Lectura del día 7
Hace algunos días vivimos las elecciones más singulares de los últimos años, sin embargo, la inasistencia de votantes fue muy notoria, pese a la importancia que siempre tuvo este proceso en el país.
Normalmente, ese día se produce un desplazamiento notable de la población a los recintos electorales, convirtiendo a estos espacios en un lugar de distintas relaciones humanas y manifestaciones que van acordes a esta fiesta democrática. Así, el día de la votación se crean situaciones que llevan a que ese acto electoral sea un acontecimiento singular y expresivo. Su realización siempre es en escuelas y colegios, que además de cumplir con esa función de lugar de sufragio, acogen el movimiento ciudadano que se plasma en encuentro de adeptos, organizadores que van de un lado a otro, repartidores de panfletos que buscan convencer por quién votar a los indecisos, entre otros. Todo ello denota, sin embargo, la fugacidad de esos momentos.
La infraestructura educativa se convierte además en un espacio expresivo que transforma la calle o avenida en un verdadero espacio público donde la algarabía y las esperanzas priman. De ese modo, esos puntos son estratégicos porque representan para las familias una especie de recinto festivo al que acuden y donde no faltan los niños y los periodistas de la Tv con sus equipos, que esperan captar las imágenes más especiales para contextualizar sus despachos. Una realidad generadora de una vida urbana por demás expresiva.
En cambio, el 7 de marzo, aquel espacio de gran vitalidad —capaz de mostrar objetivamente el valor de una elección democrática— pareció haber desaparecido junto al gran sentido que lo fundamenta. Lo triste y preocupante fue que allí predominó el silencio y, lo peor, el tiempo jugó un rol en contra pero afín a esos momentos. Esto porque parecía que el temor se hubiese impuesto en ese número racional de votantes, que de forma nerviosa esperaba la apertura de las mesas de sufragio.
Ese ambiente llevó a preguntarnos: ¿Qué es lo que exactamente mueve a las personas en una votación, que al final de cuentas se convierte en el atributo que refleja la libertad de elección en un país? Todo proceso electoral es una expresión de ideales que se ponen de manifiesto cuando la población muestra su respaldo a uno u otro partido político o agrupación ciudadana. Esto dentro de una flotante ansiedad colectiva de contar con una urbe planificada en el marco de los avances contemporáneos.
De ahí que lo lamentable de esta última votación fue que, como primó el silencio, los absolutos se convirtieron en obstáculos. Una realidad que resultó muy vulnerable, pues llevó al votante a salir a toda prisa.
Esta situación ciertamente empeoró con el temor al contagio, pues el impacto que causó el COVID-19 en nuestras vidas transformó la otrora vivacidad que caracterizaba a esta fiesta de la democracia. Visiones y sensaciones que además de producir una ansiedad colectiva, se queden en el pasado y pertenezcan a un efímero presente.
Evidentemente, todo movimiento no existe sin un móvil que lo aliente y constituya su unidad. Esto porque representa una especie de metáfora, en este caso, del despliegue ciudadano que demuestra la valía de expresar en libertad a quiénes elegir. De cualquier manera, es importante reflexionar sobre la agilización del desarrollo y transformación que requiere La Paz, lo cual debiera llevarnos a pensar si los cambios urbanos tendrían que ser implementados desde los espacios abiertos y el contexto natural. Esto, porque la vida del habitante se ha transformado a partir de marzo del pasado año.
Patricia Vargas es arquitecta.