Voces

Wednesday 4 Oct 2023 | Actualizado a 12:03 PM

Narrativa de la impunidad

/ 29 de marzo de 2021 / 01:00

En el ocaso del martes 12 de noviembre de 2019, el interior del hemiciclo de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) estaba casi vacío, aunque externamente estaba fuertemente custodiada por policías y militares impidiendo el ingreso de parlamentarios del Movimiento Al Socialismo (MAS) para sesionar. En este ambiente desolador, la entonces senadora Jeanine Áñez, que minutos antes se autonombró presidenta encargada de la Cámara de Senadores, leía los dizque argumentos jurídicos que —según ella— le allanaban el camino a la presidencia de Bolivia. El reglamento de debates del Órgano Legislativo prevé dos tercios de los parlamentarios para rechazar o no la carta de renuncia presidencial de Evo Morales —y/o de sus sucesores constitucionales—, pero se soslayó este procedimiento constitucional que desembocó en un golpe de Estado.

Esta descripción de estos hechos se ajusta a lo sucedido en esa jornada aciaga para la democracia boliviana que luego de 17 años interrumpidos de gobiernos constitucionales experimentaba un quiebre democrático. En rigor, los actos cometidos por la exlegisladora beniana en ese martes aciago, emparentados con lo que establece la Carta Magna, dan cuenta de que hay indicios de culpabilidad referidos al delito de sedición, o sea, atentar al orden establecido.

En las últimas semanas, se habla —a mi juicio— inequívocamente de una disputa de narrativas: fraude/golpe de Estado. Se confunde la verdad histórica de los hechos con la narrativa. La primera es parte de la jerga jurídica para dar cuenta de que los hechos se deben valorar/ cotejar en función de las normas legales vigentes. Y la narrativa es una simple narración de los hechos que tienen cierto grado de veracidad, pero también son “inventivas” porque tienen el afán de legitimar/justificar una determinada acción.

Bajo estas aclaraciones insoslayables, se amerita realizar disquisiciones con relación a los hechos producidos en el atardecer de aquel martes en el hemiciclo parlamentario. A partir de la detención de la expresidenta acusada por sedición y terrorismo, sectores golpistas (operadores y analistas políticos) están tejiendo una narrativa en torno a la sucesión constitucional. Apelan a argumentaciones insostenibles jurídicamente para justificar la elección de Áñez. Algunos dicen que existió una movilización ciudadana indignada por el dizque fraude electoral que tampoco no demostraron legalmente.

La acción de los golpistas de soslayar la verdad histórica de los hechos sirve para legitimar/justificar la ruptura constitucional, es decir, para otorgarle un “barniz legal”, característico de los nuevos golpismos en América Latina, a la ruptura constitucional. Esta insostenibilidad de sus argumentos jurídicos (vrg. comunicado de los obispos en su intento de justificar la dizque sucesión presidencial y rechazando la versión del golpe de Estado, aluden a una sentencia constitucional de 2001, pero se olvidan que, desde 2009, hay una nueva Constitución, y, por lo tanto, nuevas rutas constitucionales para la sucesión presidencial) solo busca configurar otro relato: la narrativa de la impunidad.

Entonces, el propósito negacionista del golpe de Estado es para evitar que los promotores/ ejecutores de esta estocada a la democracia boliviana salgan ilesos de cualquier procesamiento jurídico en nombre de la “reconciliación” y la “pacificación” del país. En el fondo, esta narrativa de la impunidad propalada por los golpistas es un amedrentamiento mafioso. Solo un clan mafioso amenaza: si nos procesan y nos juzgan, nosotros convertiremos, en este caso a Bolivia, en una Troya.

 Yuri Tórrez es sociólogo.

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Una canción de Eskorbuto

Calatayud escribe en su contra-canon sobre Saenz, Adolfo Cárdenas, Bascopé, Viscarra, Spedding, Borda y Piñeiro

Ricardo Bajo

/ 4 de octubre de 2023 / 09:36

Oswaldo Calatayud Criales cree ser una circunstancia de sí mismo. Se auto/diagnostica como hipocondríaco, esquizofrénico, amnésico, ácrata y politeísta. No lo dice en su flamante ensayo pero también es stronguista. Nota mental: para ser stronguista hay que estar un poco loco. Todo este batiburillo es completado por sus fobias, sus deseos y sus manías que son muchas. Oswaldo cree en el nihilismo y su primo el escepticismo. O en “cualquiera creación ex machina”.

Su ensayo se llama: Cinco Puntos Cardinales: el no-lugar de la literatura marginal en Bolivia (editorial 3600). Lo presentó en la última Feria del Libro de La Paz. Ese día Os vio a muchos amigos (de la carrera de Literatura) que no veía hacía mucho tiempo. Los libros, las presentaciones de los libros, sirven para eso: para ver a los amigos.

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Calatayud —ganador en 2016 del Premio Nacional de Novela con un libro raro/marginal como él— escribe en su contra-canon sobre Saenz, Adolfo Cárdenas, Bascopé, Viscarra, Spedding, Borda y Piñeiro. Por una cuestión de timidez, no escribe sobre sí mismo. Tampoco lo hace sobre el poeta Jorge Ortiz o sobre Miguel Ángel Galvez (el de La caja mecánica) o sobre Gabriel Mamani Magne. ¿Acaso su novela sobre changos pobres, racismo y migración no es marginal? ¿Mamani Magne no es marginal porque tiene agente literario?

Cinco Puntos Cardinales deja cabos sueltos. ¿Quién define lo marginal? ¿Basta con ser antisocial? ¿Basta con poblar tu libro con borrachos, nocturnidad y alteñidad? ¿Todo lo marginal es bueno y todo lo comercial es malo? ¿Quién reparte los carnets de “marginalidad”? ¿Son los mismos que repartieron carnets de buenos y malos indígenas? Acumular prejuicios es una forma de envecejer mal.

En Bolivia discutir sobre literatura comercial y literatura marginal es una boludez. Lo mismo pasa con el cine o el teatro. Viscarra y Edmundo Paz Soldán —paladín de la literatura light de los noventa, en palabras de Calatayud— son lo mismo.

El ensayo de Os es más sociológico/político que literario, habla más del propio autor (y sus fobias/filias) que de los siete perfiles escogidos. Calatayud cree que la literatura marginal boliviana es “una hermosa cojudez”. Nadie lo supo decir mejor hasta ahora. ”Es nuestra terquedad incendiaria que se debate en querer ver arder nuestro país o que cínicamente busca comprenderlo con cierto amartelo”.

En la tapa de su libro hay una brújula pirata. No tiene norte, no apunta hacia ningún lado. OCC es el último nihilista contradictorio en un país donde los punkis son “pitas” y los anarquistas apoyan golpes de Estado.

El cálculo/sospecha que Calatayud (llámalo hipótesis) pone sobre la mesa es que la escurridiza literatura marginal nuestra es un “no-lugar” (el concepto parido por el francés Marc Augé). “Es un campo de batalla donde podemos iniciar la búsqueda infinita de nosotros mismos en los vértices de la ficción”. Lo marginal, como pesquisa, no como destino y menos como destino exótico.

Para llegar a ese “no-lugar”, sostiene Oswaldo, habrá que hacer un viaje completamente desnudos. Será un viaje que ni siquiera ha comenzado pues “el desarrollo de la literatura marginal está pendiente” pero su futuro es “incalculable”, ojo. Tan incalculable que hoy en día lo marginal ha degenerado “al grado de su extrema unción” y prácticamente —salvo alguna “ebulición”— ha desaparecido. Oswaldo cree que los autores marginales comenzarán algún día una (auto)revolución, muda y tácita para el mundo (y para Bolivia). Para venir de un nihilista, no está nada mal.

El ensayo recupera nombres olvidados como la primera obra marginal propiamente dicha: La tristeza del suburbio (1937) de Claudio Cortez. Y extraña el rol de la bohemia donde chupaban juntos pero no revueltos los laris con los intelectuales. OCC carga, como debe ser, contra los que consideran (desde la insignificante academia o los círculos clasistas intelectuales, también insignificantes) a las obras marginales como meros testimonios. Pongamos que hablo de la obra de Viscarra, por ejemplo.

Calatayud no solo recupera, también nombra y adjetiviza. Elige la palabra abyecta para definir lo marginal. Así da respuesta a la pregunta que sobrevuela su ensayo: ¿quiénes son los autores marginales? Calatayud sostiene que las voces de los siete jinetes del apocalipsis literario elegidos son abyectas. Calatayud llega con la noción de Julia Kristeva: “abyecto, dícese de aquello que representa un peligro, que molesta, que no respeta lugares ni límites ni reglas”. Oswaldo tiene razón. De esos que jodían ya no queda nada. De los que joden ahora, tampoco. El pasado ya ha pasado, el presente es un fracaso y el futuro no se ve. Solo nos queda tararear una canción de Eskorbuto.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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Entre el aterrizaje suave y el no aterrizaje

Las perspectivas de los países avanzados no son claras, con una mezcla de ajustes hacia arriba y hacia abajo en las proyecciones de crecimiento

Gabriel Loza

/ 4 de octubre de 2023 / 09:35

Hablar sobre la situación y perspectivas de la economía mundial es muy difícil en un contexto complicado donde hay señales positivas, pero también preocupantes con la incertidumbre de por medio, variable que se ha posicionado desde 2019 con la crisis del COVID-19, que a principios de 2022 se amplificó con la Guerra entre Rusia y Ucrania y con la continuación de la guerra tecnológica entre China y EEUU.

Si bien el Informe de Perspectivas de la Economía Mundial del FMI de julio estimaba un 3% de crecimiento del PIB mundial en 2023 y 2024, para EEUU proyectaba un 1,8% y 1 % respectivamente, mientras que para el Área del Euro de 0,9% y 1,5%. Y es muy posible que en el informe de octubre estas tasas se revisen, pero en distintas direcciones. Así lo adelanta el informe de perspectivas de la OECD de septiembre, que si bien reafirma la tasa del 3% para el mundo en 2023, ajusta a la baja la tasa para 2024 a 2,7%.

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El informe de la OECD estima para EEUU un 2,2% de crecimiento en 2023 y de 1,3% en 2024. Adicionalmente, las probabilidades de recesión están más bajas para 2024, un 54% en los próximos 12 meses por debajo del 60% estimada anteriormente, y que dos tercios de los economistas consultados confían de algún modo en que la Fed alcanzará un aterrizaje suave.

En sus proyecciones de la Fed sobre su tasa de interés de fondos federales, mantiene el 5,6% a fin de año y un 5,1% para 2024, por lo que, equivaldría a decir, se esperaría un alza hasta fin de año y un posible recorte recién en 2024.

El problema es que la inflación general (IPC), que había llegado a 3% en junio, empezó a subir al 3,2% en julio y al 3,7% en agosto de este año. En cambio, la variación de precios del Gasto del Consumo Personal (PCE, por sus siglas en inglés) sin combustibles y alimentos, que había bajado a 4,3% en junio, se mantuvo en 4,3% en julio para bajar al 3,9% en agosto de este año. En sus proyecciones, la Fed espera una tasa de inflación del PCE subyacente de 3,7%, por lo que si sigue bajando no pondrá en duda que se alcanzaría un aterrizaje blando donde se baje la inflación sin provocar una recesión.

Todavía la Fed continuará haciendo el seguimiento de los datos, como señaló en su reunión de septiembre: “el Comité seguirá monitoreando las consecuencias de la información recibida para las perspectivas económicas”, pero a veces el problema es que los datos no siguen a los formuladores y hacedores de política como ellos quieren.

Se critica al Fed de que la “dependencia de los datos” significa que no tiene la clave, sin embargo en tiempos de incertidumbre es mejor depender de los datos que de teorías y fórmulas rígidas. 

Por el contrario, la OECD (2023) proyecta para el Área del Euro una tasa de crecimiento menor para 2023 del 0,6% y una recuperación leve al 1,1% en su tasa de 2024. La cuestión no está clara sobre el abatimiento de la inflación, puesto que el Banco Central Europeo (BCE) estima una tasa de inflación del 5,6% para 2023, de manera de llegar a la meta ansiada de su política monetaria del 2,1% recién en 2025.

Por tanto, hasta tanto no llegue a su ansiada tasa, el BCE dejó abierto el sendero poco luminoso de subir más las tasas de interés, después de su reciente alza al 4,5% en su reunión de septiembre, cuando solo hace dos años tenía una tasa negativa del -0,25%. Esta tasa es una de las más elevadas desde 2001, similar en la crisis financiera de 2008 y eso que el BCE tardó más en subir su tasa de interés al dejarla un tiempo bajo cero, ahora es el más tardío en suspender las subidas y amenaza seguir con su alza.

La corrección de la tasa de crecimiento proyectada del PIB del Área del Euro en 2023 fue hacia abajo, a diferencia de los Estados Unidos hacia arriba, y aunque ambos bancos centrales esperaran lograr la meta del 2% como objetivo de política, el Fed estaría más cerca de esa meta, más probable en 2024 con un aterrizaje suave, mientras con el BCE no se vislumbra todavía un aterrizaje y tal vez logre alcanzar su meta del 2% en 2025.

En síntesis, las perspectivas de los países avanzados no son claras, con una mezcla de ajustes hacia arriba y hacia abajo en las proyecciones de crecimiento tanto en el presente año como en el próximo.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Sobre envejecer

Las reglas se referían menos al envejecimiento que a la vida en general, y una de las primeras era ‘Nadie piensa en ti’

Roger Rosenblatt

/ 4 de octubre de 2023 / 09:27

Hace poco cumplí 83 años y, si bien envejecer tiene muchas alegrías, bajarse de los taxis no es una de ellas. Personas mayores bajándose de los taxis. Estaba pensando en hacer una película con ese título, si supiera hacer una película. Calculo que duraría cuatro horas. Le pregunté a un amigo actor, también mayor, si la protagonizaría. Su respuesta: “Si puedo levantarme de mi silla”.

No es broma, vejez. Simplemente parece gracioso. Mel Brooks se aferró a esto en su película de 1977 High Anxiety con el profesor Lilloman (pronunciado “viejo” ), un personaje común que se mueve al paso de una tortuga, murmura y se queja mientras avanza, igualmente irritado e irritante.

La vejez no es lo que los libros prometían que sería. La literatura está plagada de personas mayores a quienes los años les han aportado una combinación de sabiduría, serenidad, autoridad y poder. En la ficción, los ancianos suelen ser impresionantes y tener el control. En la vida, algo menos.

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No puedo pensar en nadie que haya acudido a mí en busca de sabiduría, serenidad, autoridad o poder. La gente viene a venderme seguros de vida por $us 9 al mes y medicamentos como Prevagen, que se anuncia en la televisión para mejorar la agudeza y la memoria. Por supuesto, esto es beneficioso solo para aquellos que tienen más cosas que desean recordar que olvidar.

Una cosa que necesito recordar es qué día y para qué médico. Un día de la semana pasada, me hice una ecografía vascular por la mañana, consulté a mi oftalmólogo por la tarde, concerté una cita con un especialista en retina, hablé con mi médico de atención primaria sobre los resultados de las pruebas y pospuse a mi dentista. Como resultado de tales actividades, mi vocabulario ha aumentado. Ahora puedo decir “oclusión” y decirlo en serio. ¿Alguien ha visto mi oxímetro?

Viejo. Incluso la palabra suena como un suspiro de rendición.

Escribí un libro llamado Reglas para envejecer hace 25 años, cuando solía subir y bajar de los taxis como un ciervo, si te puedes imaginar algo así. Las reglas se referían menos al envejecimiento que a la vida en general, y una de las primeras era «Nadie piensa en ti».

En la vejez eso es cierto con creces. Y esa es otra de las inquietantes sorpresas del envejecimiento. Desapareces de la cultura, o mejor dicho, ella desaparece de ti. Mujeres y hombres jóvenes que aparecen en la televisión como mundialmente famosos, de los que nunca has oído hablar. Los nuevos modismos te dejan desconcertado. Eres Rip Van Winkle sin haberte quedado dormido.

Sin duda, la vejez tiene compensaciones. Nietos. Su compañía es encantadora, en parte porque creen que uno tiene algo útil que impartir, si se acuerda de hacerlo. Las camareras suelen tratarte con dulzura. Los porteros y el personal de mantenimiento muestran respeto. Y hay actividades positivas o inofensivas para quienes están al otro lado de la colina. Las mujeres se dedican a la acuarela y forman clubes de lectura. Los hombres encuentran una camaradería ruidosa aunque inútil en los restaurantes y en los bancos de los pueblos de todo el país. Hola, veterano.

Mientras estamos en la ciudad, paramos taxis. Y estremecerse al ver si el que hemos llamado es un automóvil normal, para gente normal, o uno de esos trabajos con puertas corredizas y ruidosas que requieren una carretilla elevadora para entrar. No estoy exagerando, mucho.

Mi punto es: ¿quién esperaba pasar tiempo preguntándose si Madison Beer es una bebida que rinde homenaje a un padre fundador? ¿Quién hubiera imaginado que el círculo social de uno estaría formado por Marie, que hace análisis de sangre, y un técnico de resonancia magnética llamado Lou? ¿Hubiera pensado alguna vez que bajar de un taxi sería un asunto tan trascendental que uno estaría con los nervios planeando estrategias de salida a mitad del viaje? ¿Quién esperó alguna vez la vejez?

(*) Roger Rosenblatt es columnista de The New York Times

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Guatemala y la marcha indígena en Bolivia

Alejandro Colanzi

/ 4 de octubre de 2023 / 09:14

Lupe Cajías, muy querida amiga, escribió en la prensa Brisas frescas para Guatemala, mostrando similitudes con nuestra Bolivia. Me hizo pensar no solo en ello, sino también en inspiraciones e incidencias. Por casualidad conocí (1985) a unos jóvenes guatemaltecos en un curso del Ilanud (Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente), en San José de Costa Rica. Ellos, disciplinadamente me enviaban un boletín con las noticias del movimiento campesino y sus luchas rompiendo esquemas, que, a diferencia de cierta clase política boliviana que invisibilizaba la realidad para imponer tan solo una lectura de contradicción entre obreros e industriales, ellos lecturaban y visualizaban su realidad rompiendo los esquemas y prejuicios tradicionales del marxismo, al reconocer al campesino —e indígena— y darle su lugar en la historia. En tanto, en Bolivia ya surgía el cuestionamiento a esa visión tradicional y avanzábamos hacia una autocrítica y se pergeñaba la “bolivianización del marxismo”.

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En 1989, mientras encabezaba la materialización de una estrategia (elaborada en Venezuela mientras realizaba mi maestría) para denunciar un genocidio en la policial Granja de Espejos, conocí a monseñor Tito Solari, quien me planteó la necesidad de una propuesta para abordar los 500 años de presencia europea en nuestra América. Inspirándome en el movimiento campesino guatemalteco, elaboré un plan que consistía básicamente en una gran marcha hacia La Paz, desde distintos lugares, por los derechos indígenas. Había aprendido siendo presidente de la Asamblea de Derechos Humanos de Santa Cruz, que los mejores defensores de sus derechos son aquellos que sienten conculcados los mismos.

Complacido monseñor Solari con nuestra estrategia, la presentó a la Conferencia Episcopal, la que fue rechazada argumentando que “fragmentaría al país” (lo mismo sostendría Goni para borrar de la CPE el término “gobiernos departamentales”, a vista y paciencia de moros y cristianos). Y, pese al rechazo, monseñor Solari me pidió autorización para entregarla al entonces máximo dirigente de la Cidob, Marcial Fabricano, quien la aceptó y simplificó, por términos económicos y de logística, a una sola columna marchista, dándose así, en 1990, la histórica Gran Marcha.

Esta información sirvió de argumento para oponernos a la generalización de que los abogados somos como los guineos (no hay uno recto), que esgrimía el entonces presidente en presencia de los veedores internacionales, los jerarcas de las iglesias (incluido monseñor Solari), los prefectos, la directiva de los gobiernos municipales y la representación parlamentaria. También la compartimos en Trinidad, en el decimoctavo aniversario de la Gran Marcha, en presencia del expresidente Jaime Paz Zamora, a quien se le arrancó las primeras disposiciones legales en favor del movimiento indígena; y fue el inicio de muchas marchas reivindicativas cuyas conquistas ahora se han constitucionalizado (2009).

(*) Alejandro Colanzi es criminólogo y nonno de Valentina

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El conflicto no es el final

Son tiempos del posevismo, donde el conflicto estará presente en cada coyuntura política que surja

Mario Vega Yáñez

/ 3 de octubre de 2023 / 09:20

El conflicto no es fin, no es caos irremediable, no es el apocalipsis. El conflicto forma parte de la existencia humana y es necesaria, para mantener a una comunidad cohesionada en tanto su objetivo no sea la destrucción del otro, tal como lo retrata Simmel (2019) en su libro El conflicto. Sociología del antagonismo. El conflicto también es un paso necesario para esas mudanças de la vida política para mantener una comunidad viva.

El conflicto interno del MAS aporta, a mi parecer, dos elementos que quiero comentar: el primero, es que esta batalla va a terminar por cerrar un ciclo de mayorías absolutas; y segundo, que estamos presenciando un viraje en la configuración política de los escenarios de disputa de poder en el país.

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El MAS ha decidido identificarse por alas, la del Gobierno actual y la del partido histórico. Juntos tienen un enemigo en común que gradualmente lo han ido reduciendo y debilitando hasta el punto que deja de ser una amenaza que siga sosteniendo una alianza dentro del partido por encima de los intereses. El enemigo ha pasado de ser externo a construir uno interno que ha marcado la división que venía produciéndose desde tiempo atrás en las filas del MAS, originando la presente batalla.

Al tratarse de una batalla anunciada, partimos del principio que las dos fuerzas, arcistas y evistas, son conscientes que sus fuerzas son equiparables a la de su rival, que por tanto puede luchar y tener posibilidades de ganar, caso contrario el combate directo no sería una de sus estrategias. De verse uno de los bandos sobrepasado o su posible victoria amenazada, buscará alianzas con otras partes para encarar la batalla y asegurar el triunfo, lo que significa sentarse a negociar y acordar ciertos puntos con un otro, pero además deberá construir discursivamente para la sociedad un nuevo vacío significante en palabras de Laclau (2015), que sirva como discurso que legitime tal alianza. El MAS fue uno de los partidos que marcó la época de los gobiernos populares de izquierda en América Latina en los años 2000 y que como muchos no necesitó de buscar alianzas para garantizar la gobernabilidad que requiere un sistema presidencialista, una lógica política que hoy en día y bajo las actuales circunstancias, se ve amenazada.

Como segundo punto: La dinámica política del país tiende a cambiar su centro de disputa del poder. Si bien a partir de los años 80, con el retorno de la democracia, el escenario fue un congreso como arena de disputa y los partidos políticos como actores, durante los años 2000 y la consolidación de una mayoría parlamentaria llevaron la disputa al interior de un partido con los movimientos sociales como actores en torno a una estructura encabezada por Morales como un juez. Hoy el escenario parece virar hacia un punto donde los sectores sociales como actores políticos con alta influencia, disputarán sus diferencias ya no dentro del partido, sino en la institucionalidad del Estado como es la Asamblea Legislativa.

Esta dinámica no es la misma que la de los años 90. Los partidos mantuvieron en ese entonces una estructura elitista, basada en los valores de un liberalismo democrático y asentados en las áreas urbanas; hoy, y luego de un proceso largo de fortalecimiento institucional enfocado al área rural, los actores encuentran en los movimientos sociales y su forma de organización basada en valores del sindicato, el espacio para tener una representación política directa en el parlamento que no encontraban antes si no era a través de un partido político. Su invisibilidad estuvo marcada por el caudillo que generó un escenario en el cual no necesitaban manifestar sus demandas directamente al Estado, sino a través de la estructura del MAS de Morales en el gobierno.

Son tiempos de cambio, son tiempos del posevismo, donde el conflicto estará presente en cada coyuntura política que surja, cada escenario será una disputa encarnizada por debilitar al otro y ganar ese terreno de cara a las elecciones.

(*) Mario Vega Yáñez es politólogo y docente de la UMSA

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