Bestias/hermanos indígenas
Los indígenas en Bolivia, los campesinos, los originarios, ¿son “bestias humanas” o, más bien, “nuestros hermanos”? Eso depende. Para empezar, habrá que definir si esos otros merecen la categoría de humanos o lo suyo es la subhumanidad (asumiendo que, “salvo excepciones”, tienen alma). Luego será necesario establecer si pueden ser ciudadanos o se quedan nomás en la vereda de las hordas. Por último, es fundamental saber con claridad si son amigos o enemigos.
Una de las fracturas producidas en la coyuntura crítica de 2019, documentada en el cardinal informe/espejo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), tiene que ver con la designación del adversario político. En esas jornadas grises, con dos partes enfrentadas, los movilizados de un lado fueron bautizados —lo siguen siendo— como “activistas”; los del otro, en cambio, apenas calificaban como “salvajes”. Había que destruirlos.
Veamos dos ejemplos. Refiriéndose a los movimientos sociales, la entonces presidenta de ipso facto fue terminante: “Tenemos enemigos reales. Esos enemigos deben ser identificados, perseguidos y cercados. Y sobre todo deben ser derrotados”. Qué tal. Poco antes, al amparo de Dios, la cruz y la Biblia, advirtió que “los ciudadanos” no iban a permitir “que los salvajes vuelvan al poder”. Para ello, su ministro estrella anunció “cacería”: “empiecen a correr, los vamos a agarrar”.
El otro ejemplo es igual de grotesco: “este Comité no descansará hasta ver tras las rejas a estas bestias humanas indignas de ser llamados ciudadanos”. Palabras del presidente del civismo cruceño. Luego de su dislate acudió al diccionario: “he buscado el significado (de bestia). ¿Qué significa? Animal, monstruo”. Se refería a las personas que bloqueaban exigiendo fecha de elecciones. “No son dignos de ser personas”, reafirmó mientras calificaba a otro grupo como “hordas”.
Ahora el mismo dirigente cívico, a propósito de la marcha de pueblos indígenas de tierras bajas, en lugar de despreciarlos como bestias, les dice “hermanos”. Y en un acto de benevolencia concede, esta vez, su dignidad de ser ciudadanos. Más todavía: reconoce que tienen derecho a defender la naturaleza, el territorio, su cultura. ¿Cómo es posible? Sintoniza con el jefe de la brigada parlamentaria que propuso que cada cruceño “apadrine” un indígena (menos mal no dijo “adopte”).
El informe del GIEI sobre los hechos de 2019 expone varios testimonios de calificativos que humillan: “indios de mierda”, “bestias”, asquerosos”, “salvajes”. La violencia y la vulneración de los derechos humanos, masacres incluidas, empiezan así: degradando la humanidad del otro. Es la línea abisal.
FadoCracia Hot
1. Vas a comer una Hot Burger. Es tu día de mala suerte. En el primer bocado, entre la carne, encuentras un dedo. Casi te lo tragas. Hay escándalo por semejante “elemento extraño al producto” (sic). 2. El dedo pertenece a un empleado de la empresa, un nadie, que perdió no solo uno, sino dos. ¿Dónde estará el otro dedo? ¿Se lo habrá comido algún cliente? 3. Se conocen casos previos de accidentes laborales, que además no fueron reportados. Algo falla en la planta de producción y sus “más altos estándares a nivel internacional”. 4. Pronto interviene el gobernador, solidario con… la empresa: “la familia Hot podrá ponerle el pecho a la situación”. Pecho frater mata dedo asalariado. 5. El alcalde de la ciudad ironiza en TikTok: “¿de qué mano era (el dedo)? ¿De la izquierda o la derecha?”. No lo juzguen por ser pintudo, sino por cojudazo. 6. Las fuerzas vivas de la cruceñidad atacan en redes sociales a la comensal que encontró el dedo: qué barbaridad, colla debe ser, atreverse a criticar nuestra empresa. 7. El “inconveniente” se endereza con una disculpa. Tenemos Hot Burger, y dedos a la carta, para rato.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.