Disminuir los tiroteos en EEUU
Los entusiastas de las armas protestan diciendo que este es un momento para el duelo, y no para la política; para el luto nacional y no para debates polarizadores sobre las armas de fuego. Pero estamos cansados de conmemorar la violencia armada en Estados Unidos solo con pensamientos y oraciones. No respondimos a la invasión rusa de Ucrania simplemente con pensamientos y oraciones, o a los atentados del 11-S solo con minutos de silencio o a Pearl Harbor con nada más que banderas a media asta y exequias.
No: decidimos actuar, a pesar de que eran unos desafíos muy difíciles, sin soluciones perfectas. La reglamentación de las armas es asimismo complicada y políticamente problemática, y no vamos a conseguir que todo el mundo esté a salvo. Aun así, los expertos dicen que, con el tiempo, podríamos reducir razonablemente las muertes por armas de fuego en un tercio, o salvar 15.000 vidas al año, si se impone una serie de límites pragmáticos a la tenencia de armas y a quiénes pueden acceder a ellas.
En cambio, estamos paralizados, y en aspectos que amenazan a nuestra democracia y nuestro bienestar. Los niños y adolescentes estadounidenses son el 57% más propensos a morir jóvenes en comparación con los niños y adolescentes en otros países desarrollados, y las armas de fuego son una razón importante. Un estudio reveló que, para los estadounidenses de entre 15 y 19 años, la probabilidad de morir por disparos es 82 veces mayor que para los adolescentes que rondan esa franja de edad en los países similares a los nuestros.
Entonces, ¿qué camino seguir? Esto será doloroso para muchos de mis correligionarios liberales, pero sugiero que nos esforcemos más para involucrar a los centristas, para hablar sobre la “seguridad en el uso de armas”, en vez del “control de armas”, y comprometernos. Pensemos, por ejemplo, en la edad mínima legal para comprar o poseer un arma de fuego. Los sospechosos de los tiroteos de Texas y Búfalo tenían solo 18 años. Los estadounidenses de entre 18 y 20 años representan el 4% de la población, pero son el 17% de quienes se sabe que han perpetrado un asesinato.
Normalmente no permitimos que las personas que han cometido delitos graves posean armas de fuego; ¿no sería lógico prohibir también que las compre alguien condenado recientemente por un delito menor relacionado con las drogas y el alcohol, la violencia o el acoso? ¿Y qué hay del sistema universal de comprobación de antecedentes? Las encuestas señalan que la inmensa mayoría de los propietarios de armas están a favor de dicho sistema, y, sin embargo, el 22% de las armas fueron obtenidas sin ninguna comprobación.
Estos son pasos pragmáticos que no acabarán con la violencia con armas de fuego ni evitarán todos los tiroteos. Pero sí pueden hacer que nuestro país sea un poco más seguro. Cuando Nueva Zelanda sufrió un tiroteo masivo en 2019, el país tomó medidas en 26 días para endurecer las leyes de armas. En Estados Unidos, han pasado 56 años desde la primera masacre con armas, el tiroteo desde la torre de la Universidad de Texas en 1966 que se cobró 17 vidas.
¿La Segunda Enmienda es un obstáculo? Quizá hasta cierto punto. Pero la mayoría de nosotros, incluidos los jueces, admitimos que necesitamos fijar algunos límites a las armas. Lo cierto es que no vamos a prohibir las armas en Estados Unidos, como no vamos a prohibir el alcohol, las motocicletas, los cuchillos de caza, los cigarrillos u otros productos que pueden ser mortales. Estas peleas vociferantes y maximalistas sobre el “control de armas” frente a la “Segunda Enmienda” han generado un estancamiento político mientras seguimos perdiendo 45.000 vidas anuales a causa de las armas. Eso son 123 vidas perdidas al día.
Estados Unidos está perdiendo terreno respecto a las armas. Se calcula que el año pasado se vendieron en este país 18,8 millones de armas de fuego. Estados Unidos ya tiene la cifra más alta, con creces, de armas de fuego per cápita (Yemen, en plena guerra civil, ocupa el segundo lugar). Al parecer, los civiles estadounidenses poseen una cantidad de armas de asalto —las versiones civiles— mayor que las versiones automáticas en posesión del ejército estadounidense.
De modo que ahorrémonos los llamamientos píos a evitar la política. En su lugar, complementemos los pensamientos y las oraciones con pasos concretos, basados en la tediosa compilación de datos, sustentados en las conversaciones difíciles con personas con las que discrepamos, para reducir las muertes por armas de fuego para que las escuelas de primaria no tengan que ser cementerios.
Nicholas Kristof es columnista de The New York Times.