Desde Los Ángeles hasta Felixstowe, Inglaterra, Dubái, Emiratos Árabes Unidos, y Shenzhen, China, el mundo está siendo testigo de demoras y escasez de todo tipo, desde juguetes hasta pavos. En el centro de esta crisis se encuentra un sector de transporte que se está rindiendo ante la presión de las condiciones de la era del COVID-19.

Con el aumento de los precios de la gasolina, los comestibles y otros productos, Estados Unidos debería tomar la batuta para restaurar el orden en las cadenas de suministro antes de que sea demasiado tarde. Con su influencia, debería persuadir a otros países de atender la causa subyacente de la crisis: las condiciones laborales de los trabajadores del transporte.

Mucho antes de que el Ever Given, el buque de carga de 220.000 toneladas, bloqueara el canal de Suez en marzo, las industrias transportistas ya habían lanzado una advertencia pública directa sobre un atascamiento comercial inevitable si no mejoraban las condiciones para los marineros, choferes y pilotos. Las prohibiciones draconianas de los viajes y el acceso limitado a las vacunas han tenido un impacto devastador en el bienestar y la seguridad de los trabajadores del sector transportista.

Este maltrato podría alejar a muchos trabajadores del sector, lo cual exacerbaría la escasez de mano de obra que apuntala el caos. Los gobiernos tuvieron una oportunidad de evitar esta crisis. Se debió dar prioridad a los trabajadores transportistas de todo el mundo en cuanto estuvieron disponibles las vacunas.

En el verano, el presidente Joe Biden anunció la formación del Grupo de Trabajo para las Interrupciones de la Cadena de Suministro con el fin de reducir la presión sobre el flujo del comercio hacia Estados Unidos. El mes pasado, el Gobierno anunció que el puerto clave de Los Ángeles se iba a sumar al puerto de Long Beach para operar las 24 horas del día, los siete días de la semana: una maniobra alentadora que podría ayudar a los navíos a entrar y salir de los puertos con más rapidez.

Biden podría ir todavía más lejos. El Presidente podría motivar a las autoridades a cambiar las reglas de zonificación para permitir que los puertos almacenen más contenedores vacíos u ordenar que algunas áreas de tierra sirvan de depósito temporal de contenedores. Además, Biden debería garantizar que Estados Unidos siga siendo un ejemplo en todos sus centros de vacunación en los puertos, los cuales vacunan a trabajadores sin importar su nacionalidad. Estos centros deben contar con vacunas reconocidas y aprobadas de manera generalizada para evitar demoras cuando los trabajadores lleguen a otros países.

Claro está que liberar el atascamiento de contenedores en una ciudad no detendrá la ruptura de las cadenas de suministro a nivel mundial. El gobierno de Biden debería forzar a los gobiernos que hayan actuado con lentitud para mejorar sus condiciones laborales. Aplicar presión por medio de todo, desde una diplomacia blanda hasta sanciones, podría ayudar a persuadirlos de que aceleren el movimiento de los barcos, camiones y aviones, lo cual relajaría el enredo de la cadena de suministro.

Biden también podría presionar para que haya interoperabilidad en el tema de los protocolos de vacunación. Esto implicaría persuadir a los países para que reconozcan una variedad más amplia de vacunas para los trabajadores transportistas, incluidas las dosis producidas fuera de sus fronteras.

No es demasiado tarde para salvar las cadenas de suministro del mundo. Para hacerlo, los gobiernos no pueden olvidar que sus eslabones más sólidos e importantes son seres humanos.

Guy Platten es secretario general de la Cámara Naviera Internacional y columnista de The New York Times.