Plan de desarrollo nacional
El debate se viene en medio de una ofensiva mediática para cuestionar la gestión del presidente Luis Arce Catacora; el pivote se inscribe en el supuesto atentado a la autonomía de los gobiernos subnacionales y las universidades.
Reflota el discurso contra el centralismo, cuando quienes se beneficiaron de ello hoy se consideran con capacidad autónoma. El ideal del Estado de 1952 era crear una burguesía nacional desde el Estado, así se implantó el plan de desarrollo decenal, que desde la óptica del Plan Bohan buscaba desarrollar la extracción de materias primas —minerales y petróleo— y el desarrollo del Oriente boliviano con la agroindustria; con un mercado cautivo en el occidente, particularmente en las minas, se llevó adelante este plan. Su mentor fue Víctor Paz Estenssoro. El paso siguiente lo dio el general Banzer, que extendió el potencial agrícola a la exportación, facilitando el ingreso al mercado internacional y financiando sus actividades con el Banco Agrícola, hasta llevarlo, a este y otros, a la quiebra.
Así, cuando nos hablan del modelo cruceño su esencia es esa: vivir bajo el alero del centralismo para luego desconocer su paternidad, origen congénito que inviabiliza su independencia. Esto se debe a que la prosperidad está basada en el consumo y la dependencia de las comunicaciones del Occidente, los acuerdos con la Comunidad Andina de Naciones y la apertura de mercados por el Estado central, y la política monetaria favorable a las exportaciones de materias primas, sin obligatoriedad de entrega de divisas y devolución del IVA. Así, la inviabilidad del discurso federalista solo devela su frustración de llegar a Palacio Quemado con la Biblia en la mano y acompañado de sus exorcistas.
Lo primero que debemos analizar es si es necesario un Plan de Desarrollo Nacional, que involucre y comprometa a todos. En el nuevo contexto de época, la construcción del Estado Plurinacional —luego de la libre iniciativa privada y de las fuerzas del mercado, puntos vitales del neoliberalismo— define la acción planificadora del Estado para lograr el desarrollo a nivel nacional, lo que votó el pueblo cuando aprobó la nueva Constitución Política. En realidad, es esto lo que se cuestiona: no se acepta la derrota ideológica y política del neoliberalismo porque aún mantienen su poder económico y el Plan de Desarrollo no cambia esta situación; así surge una interrogante si el plan logrará sentar las bases del Estado Plurinacional, si no establece una línea hegemónica dentro de la economía plural.
En este campo subsisten candados neoliberales, se respeta la iniciativa privada para maximizar sus ganancias, sin importar las necesidades de la población. Así en el tema agrícola, seguimos dependiendo de las importaciones de trigo, de verduras y frutas como las manzanas chilenas, y no es con la acción represiva al contrabando que llenaremos nuestros estómagos, sino con el desarrollo tecnológico y la determinación de garantizar la seguridad alimentaria.
¿Es necesario sustituir las importaciones? Desde luego que sí, ante todo lo que podemos producir, pero es necesario también limitar lo suntuario, como importar comida para perros y gatos. Pero ante todo debemos alentar las exportaciones con valor agregado, superar nuestra condición de exportadores de materias primas en bruto, destino que nos ha impuesto la división del mundo capitalista, para devolvernos los productos ya elaborados para nuestro consumo. En esto el Plan de Desarrollo peca de poco creativo, al contrario, reitera nuestra condición de productores primarios, alentando su exportación. Y la industrialización se queda en buenos propósitos, veamos.
En el caso de la minería, se pone como meta una fundición de zinc, para 150.000 TMF cuando nuestra producción es de 700.000 TMF; además que el lingote no deja de ser materia prima y no se dice nada de su industrialización cuando la cadena de valor del zinc-plomo-plata es muy amplia, incorporando la producción de calaminas, latón, abonos, soldaduras electrónicas, hasta medicinas. O se menciona proyectos de gran envergadura como el del litio, pero no se lo toma en su verdadera dimensión dado que su implementación requiere de la concurrencia de más de 30 empresas que produzcan metales y elementos de química básica.
En esta labor tenemos espacio para todos, la autonomía está en la capacidad de concurrir a estas tareas; para el litio se necesita el níquel que existe en Santa Cruz y las universidades deberán formar profesionales de ciencia que solucionen los miles de problemas que surgen en el propósito de crear una Patria Grande.
José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.