupar el lugar de antes, el de la invisibilidad y la exclusión en las acciones y decisiones ciudadanas, para que ellos y ellas, siempre tan geniales, se dediquen a reinstalar el reino neoliberal, a abrirles las puertas a voraces inversionistas para que recuperemos nuestra histórica identidad de país saqueado, despojado y masacrado. Ni imaginemos lo que podría suceder con el litio en manos de estos cipayos enemigos de la plurinacionalidad étnica. Dicen que Bolivia está en el peor momento de su historia y para intentar argumentar —no pueden, no tienen fundamentos— consideran, tácticamente, que la descalificación personal y el insulto menos imaginativo es el camino hacia el triunfo.

Uno que fuera ministro consejero en México durante el gobierno de Áñez ha sugerido a través de su cuenta de Twitter que es un deber organizar un escupidero nacional para que un señor de apellido Salazar sea escupido porque “él cree poder compararse con Amparo Carvajal”, la abnegada exmonja que tiene como propiedad a la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB). Este mismo individuo, lo recuerdo muy bien, vendía paellas en una plaza de comidas, y me imagino que con tan espiripitiflaútica convocatoria, tiene sobrada experiencia en el oficio de escupir y para ello es probable que haya hecho sus primeras armas aderezando con saliva los platos que servía para darle mejor sabor al arroz, los mariscos, los calamares y demás bichos marinos: pobres comensales, arroz a la valenciana con saliva, y por si fuera poco, con precio a pagar, tarifa infección estomacal gourmet.

Salidos de la vaina, a un mes del cierre del diario en el que publicaban semanal o quincenalmente, los motivos que conducían a estropear teclados como expresión de impotencia y frustración, estos militantes del delirio organizado andan ahora desparramados y dispersos tratando de buscar la manera de recapturar a sus lectores, esos que forman parte del objetivo de convencer a convencidos, los mismos que, enfermos de importancia, insisten vanamente en que hace cuatro años no hubo golpe de Estado, que la llegada de Jeanine, oriunda de San Joaquín, Beni, a la Presidencia, se hizo con todas las de la ley y que nada más hubo un fraude electoral. Al año siguiente —2020— insistieron con la narrativa del fraude, fueron a tocar las puertas de los cuarteles —los golpes de Estado pueden ser cívico militares aunque los analistas de manual lo nieguen a tiempo completo—, pero el “fraude” ya pasaba el 55% de los votos y así el binomio Arce-Choquehuanca recuperó la constitucionalidad de la Presidencia y la Vicepresidencia.

Delirantes como nunca antes hubo en nuestro bestiario político, unos son agentes de la CIA, o por lo menos aspirantes a semejante honor, otros son agentes del Opus Dei y de otras variantes de la inteligencia eclesiástica ahora averiada por tanto pederasta con sotana que ha erosionado las Compañías de Jesús, algunos han logrado refugio temporal de coyuntura consiguiendo votaciones legitimadoras en las últimas elecciones subnacionales y los que expresan públicamente a toda esta cáfila de reaccionarios de tonalidades varias, dicen ser periodistas cuando en realidad ya tienen corazones paramilitares y parapoliciales, ataviados de cuero racista y muy valientes desde la distancia sociodigital para soliviantar a la gente contra todo lo que huela a “masismo”, que para ellos huele peor que los escupitajos que promueve Julio Aliaga Lairana.

Hay un escrachador que el solo pronunciar su nombre genera vergüenza ajena. Ese que dijo que estaba bien insultar en la calle a un periodista porque era sospechoso de jugar a palo blanco de un político. Este, por supuesto, es mucho peor que el promotor de escupitajos. Todo indica que no ha calculado, que el momento menos pensado el escrachado sea él, acusado de haberse vendido a los gringos. Se trata de un delirante que ha renunciado a la verdad como sustento del oficio periodístico. Aquí están, estos son, los delirantes de la plurinación.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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