Octavio Carvajal Dalence
El fracaso del gobierno de la UDP trajo las políticas de relocalización (1985). Octavio resistió la embestida en su distrito
José Pimentel Castillo
El pasado 21 de marzo, un día antes de cumplir 86 años, murió Octavio Carvajal, dirigente minero de la vieja guardia sindical. Su vida laboral comenzó en 1954, cuando —con 16 años— ingresó a trabajar en la Empresa Minera Catavi, con el cargo de peón en la sección Fundición. Fueron las épocas gloriosas del pueblo boliviano: se había nacionalizado las minas, dictado la reforma agraria, se inauguraría el voto universal en 1956 que institucionalizó la revolución, poniendo orden: reorganización del ejército, racionalización en las minas, devaluación monetaria, inversión extranjera en el petróleo, cierre de las minas de Pulacayo, Kami, Bolsa Negra, supresión de la pulpería, etc., medidas resistidas por los sindicatos de Siglo XX y Catavi. La mayoría de los sindicatos consideraba que las medidas eran necesarias y el sacrificio era pasajero, así se impulsó el retorno de Paz Estenssoro, acompañado por Juan Lechín. El enroque no sirvió para nada, Lechín fue enviado al exilio dorado, mientras se imponían las recomendaciones del informe Ford & Bacon.
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Las minas se convirtieron en un hervidero de ideas; las asambleas fueron escuelas donde se discutía los problemas de la clase obrera: ¿a quiénes beneficia la explotación de los minerales?, ¿qué hacen con el estaño los países que compran?, ¿es difícil fundir?, ¿por qué baja el precio de los minerales?, ¿qué es el costo de producción?, ¿dónde van las divisas que genera la Comibol?, ¿qué es el tipo de cambio del dólar y cómo se fija?, ¿por qué se rechaza la oferta soviética de una fundición de estaño? Las respuestas estaban a la vista; condenados por el primer mundo a ser proveedores de materias primas, se imponía un desarrollo autoritario: el plan Bohan, el estudio Ford & Bacon, el Plan Eder-Siles, el código Davenport, el Plan Triangular; por último, un “grupo asesor” —extranjero— a la cabeza de la Comibol.
Octavio se formó con ideas y en la lucha, defendiendo los derechos sociales: los contratos de trabajo, la pulpería barata, los sistemas de salud y educación, desarrollando y cohesionando su identidad minera con las radios mineras, el deporte y la cultura. Defendiendo la democracia sindical, apoyaron a los trabajadores de Huanuni para darse su propia dirección; ante la detención de sus dirigentes, tomaron rehenes norteamericanos. La insumisión tuvo una respuesta: el golpe preventivo de Barrientos en noviembre de 1964, dando inicio a la era dictatorial. Octavio a esas alturas (1963-1965) era dirigente del Sindicato de Catavi en la cartera de Prensa y Propaganda, estando bajo su mando la Radio 21 de diciembre. Cuando se impuso el Sistema de Mayo (1965) con el cerco a las minas, la dirigencia sindical emprendió la retirada. Unos asumieron la lucha clandestina y armada, otros buscaron el asilo y otros aceptaron el exilio. Bajo la conducción de los secretarios generales de Siglo XX y Catavi, Irineo Pimentel y Francisco Taquichiri, 50 mineros salieron al exilio en Argentina, entre ellos estaba Octavio, confinado a Puerto Madryn en la Patagonia; allí sobrevivió con trabajos de albañil. Octavio y otros fueron apresados en Villazón cuando buscaban retornar al país. La apertura democrática (1969-1971) permitió su reincorporación al trabajo, siempre en la sección Fundición con el cargo de mecánico dos, luego sería mecánico uno y finalmente encargado de mantenimiento fundición. En la dictadura de Banzer era secretario general del Sindicato de Catavi y en el congreso de Corocoro (1976) fue elegido secretario de conflictos de la FSTMB; en junio de ese año fue exiliado a Chile, la dictadura pinochetista lo residenció en Muermos, un poblado del sur chileno; salió a Francia, de donde se trasladó a Venezuela para ingresar clandestinamente a Bolivia, impulsando la huelga de hambre de enero de 1978 donde se logró la amnistía general.
El parto de la democracia fue largo y doloroso. En el golpe de García Meza (1980), Octavio fue apresado y exiliado a Perú; desde Lima planificaron el retorno a Bolivia; este grupo de dirigentes coordinó acciones para viabilizar la salida del dictador en agosto de 1981 y dirigió la huelga de Huanuni (noviembre de 1981) que logró la vigencia sindical, inicio de la recuperación de la democracia en Bolivia.
El fracaso del gobierno de la UDP trajo las políticas de relocalización (1985). Octavio resistió la embestida en su distrito, planteando la reactivación de Catavi; finalmente se impuso la liquidación de la Comibol en 1993. Desde entonces apoyó los planes de sobrevivencia del municipio de Llallagua, siendo presidente del Comité de Defensa de los Intereses de Catavi. Como dirigente, dedicó su vida a la lucha con las bases.
(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero