¡Adiós a los palacios y con casas propias!
La inauguración de la Casa Grande del Pueblo (CGP) el 9 de agosto de 2018 y la del nuevo edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) el 2 agosto de 2021 marcan hitos muy importantes en la vida política del país. ¿Qué significa sustituir a los antiguos palacios de arquitectura colonial por otros edificios contemporáneos? La oposición política y sus allegados sociales han vociferado diciendo que son construcciones del Estado plurinacional, que es “el edificio del Evo”, que no se justifica su edificación por el excesivo gasto ocasionado, etc.
Si hacemos alguna comparación ¿cómo son las viviendas donde habitan estas personas que protestan por la construcción de las casas de la ALP y la CGP? Estoy seguro de que sus domicilios son verdaderos palacios y de gran costo, además de tener lujos, estar adornados de costosos mobiliarios traídos del extranjero, etc. El caso de la CGP ha despertado una serie de reacciones, desde las más reflexivas hasta los más racistas que dicen “que no es bueno porque fue ideada su construcción por un indio”, refiriéndose al expresidente Evo Morales. Aunque otro grupo de ciudadanos/as pide que se reconozca al “palacio quemado” como un lugar histórico patrimonial y creo que eso está implícito cuando se anuncia que se convertirá en un museo y su acceso al público. Lo más importante de la CGP y ALP es haber logrado la desvalorización de un lugar central y colonial de la ciudad de La Paz: la plaza Murillo.
La ubicación y la construcción de la CGP y ALP, a pesar de estar en el centro histórico, han puesto en crisis la típica simbolización de la ciudad: el kilómetro cero de la plaza Murillo. Hay que recordar que su trazado, como el de muchas otras ciudades latinoamericanas fundadas por los españoles, alberga a la plaza principal o plaza mayor, cercada por la Catedral católica, la Gobernación y la Asamblea Legislativa. Para los que reclaman que ya no hay actividad del Poder Ejecutivo en el “palacio quemado”, es importante precisar que las ciudades latinoamericanas fueron fundadas sobre otras ciudades más antiguas, sobre las wak’as o lugares sagrados ancestrales, como Tenochtitlán en México, Cusco en Perú y Chuqiyapu Marka en La Paz.
Para los colonizadores, Abya Yala o América Latina apareció como un continente casi vacío, casi sin población y sin cultura, que en la idea de los españoles era totalmente desdeñable. Así se constituyó la mentalidad fundadora, es decir, se implantaba casi todo sobre la casi nada, sobre una naturaleza que se desconocía, sobre una sociedad ancestral que se aniquilaba, sobre una cultura que se daba por inexistente. La ciudad se convirtió en un reducto europeo en medio de la nada. Así se organizó el sistema político y administrativo colonial, los usos burocráticos, el estilo arquitectónico, las formas de vida religiosa, las ceremonias civiles, de modo que la nueva ciudad comenzara cuanto antes a funcionar, como si fuera una ciudad europea extendida, ignorante de su contorno, indiferente al mundo subordinado de los indios, de los mestizos conscientes y de los negros al que se superponían.
A pesar del proceso del colonialismo triunfalista, el peligro de un levantamiento de los indios se mantuvo latente en muchas ciudades y obligó a sus pobladores a mantenerse en pie de guerra. Por eso crearon la ciudad-fuerte, la ciudad- fortín, que les garantizaba la unión de grupo colonizador, la continuidad de sus costumbres y ese ejercicio de la vida “noble” que se había grabado en su memoria de emigrados.
En síntesis, así se construyó la sociedad barroca colonial, escindida en privilegiados y no privilegiados. La idea de ciudad-fortín también fue aplicada en su cabalidad a La Paz, ¿acaso no se convirtió en fortín frente al levantamiento de Tupaj Katari-Bartolina Sisa en 1781 y movilizaciones indias y populares contemporáneas? Esa idea de ciudad-fuerte fue el justificativo para que los indios no ingresen a la plaza Murillo. A aquellos que se lamentan que el viejo palacio de gobierno ya no se utilice ¿añoran estas causas coloniales y racistas? ¿Por qué no existe un monumento a Tupaj Katari y Bartolina Sisa en la plaza Murillo? Esta plaza debería albergar las estatuas de Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, porque en esa plaza fueron humilladas cruelmente por los españoles. En plena esquina, hoy Museo de Arte, otrora domicilio donde estuvo presa Bartolina.
Este desmarque de la CGP y la ALP no solo es físico ni arquitectónico sino fundamentalmente es descolonizador frente a un emblema que hasta hace poco representaba el ejercicio del poder político central fundado por la colonización y continuado por sus seguidores.
El expresidente Morales había abierto al público la visita a la CGP, esa labor tiene que continuar y algo similar tendrá que ocurrir con la ALP, para que no se vuelva repetir el uso y la exclusividad de esas nuevas casas solo para los funcionarios, los diputados, senadores y visitantes extranjeros. Las visitas guiadas en nuestros idiomas ancestrales le darían un marco diferente para que la ciudadana/o común conozca, de qué lugar administran el país los políticos. Los antiguos palacios habría que convertirlos en museos de la memoria, para que no se reproduzca el colonialismo. Sería plausible que se retire al Regimiento Colorados que hoy la custodia. Estos vetustos palacios tienen que albergar documentación, libros, fotografías, periódicos antiguos, que con diseños llamativos permitirá conocer el país colonial, que hoy estamos transformándolo por nuestros thakhi/ñan o caminos de la descolonización profunda.
Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.