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Tuesday 30 Apr 2024 | Actualizado a 12:11 PM

Las sombras del FONDO

/ 8 de marzo de 2021 / 04:22

Durante la conferencia de Bretton Woods de 1944, se creó el Fondo Monetario Internacional (FMI) como parte del sistema económico internacional que reconfiguró el nuevo escenario mundial con la división de las áreas de dominio e influencia territorial, incurriendo en un colonialismo moderno. La finalidad de su creación versa en la estabilidad del sistema monetario internacional, a objeto de garantizar la estabilidad financiera de los países miembros, políticas que fueron aplicadas en la época de posguerra.

La participación del FMI en Bolivia fue poco significativa hasta los años 70, alcanzando protagonismo después de la crisis de la deuda y el final de la guerra fría a finales de los años 80. En concordancia con estos hechos, esta entidad cambió sus directrices adoptando su interés en el liberalismo económico, por lo que este contexto fue el espacio propicio para el relanzamiento y posicionamiento ideológico en la región.

Durante la primera parte de los años 80 del siglo XX, Bolivia estaba en plena crisis económica producto de la elevada deuda externa, que tuvo consecuencias funestas como la hiperinflación, únicamente comparables con épocas de conflictos bélicos, decrecimiento del Producto Interno Bruto, y un descontento generalizado con un gobierno popular que intentaba enarbolar las banderas de la revolución nacional, pero que dada esta situación extrema, abandonó los ideales nacionalistas. Asimismo, el deterioro de los términos de intercambio de nuestro país, exportador de materias primas, condujo en el largo plazo al desequilibrio de la balanza de pagos, lo cual obligó a la búsqueda de financiamiento externo con la finalidad de salir de esta extrema situación.

Este escenario se convirtió en una oportunidad propicia para ejercer el dominio del FMI sobre un país en extremo necesitado de recursos externos para superar la crisis, por lo que a mediados de los años 80 se gestó la intervención de organismos internacionales que prepararon sendos paquetes de medidas tendientes a contrarrestar y superar la crisis del país, pero que a la par imponían la ideología de los países desarrollados. Con la implementación del Programa de Ajuste Estructural, el FMI condicionó la otorgación de créditos, implementando el chantaje de los denominados “créditos atados”, estas medidas de naturaleza ortodoxa lograron controlar la hiperinflación y estabilizar el tipo de cambio, pero el costo social fue muy alto, ya que demandaban ajustes de índole económico de carácter regresivo.

Las medidas afectaron principalmente a los sectores más vulnerables, que perdieron su fuente de empleo y se vieron obligados a desarrollar actividades desconocidas para ellos, sin alternativa alguna que pueda representar un empleo sustituto; por otra parte, se incrementaron los niveles de pobreza, de desigualdad, se acentuó la discriminación clasista y se profundizó la pigmentocracia, entre otras consecuencias.

En los años 90, cuando la economía boliviana viraba hacia el neoliberalismo, se estableció la segunda etapa del programa de ajuste estructural, cuyo elemento central era el proceso de privatización de las empresas públicas, sin importar su nivel de rentabilidad; este proceso se denominó “capitalización”, cuyo objeto era ceder el patrimonio nacional a empresas extranjeras a precios que solo consideraron su valor en libros. Este hecho representó para los gobernantes de turno el beneplácito de los organismos internacionales y principalmente del FMI, poco a poco las empresas públicas pasaban a manos privadas afectando a miles de trabajadores que se vieron de la noche a la mañana sin empleo.

A principios del nuevo milenio, la ideología implementada se había afianzado con la intensificación del libre comercio y se pretendía completar el proceso de privatización de las empresas estratégicas, que tenían un componente residual en propiedad de los bolivianos. El FMI condicionó nuevos créditos para completar las transferencias plenas de las empresas públicas a manos privadas, utilizando como argumentos el déficit fiscal y la implementación de un impuestazo que afectaba directamente a la clase trabajadora del país. La reacción de la población ante semejante situación generó una crisis política que derivó en conflictos internos que costaron la vida de muchos compatriotas, en tanto el FMI y otros organismos internacionales observaban el desenlace de los sucesos que ellos habían generado en complicidad con la clase política entreguista que gobernaba el país.

En 2020, después de 15 años de ausencia, el gobierno de transición acudió a esta instancia internacional bajo la excusa de atender la pandemia, negociando de esta manera recursos condicionados que significaban para los bolivianos retornar a los años de dependencia económica, perder la soberanía y someter a nuestro país a cambio de dólares foráneos; una operación que, además, no tenía ningún tipo de legitimidad y que vulneraba la normativa constitucional, razones suficientes para devolver los recursos indebidamente recibidos.

La historia descrita muestra solo sombras en el paso desafortunado del FMI por Bolivia, senda que solo dejó luto, pobreza y recesión para la mayoría de la población boliviana.

 Gustavo Gómez es economista.

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La mitomanía de la crisis

La generación de incertidumbre con relación a la economía boliviana no es un tema nuevo

Gustavo Gómez

/ 29 de abril de 2024 / 12:14

La construcción de irrealidades se inició a partir de afirmaciones como el “piloto automático”, “ya vienen los efectos de la crisis financiera”, “el modelo solo funciona por el precio de los minerales”, “el efecto rebote”, entre otros cuestionamientos al modelo económico implementado en el país, argumentando además “nació muerto”, afirmaciones poco fundamentadas y que van más allá de la teoría económica. 

La economía se mueve con base a los ciclos económicos en los cuales existen etapas identificadas: crecimiento, estabilidad, desaceleración y recesión, y que toda economía a lo largo del tiempo sufre estas vicisitudes independientemente al modelo aplicado. Es por esto que la teoría económica sugiere que las autoridades deben adoptar medidas para aprovechar los periodos de crecimiento y estabilidad para afrontar y mitigar los efectos de las etapas de desaceleración y recesión.

Revise: La senda de la bolivianización

Las economías desarrolladas, en diferentes periodos de la serie de tiempo de su producto interno, han sufrido etapas de profunda recesión, lo cual, por supuesto, no supone considerar como un fracaso total de su modelo aplicado, pero sí entenderlas como señales de agotamiento y que requieren ajustes necesarios y oportunos.

En los últimos años, la economía mundial y nacional enfrentan desafíos de recesión, debido a los efectos que aún persisten por el COVID y sus variantes, así como los conflictos bélicos que se desarrollan sin solución, periodos de crisis económica y política en la región, el incremento de los precios de los productos, entre otros aspectos que, sumados a conflictos sociales internos, inciden negativamente en la actividad económica de la mayoría de los países, incluido el nuestro.

Pese a este panorama, los principales indicadores macroeconómicos en nuestro país se encuentran estables o controlados: crecimiento, inflación, tipo de cambio y empleo, lo cual no es objeto de discusión e interpretación, por el contrario, denotan resultados adecuados por la adopción de medidas acertadas en un contexto externo e interno adverso.   

Es perverso pensar que mientras el Estado efectúa todos los esfuerzos para mantener la estabilidad económica que beneficia a la población, algunas personas hacen los mismos esfuerzos, pero para generar la idea de que estamos atravesando una gran “crisis económica”, apelando a todo tipo de argumento posible e interpretando la economía desde una perspectiva inadecuada. 

La generación de incertidumbre con relación a la economía boliviana no es un tema nuevo, viene desde hace más de 18 años con los mismos argumentos y las mismas sugerencias para la aplicación de viejas recetas que no fueron diseñadas para la realidad del país, pero que, pese a todo, en su momento fueron aplicadas con resultados poco halagüeños para Bolivia, dejándola sin propiedad alguna de empresas estratégicas ni recursos naturales.

El individualismo económico y la manera de querer ver las cosas muestra, en muchos casos, la verdadera intención que tienen, generar incertidumbre y participar de algún proyecto político o propio, cual salvadores de la patria. Es derecho de todo boliviano aspirar a ser la primera autoridad del país, previo cumplimiento de requisitos, pero es inaceptable descalificar toda medida aplicada y hacer pensar a la población que el modelo vigente es el incorrecto, cuando hay resultados que muestran todo lo contrario.

Sería importante que las personas que tratan de generar la idea de una supuesta crisis y el fracaso del modelo, efectúen una exhaustiva evaluación de los resultados y sean objetivos al momento de plantear modelos alternativos y aplicables a nuestra realidad, porque no solo se trata de desempolvar viejas recetas y proponerlas como un “nuevo modelo salvador”, considerando que no tuvieron resultados adecuados. Realidad más que elocuente.     

(*) Gustavo Gómez es economista

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La senda de la bolivianización

Gustavo Gómez

/ 6 de abril de 2024 / 07:49

En los años 70, el uso de moneda extranjera en nuestro país no era habitual, debido a que el peso boliviano cumplía a plenitud todas las funciones del dinero (reserva de valor, unidad de cuenta y medio de intercambio). Solo en años posteriores, producto del patrón de intercambio, la crisis y la globalización, el uso del dólar se convirtió en un hecho común en las transacciones habituales.

Durante las dictaduras militares la inestabilidad política, económica y social se reflejó en la presión para la modificación del tipo de cambio, que hasta ese momento era fijo, la incertidumbre produjo que algunos agentes económicos empiecen a ver al dólar como una alternativa de mantenimiento de valor ante un escenario complejo.

Con el retorno a la democracia en 1982, nuestro país atravesó los efectos de la crisis de la deuda externa, con una creciente inflación, solo comparable con épocas de guerra, por lo que la población trató de encontrar un refugio en los dólares para tratar de preservar el poder adquisitivo. Debido a la especulación (sobredemanda), el tipo de cambio oficial fijo distaba del cotizado en el mercado paralelo, en el cual su precio se incrementaba de manera permanente.

En esta etapa se dio un evento funesto, la desdolarización que convirtió de manera forzosa los depósitos que estaban en moneda extranjera a moneda nacional y al tipo de cambio oficial. Este episodio significó que el total de los depósitos en el sistema financiero nacional se convierta en “pesos bolivianos”, significando una pérdida irreparable para los ahorristas en dólares que vieron disminuidos sus ahorros.    

Después de 1985 se restituyeron los depósitos en dólares en el sistema financiero, no obstante, los efectos nocivos del periodo de crisis marcado por la hiperinflación y la desdolarización quebraron la confianza de la población en la moneda local, expresando su preferencia hacia la divisa norteamericana, razón por la cual la economía se dolarizó, pese al cambio de moneda al boliviano, limitando de esta manera la aplicación de políticas monetarias por parte del gobierno.

La dolarización fue impulsada principalmente por la aplicación del modelo de mercado y los procesos de privatización que se efectuaron en nuestro país, en los cuales la apertura de la economía nacional implicaba la necesidad de contar con la divisa estadounidense para todas las transacciones, tanto fuera como dentro del país.

A partir de 2006, con la nueva visión de país se adoptó un conjunto de políticas fiscales, monetarias y cambiarias destinadas a fortalecer el uso del boliviano, entre las cuales destacan: el Impuesto a las Transacciones Financieras para moneda extranjera, modificaciones al encaje legal, ampliación del diferencial entre el precio de compra y venta de dólares, y el acompañamiento de las políticas económicas, entre otros aspectos, posibilitando que la economía nacional pase de dolarizada a bolivianizada.

La aplicación del modelo económico boliviano, con sus resultados exitosos en cuanto a crecimiento del país, sumado a la estabilidad económica de largo plazo, fueron aspectos que consolidaron la preferencia de la población por la moneda nacional, con repercusiones en fronteras con países vecinos, en los que se empezó a valorar la moneda nacional como un refugio de valor en contextos de crisis.

El camino de la bolivianización fue construido en el marco del modelo boliviano, logrando revertir la desconfianza de la población con relación a la moneda nacional, aspecto atribuido a la funesta experiencia de los procesos de dolarización y desdolarización que atravesó nuestro país en tiempos de crisis, medidas que no pueden volver a pensarse siquiera.

Gustavo Gómez es economista.

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Más allá del dólar

En la pasada gestión, el flujo comercial entre ambos países se intensificó, llegando a los $us 3.500 millones

Gustavo Gómez

/ 11 de marzo de 2024 / 06:52

Uno de los resultados de los acuerdos de Bretton Woods fue el establecimiento de un nuevo modelo económico mundial en la época de la posguerra, segundo conflicto bélico del mundo donde se efectuó la reconfiguración con un nuevo ordenamiento mundial, el cual, debido al peso económico y político de los Estados Unidos, además de su liderazgo entre los aliados, permitió sustituir el patrón-oro por el patrón-dólar. 

La divisa norteamericana tomó mayor vigor por el influjo de la globalización y las ideas de apertura comercial de principios de los años 70, convirtiéndose en la principal moneda de intercambio financiero y comercial con aceptación en todo el mundo. Todas las transacciones internacionales y el comercio exterior se cotizaban en dólares, así como los créditos bilaterales y multilaterales y sus respectivos intereses, independientemente al país.

Lea también: El valor de las remesas

China, desde finales del siglo pasado, tuvo un crecimiento acelerado de su producto debido a la aplicación de economías de escala, la innovación y el desarrollo tecnológico, sumados a diferentes estrategias competitivas y de expansión como la competencia con precios, aspectos que le permitieron convertirse en una potencia mundial, con perspectivas de constituirse en la primera economía del mundo. Este significativo crecimiento y desarrollo han permitido que su moneda, el yuan, esté catalogada entre las cinco más utilizadas del mundo y con tendencia a consolidarse en los próximos años como la más importante.

En este contexto, la firma del convenio entre el Banco Unión SA (BUSA) y el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) no es un tema menor, puesto que va a permitir la facilitación de las operaciones financieras y comerciales a través de las monedas nacionales de cada país, vale decir, entre yuanes y bolivianos, reconociendo de manera significativa el posicionamiento de la moneda china a nivel mundial y valorando la moneda nacional, que pese al contexto adverso demuestra su fortaleza. 

Este acuerdo tiene efectos positivos para las operaciones financieras y de comercio exterior entre Bolivia y China, por la reducción de costos de las operaciones financieras, la agilización del comercio internacional y la reducción de la sobredemanda especulativa de dólares, entre otros. 

Las entidades financieras que operan en Bolivia, a efectos de brindar servicios de transacciones y giros con el exterior, suscriben acuerdos con bancos corresponsales en el exterior para poder efectivizar sus servicios; claro está que estas entidades nacionales también cumplen este rol por operaciones del exterior con Bolivia. En ambos casos, el hecho de contar con bancos corresponsales representa un costo adicional al cobrado por la entidad financiera nacional, si corresponde, lo que implica un alza en los costos; inclusive en algunos casos es más de un banco corresponsal, por tanto, suprimir el uso de los mencionados bancos y realizar las operaciones directamente entre bancos de ambos países, representa una reducción significativa de los costos de las transacciones.         

En la pasada gestión, el flujo comercial entre ambos países se intensificó, llegando a los $us 3.500 millones, con un saldo deficitario para nuestro país. No obstante, entre los principales productos exportados al país asiático figuran minerales como la plata y el zinc, y existe una amplia variedad de productos importados desde China como vehículos, motocicletas y maquinaria, y manufacturas.

El beneficio y la oportunidad de este acuerdo que facilita el intercambio comercial y financiero entre Bolivia y China es innegable, lo que permite, además de lo señalado, un desahogo de la presión especulativa que tiene el dólar en este momento, así como un nuevo capítulo en las relaciones económicas del país, es decir, transacciones internacionales que van más allá del dólar.

(*) Gustavo Gómez es economista

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El valor de las remesas

Gustavo Gómez

/ 3 de febrero de 2024 / 06:52

Diferentes compatriotas que radican en el extranjero envían remesas para sus familiares en el país como apoyo familiar. Así, de acuerdo a datos del Banco Central de Bolivia (BCB), la pasada gestión superaron los 1.287 millones de dólares, representando el valor monetario del trabajo que realizan los migrantes bolivianos que residen en el exterior y que envían estos recursos a sus familiares en el territorio nacional. 

En los últimos meses se conoció que diferentes entidades, que se dedican a esta actividad, no estarían entregando estos recursos en la moneda de origen, lo cual derivó en quejas y reclamos de parte de los beneficiarios, por lo que, mediante carta circular 662/2024 de 17 de enero de 2024, la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) instruyó a las entidades de intermediación financiera y empresas de giro y de remesas para que paguen en la misma moneda en la cual se haya hecho el envío de estos recursos. Vale decir, si la remesa fue enviada en dólares debe ser pagada al beneficiario también en dólares.     

Las remesas que llegan a nuestro país tienen pagadas las comisiones y otros costos operativos por los servicios prestados, por parte de las entidades financieras o las empresas de giro y remesas de dinero y sus corresponsales, los cuales son asumidos por los migrantes en los países desde donde remiten estas remesas, por lo que no afecta de ninguna manera al beneficiario que solamente debería cobrar estos recursos sin costo alguno. A su vez, las entidades financieras tienen un tarifario de comisiones por los servicios que brindan, mismo que tiene que hacer conocer a sus clientes de manera oportuna, mediante los canales establecidos para dicho propósito.     

Como apoyo a la mencionada carta circular de ASFI, el Banco Central de Bolivia (BCB) mediante circular externa 5/2024 de 18 de enero de 2024, comunicó que coadyuvará al pago de giros y remesas del exterior en el territorio nacional en dólares estadounidenses, disponiendo la cuenta corresponsal del BCB en el exterior para que las entidades financieras puedan abonar en la mencionada cuenta estos recursos y el posterior retiro de los mismos con cargo a sus cuentas en el ente emisor, para que los mismos puedan ser entregados a los beneficiarios finales en la misma moneda de origen, el ente emisor no efectuará ningún cobro por dicho servicio.

Complementando las medidas, de la ASFI y del BCB, la Autoridad de Supervisión emitió la carta Circular 831/2024 de 23 de enero de 2024, a objeto de precisar que los giros y remesas del exterior efectuados en otras monedas extranjeras, por concepto familiar y no comercial, en favor de los beneficiarios dentro del territorio nacional, pueden ser pagados por las entidades financieras en dólares estadounidenses, tomando en cuenta el mecanismo previsto por el ente emisor.  

De acuerdo con el BCB, a noviembre de la gestión pasada, los principales países de origen de las remesas fueron: España (30,3%), Chile (21,9%), Estados Unidos (21,4%), Brasil (6,5%) y Argentina (4,9%). A su vez, entre los principales departamentos beneficiarios de las mismas se encuentran: Santa Cruz (44,4%), Cochabamba (28,3%) y La Paz (14%).

La esencia de estas medidas es valorar el trabajo que desarrollan nuestros compatriotas en el exterior, debido a que en algún momento por diferentes circunstancias tuvieron que emigrar del país, y, al mismo tiempo, precautelar el derecho que tienen los beneficiarios de estas remesas para recibir el dinero en la misma moneda de envío, teniendo la posibilidad de efectuar el reclamo correspondiente en primera y segunda instancia, si las entidades no cumplen con las instrucciones emitidas.

Es importante remitirse al objeto mismo de las medidas que benefician a la población y no a interpretaciones que solo critican y descalifican cuanta normativa es emitida por las autoridades competentes.

Gustavo Gómez
es economista

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Reflexiones para Mónica

¿La especulación estará provocando que no se normalicen las transacciones en dólares?

Gustavo Gómez

/ 18 de enero de 2024 / 07:04

En los últimos días, diferentes opiniones se refieren al dólar, pero al mismo tiempo esta coyuntura es aprovechada para emitir comentarios y críticas con relación a la subvención y los servidores públicos, entre otros, generando de esta manera tendencias que en muchos casos distan de la objetividad de las cifras.

De acuerdo con las entidades autorizadas, la provisión de dólares en el sistema financiero se está normalizando, debido a que el saldo en la moneda extranjera en diciembre de 2022 fue de $us 352 millones y al mismo periodo de 2023 alcanzó a $us 347 millones, lo que demuestra una tendencia a la normalización; no obstante, lo cierto es que en abril de 2023 llegó a $us 129 millones, su nivel más bajo en los últimos años. Aparte, el sistema financiero atiende con normalidad el flujo mensual de transferencias al exterior, en promedio de $us 800 millones.

Lea también: Inversiones en el exterior de las SAFI

Un indicador, no menor, se refiere a los reclamos que la población efectúa contra las entidades financieras, en este caso por las transacciones en moneda estadounidense, instancia a la cual tienen el derecho de acudir los consumidores financieros como mecanismo oficial de reclamo, que evidentemente muestra que entre marzo y abril de la anterior gestión se produjo un incremento notable, pero que a la fecha se redujo de manera significativa, perdiendo su importancia en el total de los reclamos.

Ahora bien, los datos presentados muestran la tendencia para retornar a los niveles de normalidad en las transacciones con la divisa extranjera. Hoy no hay colas en la entidad de intermediación del sistema financiero y mucho menos se las observa en la puerta del ente emisor, donde en un momento “casi toda” la población necesitaba dólares; en algunos casos sí era necesario porque algunas personas trabajan habitualmente con la divisa norteamericana, por lo que surge la interrogante: ¿la especulación estará provocando que no se normalicen las transacciones en dólares? 

El supuesto “corralito”, el cual es mencionado en alusión a la experiencia de un país vecino, del cual no existe ninguna determinación normativa que instruya la conversión de la moneda extrajera en moneda nacional, por lo que sería importante conocer la fuente de la afirmación, o es que solamente es vox populi, o el eco de algunos comentaristas que con las libertades que ofrecen algunos medios, incluidas las redes sociales, emiten criterios coyunturales que en muchos casos se relacionan con una actividad política.

Por otra parte, todos sabemos que tanto la gasolina como el diésel están subvencionados y por eso los servicios de autotransporte, así como algunos bienes, tienen un precio “accesible” a la población. Esto se ve reflejado en el precio del servicio público de autotransporte, por el cual pagamos mucho menos a lo que pagan en otros países en los cuales, debido al libre mercado, los precios de los servicios de transporte son el doble o el triple de los aplicados en nuestro país, los que favorecen a los sectores más vulnerables.

En tal sentido, sería importante que antes de sugerir eliminar las subvenciones a los hidrocarburos nos preguntemos: ¿cuánto afectará esta medida a la población y en particular a los sectores vulnerables? Es posible que no se haga esta reflexión y solamente se siga las recetas del libre mercado sin dimensionar los efectos adversos que podría tener para la mayoría de los ciudadanos.

Finalmente, el hecho de mencionar que existen 600.000 empleados públicos que son “zánganos”, no corresponde, debido a que la cantidad de servidores que trabajan en la administración del Estado no supera los 20.000, es decir, representan el 3% del total y solamente el 2% del Presupuesto General del Estado, que reciben su salario en moneda nacional sin ningún tipo de relación con el dólar. La mayoría de estos servidores son maestros, médicos, policías, militares y otros, por lo que cabe preguntarse: ¿qué ítems eliminamos? ¿no necesitamos más maestros, médicos o policías? Al contrario, hay más demanda de ítems para estos sectores cada año, debido a la legítima necesidad de la población para la educación, la salud y la seguridad, entre otras.

Podemos ir reflexionando aún más, pero por ahora esperemos que con estos aspectos no solo veamos el árbol de nuestro frente, sino todo el bosque.

(*) Gustavo Gómez es economista

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