La variante Ómicron se está propagando enormemente e infectando a muchas personas, incluyendo a los vacunados y a quienes ya habían contraído el virus. Aunque el alza de casos ha sido la norma durante los últimos dos años, hay indicaciones claras de que esta ola será bastante diferente a las anteriores.

El número de casos en Estados Unidos y el mundo se debe en gran medida a que la variante es más contagiosa que otras y tiene una mayor capacidad para evadir la inmunidad e infectar. Al mismo tiempo, las primeras evidencias señalan que es menos común que las personas infectadas con la Ómicron enfermen de gravedad y necesiten ir al hospital. Esto tiene implicaciones importantes para estimar cuán disruptiva será dicha variante en términos de muertes, hospitalizaciones e interrupciones laborales y escolares.

Para evaluar la carga futura de una variante como Ómicron, los epidemiólogos solemos recurrir a la elaboración de modelos matemáticos y proyecciones. ¿Qué ve mi equipo para enero de 2022? Proyecta que es probable que Estados Unidos documente más casos de COVID-19 en enero que en cualquier mes anterior de la pandemia, pero una fracción menor de esos casos probablemente hospitalización. El hecho de que los hospitales se saturen más o menos que en enero de 2021 surgió del número de casos y de su gravedad.

Nuestras proyecciones indican un aumento rápido de los casos a nivel nacional que alcanza cifras récord durante las primeras tres semanas de enero. ¿Cuántos? Nuestra proyección media arroja cinco millones de casos durante la peor semana, pero oscila entre tres millones y más de ocho millones de casos.

Conforme avanza enero, será importante vigilar si el aumento pronunciado de casos de la variante va seguido de un descenso rápido, como se vio en Sudáfrica. Esto haría que la ola de Ómicron fuera intensa, pero de corta duración. Sin embargo, no está garantizado que haya un descenso rápido. Sudáfrica tiene una población más joven en comparación con los Estados Unidos y es más probable que los jóvenes tengan infecciones leves y no detectadas. Además, Sudáfrica se encuentra en verano, lo que es menos favorable para la transmisión del virus.

Las repercusiones de la ola de Ómicron en las hospitalizaciones y muertes en este país son aún menos claras. Aunque la variante está causando un número récord de infecciones, se espera que las vacunas, las dosis de refuerzo y las infecciones previas por otras variantes sigan protegiendo a la mayoría de las personas de los peores efectos del virus. La evidencia preliminar apoya esta conclusión. No obstante, Ómicron podría afectar mucho nuestra vida cotidiana de otras formas: si los docentes dan positivo y las escuelas pasan a clases a distancia; si los vuelos, el metro y los autobuses se interrumpen por falta de trabajadores, o si las cirugías electivas se posponen por falta de personal.

¿Qué ocurrirá después de enero? Todavía no conocemos el destino final del SARS-CoV-2 y todas sus variantes. La carga futura del COVID-19 apareció en gran medida de si siguen surgiendo variantes altamente transmisibles capaces de eludir la inmunidad preexistente, como la Ómicron.

Si surgen nuevas variantes aproximadamente dos veces al año, por ejemplo, entonces habrá que esperar que haya varios brotes cada año, incluso en verano. Si estas variantes surgen con menos frecuencia, entonces los brotes pueden ocurrir cada año o incluso con menos frecuencia. La gravedad de estos brotes surgió de las características de esas nuevas variantes y de si las infecciones previas, la vacunación y los nuevos medicamentos pueden mantener a las personas con un menor riesgo de enfermedad grave.

Las secuelas a largo plazo de la variante Ómicron siguen siendo desconocidas, pero a corto plazo, todo el mundo debería esperar un mes intenso de trastornos. Aun así, el consejo que ya todos conocemos sigue siendo el mejor: vacunarse, ponerse las dosis de refuerzo y prepararse para un enero complicado.

Jeffrey Chamán es columnista de The New York Times.