Los que se oponen al uso obligatorio de los cubrebocas para los niños de preescolar y primaria han manifestado su preocupación por el hecho de que el uso del cubrebocas perjudique la capacidad de los niños para aprender el lenguaje y socializar o, peor aún, de que (en palabras de un padre ansioso de Utah) “cambie sus conexiones cerebrales”. Hasta los padres que apoyan la obligatoriedad del uso de cubrebocas suelen preocuparse por cómo un año escolar sin sonrisas y con ceños fruncidos podría afectar de manera negativa a sus hijos.

Estas preocupaciones son comprensibles pero injustificadas. Aunque los científicos no tienen muchos datos todavía sobre cómo es que el uso de cubrebocas durante una pandemia afecta el desarrollo de los niños, hay muchos motivos para creer que no causa daño alguno. Los niños en culturas en las que los cuidadores y educadores llevan la cabeza tapada y ocultan la boca y la nariz desarrollan sus habilidades tal como lo hacen los niños de otras culturas. Incluso los niños con ceguera congénita —que no pueden ver los rostros en absoluto— aprenden a hablar, leer y a convivir con los demás.

De hecho, existen buenas razones para creer que usar cubrebocas en la escuela podría mejorar ciertas habilidades sociales y cognitivas, que ayudan a fortalecer capacidades como el autocontrol y la atención. Esto no quiere decir que sea preferible usar cubrebocas a no hacerlo, dentro de lo que cabe. El cubrebocas es poco práctico, incómodo y molesto. Pero mientras sean necesarios, debemos aprovechar el hecho de que ofrecen oportunidades distintivas de aprendizaje y crecimiento.

Por ejemplo, el aprendizaje del lenguaje. Es cierto que los cubrebocas tapan la boca y ver la forma y el movimiento de la boca contribuye al desarrollo del lenguaje en los niños. Pero aprender a comunicarse verbalmente implica mucho más que la boca, una realidad que los cubrebocas acentúan.

Quizás lo más importante es que el uso de cubrebocas durante una pandemia es una oportunidad para que hasta los niños pequeños practiquen el cuidado de su comunidad. En la etapa preescolar, los niños pueden entender que los “gérmenes” invisibles pueden ocasionar enfermedades y que comportamientos como lavarse las manos pueden evitar que los gérmenes se propaguen. Un estudio reciente muestra que los niños que han vivido la pandemia de COVID- 19 comprenden mejor que nunca cómo es la transmisión de enfermedades. En una época de ansiedad e incertidumbre, usar un cubrebocas les da a los niños la capacidad de hacer algo para ayudar a proteger a los demás.

Para los niños mayores, usar cubrebocas es una manera de enseñar conceptos éticos más sofisticados como el deber y el sacrificio. Por ejemplo, ya a los siete años, los niños creen que se siente bien sacrificarse por el bienestar de quienes lo necesitan. Destacar que la incomodidad y las molestias de llevar cubrebocas son formas de generosidad y servicio público podría motivar a los niños a abordar otros problemas sociales en sus vidas, como el acoso escolar.

En última instancia, la opinión de los niños sobre el uso del cubrebocas en la escuela, y el beneficio psicológico que obtengan de su uso, va a depender de la manera en que los padres, los profesores y los cuidadores a su alrededor aborden el tema. Con suerte, los cubrebocas no llegaron para quedarse, pero mientras sigan siendo necesarios, deberíamos aprovecharlos al máximo.

Judith Danovitch es columnista de The New York Times.