¿Qué hay de nuevo bajo el sol?
La historia es el laboratorio de la sociedad. Los tiempos que vivimos hoy son inéditos en muchos sentidos, pero las pandemias ya ocurrieron antes. Entre muchas otras cosas, por eso sabemos que el uso del cubrebocas es eficaz contra el actual coronavirus, sabemos que las vacunas salvan vidas y que los servicios básicos mantienen saludable a la población.
La CEPAL prevé que la economía regional no recuperará los niveles de producción hasta 2024, en un escenario muy optimista. La última proyección oficial de crecimiento para Bolivia es del 4,4%.
En términos de bienestar social, esto significa que decenas de miles de personas van a estar en busca de oportunidades de empleo, miles de familias estarán rompiéndose la cabeza para encontrar maneras de recuperar sus ingresos. Las mujeres jefas de hogar tienen condiciones particularmente más difíciles: en Bolivia, una de cada tres mujeres mantiene su hogar únicamente con su ingreso.
La recuperación económica pasa por superar la pandemia. Es crucial acelerar el proceso de inmunización, asegurando el abastecimiento y la aplicación de las millones de dosis que necesitamos en el país. Y la transparencia de los datos es vital: un marcador diario de la cantidad de vacunas aplicadas nos anima y nos genera seguridad, poniendo en contexto el —más pesimista— marcador de cantidad de personas infectadas.
Simultáneamente, la sociedad deberá establecer redes sólidas de protección social para quienes necesiten recomenzar de cero. Acá entran los bonos de viejo y nuevo cuño y —si somos suficientemente audaces— los esquemas de ingresos básicos temporales que la CEPAL recomienda distribuir, especialmente para nivelar el campo de juego para las jefas de hogar.
Pero luego hay que pensar en ampliar oportunidades económicas, que en nuestro país —lamentablemente— han estado sujetas durante mucho tiempo al criterio de una tarjeta de pantone: mientras más claro el color de piel, más fácil el acceso. Si bien esto ha cambiado en los anteriores años, de todos modos es nuestro deber asegurarnos que el avance continúe, pues la actual crisis plantea riesgos de retroceso.
El reto se agranda ahora que las arcas del Estado ya no están tan llenas como antes; es preciso afinar la puntería para gastar mejor. El menú de opciones para reanimar la economía es amplio y variado. ¿Cómo saber qué funciona y qué no? ¿Hay forma de encontrar una bala de plata? La incertidumbre puede llegar a ser inmanejable.
¿No sería interesante poner a prueba nuestras ideas en una sociedad de alasitas para ver qué errores no cometer? Por suerte, esto último no es necesario. Prácticamente cualquier tipo de acción para recuperar la economía ya ha sido probada antes en otras latitudes. ¿Subvenciones?, ¿créditos?, ¿empresas de acopio?, ¿cadena logística?, ¿restricciones comerciales? Todo eso ya fue probado en prácticamente todos los sectores. Nuestras condiciones de laboratorio están en la historia — reciente y antigua— de América Latina y del mundo. Más allá de nuestros particularismos, tenemos situaciones comunes que nos hermanan con pueblos cercanos y remotos. Por ejemplo, la práctica de nuestro tradicional pasanaku tiene sus propias variantes en el África. ¿No será que podemos aprender de los africanos a usar el smartphone para dar a nuestros pequeños agricultores servicios de mercados y alertas climáticas en tiempo real?
En términos menos entretenidos y más burocráticos, estamos hablando de un gran laboratorio de políticas públicas, formado por las experiencias de otros países y otros momentos históricos. Es pertinente echar mano de toda iniciativa que nos ahorre tiempo, ahora que el poco tiempo que tenemos estamos dedicando a saldar cuentas de orden jurídico-político.
Pablo Rossell Arce es economista.