Hacia un cártel del litio (¿…?)
Bolivia, Argentina y Chile ocupan —en ese orden— los tres primeros lugares en reservas mundiales de litio. El litio se considera el mineral del futuro gracias a su utilidad para la fabricación de baterías para automóviles eléctricos, que son la promesa hacia un mundo más verde y menos contaminante.
El litio es, ahora mismo, un mineral geoestratégico. Y como tal, la gestión de su explotación e industrialización plantea una enorme oportunidad de generación de riqueza para quienes controlen los eslabones críticos de esa cadena de producción.
Desde el punto de vista de los tres principales poseedores de reservas, parece tener todo el sentido del mundo organizar un cártel estilo OPEP, pero del litio. Como en todo, hay argumentos a favor y argumentos en contra. Spoiler: este columnista está a favor.
El negocio global del litio es una maraña compleja de actores; en este momento, China controla la mayor parte del downstream, o sea, de la producción de artículos de uso final de litio. En el mundo entero, las metas de incremento de carros eléctricos se están expandiendo y los plazos para lograr esas metas, que hace algunos años parecían “razonables”, hoy se convierten en fatales.
Entre Bolivia, Argentina y Chile —el triángulo sudamericano del litio— concentran, según estimaciones, el 63% de las reservas mundiales de litio. Se prevé que la demanda del mineral se multiplicará por 42 veces hasta 2050, de 200.000 TM hasta 84 millones de TM.
Los países del triángulo del litio actualmente tienen gobiernos con importantes coincidencias ideológicas y, paralelamente, sostienen relaciones amistosas con China. La idea de un cártel ya la había planteado Argentina en 2011, pensando en una alianza formal que regule los precios y cantidades en función principalmente de la maximización de ganancias de los involucrados, habida cuenta del poder de mercado que los países compradores pueden adquirir.
La idea de un cártel todavía está en gestación; hasta la fecha, lo más que hay son declaraciones de intenciones que se deslizan de cuando en cuando a la prensa, pero sin visos de un mayor desarrollo. En la coyuntura actual, coinciden elementos conducentes a la germinación de la idea.
Por otro lado, convengamos en que la voluntad política no es suficiente. Un cártel es difícil de gestionar, requiere ingeniería técnica y política del muy alto nivel para lograr acuerdos duraderos y firmes para el establecimiento de cuotas y otras restricciones de mercado; en un entorno tan dinámico como el de ahora, la tentación de hacer trampa es grande.
Por otro lado, tener reservas grandes, muy grandes, enormes o inmensas no es sinónimo de poder: Australia, que ocupa el 5º lugar en reservas, tiene el primer lugar en producción; Chile, con el tercer lugar en reservas, ocupa el segundo lugar en producción; y Argentina, con el segundo lugar en reservas, ocupa el cuarto lugar en producción.
El esquema de gobernabilidad, los tipos de acuerdos con el capital transnacional y la participación del Estado en el negocio son elementos que deben ser ampliamente discutidos para operar un cártel. Si bien las coincidencias ideológicas actuales entre los tres gobiernos pueden facilitar las conversaciones, todavía no estamos en condiciones de lograr consensos finales.
Pese a todos los elementos en contra, si un cártel es bien manejado, puede generar interesantes beneficios que se consoliden en el mediano y largo plazos. En conclusión, se requiere desarrollar una capacidad de articulación, negociación y coordinación muy sofisticada y que se sostenga en el largo plazo — vale decir, una institucionalidad muy sólida.
En otro orden de cosas, se debe considerar que se trata de un mercado recién en evolución, así que la acumulación de conocimiento superespecializado es crítica.
En tercer lugar, si —como preveo inicialmente— las modalidades de gobernanza sectorial van a tener un nivel de heterogeneidad, la capacidad de negociación y coordinación que se debe desarrollar es de un nivel muy alto.
Superar los obstáculos que se presenten hacia el logro de un cártel —bien manejado— vale el esfuerzo en un contexto de fuerzas de negociación desiguales entre productores y consumidores. Yo creo que se puede.
Pablo Rossell Arce es economista.