Golpe de Estado 2.0
Durante el periodo comprendido entre los años 60 y 80 los golpes de Estado, entendidos como la toma de poder de manera ilegal y en muchos casos violenta que desconoce un mandato democrático, fueron comunes en la región y en particular en nuestro país. Fuerzas militares en alianza con grupos políticos hacían uso de la fuerza imponiendo de esta manera gobiernos dictatoriales con la finalidad de ostentar el poder, aplicando medidas conservadoras y alineadas al sistema económico internacional.
Las ráfagas de las ametralladoras, las balas que se escuchan a lo lejos, los tanques y tanquetas circulando por las ciudades, el inusitado vuelo de helicópteros y aviones militares, generaban miedo en la población, que confundida trataba de informarse con ansiedad de lo que estaba sucediendo en el país, sintonizando las pocas radioemisoras que existían en Bolivia y el canal estatal que era el único medio de comunicación audiovisual con horarios restringidos en cuanto a su programación. En ocasiones de golpe de Estado, de manera excepcional la televisión estatal iniciaba su transmisión en cualquier momento, instante en el cual se entonaba la marcha militar y posteriormente el mensaje del nuevo presidente.
Las características de la toma del poder por parte de los gobierno dictatoriales se caracterizaron por las persecuciones y amedrentamiento de adversarios políticos que en un extremo eran ejecutados; el confinamiento de compatriotas obligados a abandonar el país con destinos lejanos y en muchos casos sin retorno; el establecimiento de los famosos “estado de sitio” que restringían la circulación vehicular y el libre tránsito de personas; detenidos y presos políticos, representaban la circunstancia perfecta en un momento de confusión y crisis. La débil resistencia popular de organizaciones sociales que con marchas, conformación de barricadas y bloqueos, manifestaban su disconformidad con este hecho; sin embargo, debido a la confrontación desigual, era diezmada con el avasallamiento y la opresión del más fuerte en detrimento de los más débiles, el pueblo.
Solamente después de 1982 se recuperó la democracia, con la presencia de Hernán Siles Zuazo como presidente elegido por el voto popular, y uno de los pilares de la revolución nacional y la alianza de clases. Se iniciaba un nuevo periodo en la política boliviana con una democracia incipiente, plagada de esperanza en un nuevo futuro que valoró la libertad de pensamiento, la convivencia pacífica y en comunidad de todos los bolivianos.
En el siglo XXI, este modelo de golpe de Estado y sus características ya no son habituales y de hecho las nuevas generaciones no tienen la experiencia de haberlos vivido. En la actualidad, son otras las características que envuelven a esta desdicha, el contexto ha cambiado, mas no el resultado final que es la toma del poder. La falta de respeto a la voluntad popular, la interpretación antojadiza de la normativa, el amedrentamiento por parte de la fuerza militar, la utilización premeditada de las tecnologías de la información y las redes sociales, entre otros, son los ejes del nuevo modelo de golpe de Estado, claro está que esto no quiere decir que una interrupción al estado democrático con las características del siglo pasado no se vuelva a repetir, existirá siempre esa posibilidad.
Hasta 2019 pasaron diferentes gobiernos, con una democracia que consolidaba su transición de representativa a participativa. Sin embargo, en noviembre del mismo año, con la llegada abrupta a la presidencia por parte de Jeanine Áñez, se produjeron al menos cuatro hechos ilegales e irregulares, que son parte del nuevo modelo de golpe de Estado: utilización de las redes sociales como un medio subversivo; se interrumpió el mandato de un presidente democráticamente elegido mediante el voto popular y que debía concluir su mandato en enero de 2020; se interpretó e implementó un procedimiento inconstitucional, vale decir que no existió destitución parlamentaria sino renuncia forzada por diferentes actores minoritarios de la población; y un factor decisorio, las Fuerzas Armadas del país, que decidieron el desenlace de este suceso, pidiendo la renuncia del presidente en un acto de amedrentamiento.
Las diversas interpretaciones seguirán por parte de la población, como también por los analistas políticos, quienes seguramente continuarán con la confrontación de ideas en torno a los hechos que generaron el alejamiento del expresidente Morales, pero sin lugar a dudas, en la memoria de todos los bolivianos quedará grabada la imagen de un militar colocando la banda presidencial a una persona que hasta ese momento era desconocida.
Gustavo Gómez es economista.