No a las sanciones económicas
Como resultado de la invasión de Rusia a Ucrania, los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido han establecido, a una escala nunca vista anteriormente, sanciones comerciales y financieras, equivalentes a un “ataque nuclear no violento,” con el objetivo de dañar la economía rusa.
En un contexto de prédica de las bondades del libre comercio y de los flujos financieros, las “sanciones” no aparecen en ningún manual de economía ni siquiera como “distorsiones”, como muestra de su poca relación con lo que sucede en el mundo real.
Sin embargo, según El Economista, la historia de las sanciones se remonta cuando Napoleón en 1806 prohibió a los países europeos comerciar con Londres y cuando EEUU aprobó su primera ley de embargos en 1807 con la Embargo Act. Durante la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido impuso el bloqueo comercial a Alemania y en la Segunda Guerra Mundial “también se imponen numerosas sanciones” pero “difíciles de ejecutar, ante la falta de un dominio claro sobre los mares”.
En la posguerra, la tendencia en EEUU fue por las sanciones por razones ideológicas como contra Corea del Norte, Cuba, Irán y Venezuela. Sin embargo, Anne Krueger hace notar que en 1990 las Naciones Unidas participaron en el embargo financiero y comercial contra Irak, por la invasión a Kuwait. Encuentra, además, que “en 2020 los EEUU han impuesto sanciones a más de 10.000 entidades, diez veces más que en 2000”.
El Departamento del Tesoro de los EEUU tiene la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), la cual administra y aplica sanciones económicas y comerciales basadas en la política exterior y los objetivos de seguridad nacional de los Estados Unidos contra países y regímenes extranjeros específicos, terroristas, narcotraficantes internacionales, aquellos involucrados en actividades relacionadas con la proliferación de armas de destrucción masiva y otras amenazas a la seguridad nacional, la política exterior o la economía de los Estados Unidos.
Como se observa, EEUU tiene un poder amplio y unilateral en la imposición de sanciones y las Naciones Unidas juegan un papel secundario, apoyando en algunas sanciones como a Irak y reclamando otras veces como contra el embargo a Cuba.
El problema actual es que cuando se multilateralizan las sanciones, los impactos en la economía mundial no son predecibles, puesto que han trastocado las cadenas globales de valor, las cadenas de suministros y en el sistema de pagos internacional, afectando la débil recuperación mundial y avivando las presiones inflacionarias, empero, hay ganadores con la guerra y también, si llega la paz, con la futura reconstrucción.
En el campo financiero, las sanciones perturban los flujos financieros, como el hecho de excluir a Rusia del sistema de pagos internacionales denominado SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), donde alrededor de 300 instituciones financieras rusas lo utilizan. El SWIFT cuenta con más de 11.000 miembros en 200 países, es copropiedad de más de 2.000 bancos y está gobernado por un consejo compuesto por ejecutivos financieros globales. Puede utilizar, eso sí, el sistema alternativo que tiene China denominado CIP S (China’s Cross-Border Interbank Payments System), pero es una disrupción en el mercado global financiero.
Por su parte, Putin declaró: “He decidido implementar lo antes posible una serie de medidas para transferir los pagos por nuestro gas natural por parte de los llamados países inamistosos en rublos”. Tiene una lista de países inamistosos que incluye incluso a Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Taiwán. Es muy difícil convertir al rublo en una divisa de aceptación mundial, aunque en el corto plazo Alemania va a tener que buscar rublos para pagar el gas.
Los efectos de la crisis geopolítica en Bolivia son indirectos en términos de las sanciones y se beneficia relativamente del aumento del petróleo, de los precios de los alimentos que exporta y, hasta marzo, de los precios del oro y de los minerales que seguían subiendo.
En todo caso, nuestra consigna debería ser: ¡No a las invasiones militares. No a las sanciones económicas!
Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista.