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Saturday 14 Dec 2024 | Actualizado a 18:05 PM

Acuerdos para un Censo de calidad

/ 17 de julio de 2022 / 00:35

La decisión de postergar el Censo de Población y Vivienda tiene varias consecuencias y ha provocado diversas reacciones. Entre las principales se tiene que mencionar la demanda de que el Censo se realice a mediados de 2023.

Los argumentos para realizar el Censo en 2024 incluyen causas climatológicas y demoras en la socialización de la boleta. Los problemas más complicados consisten sin embargo en el retraso de la cartografía y en la existencia de numerosos conflictos limítrofes entre municipios vecinos. Ambas cuestiones se sintetizan en las expectativas sobre la distribución de recursos fiscales y el número de escaños en la Cámara de Diputados.

Conviene recordar que ya hubo una modificación de la coparticipación tributaria con la incorporación de indicadores de pobreza en el marco de la condonación de la deuda externa, bajo el amparo de la iniciativa conocida como HIPC. Por lo tanto, no es verdad que una mayor población signifique automáticamente mayores recursos fiscales. Habría que empezar por un debate informado sobre las variables y los indicadores sociales complementarios a las cifras poblacionales para armar la pauta de distribución de los recursos presupuestarios entre los entes territoriales autónomos y las universidades públicas.

Tampoco hay una relación directa entre el número de la población y su representación en la Cámara de Diputados. Basta mencionar que el artículo 146 de la Constitución Política del Estado establece que el Órgano Electoral determinará la distribución total de escaños entre los departamentos en base al número de habitantes de cada uno de ellos, de acuerdo al último censo, pero por equidad la ley asignará un número de escaños mínimo a los departamentos con menor población y menor desarrollo económico.

Recursos fiscales y escaños activan en consecuencia los intereses y las pasiones, anticipando expectativas a partir de supuestos sobre los flujos migratorios identificados grosso modo en el país. Cabe plantear la convocatoria a un gran acuerdo de solidaridad nacional respecto del origen y destino de los recursos fiscales, tomando en cuenta las perspectivas económicas en los próximos años, lo que podría proporcionar elementos de juicio para acordar por anticipado los parámetros para el pacto fiscal y la reforma tributaria que debe acompañarlo.

En cuanto a la distribución de escaños en la Cámara de Diputados se puede proponer otro gran acuerdo político a partir de una deliberación amplia sobre el artículo 146 de la Constitución Política del Estado, cuyo objetivo primordial debería ser la representación proporcional de las organizaciones políticas surgida de elecciones limpias y competitivas. Entre los criterios de equidad, el más relevante es el que alude a menor población.

Si hubiera la voluntad política de resolver de esa manera democrática las tensiones que provoca la preparación del Censo, se podría avanzar en la identificación del catálogo de indicadores demográficos, sociales y económicos que debe proporcionar el Censo con miras a la planificación del desarrollo, la identificación de las brechas en los ámbitos de la salud, la educación, la vivienda y el empleo, toda vez que en estos aspectos se han registrado los mayores impactos del COVID-19.

Una información verídica sobre el avance actual de las tareas preparatorias podría abrir la posibilidad de considerar la realización del Censo a mediados de 2023. Caso contrario la información completa del Censo no estaría disponible para el Bicentenario ni para las elecciones generales de 2025.

En cualquier caso, resulta imprescindible el fortalecimiento institucional y la independencia del INE. Es obvio que la mejor garantía de un Censo de calidad consiste en un sistema transparente de diálogos y acuerdos en diversas geometrías institucionales, políticas y sociales, destinados a fortalecer la cohesión social.

Horst Grebe es economista.

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Causas y consecuencias de las quemas forestales

/ 20 de octubre de 2024 / 06:00

El país registra desde hace más de un año varias crisis simultáneas, que no están adecuadamente reconocidas ni priorizadas, y mucho menos enfrentadas mediante una estrategia integral que incluya los eslabonamientos de causalidad y las correspondientes secuencias de tratamiento temporal. Es como si en las altas esferas del Estado se hubiera instalado una peculiar miopía estratégica, atribuible probablemente a precauciones políticas destinadas a proteger los intereses de los aliados efectivos y potenciales en las pugnas internas del MAS. 

Basta recordar la insuficiente atención que han merecido los incendios forestales de los meses pasados, declarados tardíamente como desastre nacional, cuando el fuego cubrió una superficie mayor a 10 millones de hectáreas, de las cuales más de dos tercios se ubican en Santa Cruz, algo más de una cuarta parte en el Beni y el resto en los departamentos de Paz, Pando, Chuquisaca, Tarija y Cochabamba. 

Dichos incendios y la sequía, que trae consigo una reducción inédita del caudal de los ríos, como ocurre en el propio Amazonas, se atribuyen por lo general a las altas temperaturas asociadas al cambio climático, sin darle la debida importancia a la quema deliberada del bosque con miras a la ampliación de la frontera agrícola para actividades agropecuarias de exportación, el tráfico ilegal de tierras y la ocupación de colonizadores.

Interesantes discusiones técnicas sobre los daños ambientales en gran escala por causa de los actuales incendios en América del Sur se realizarán seguramente en la próxima reunión del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP 16), que se llevará cabo la próxima semana en Cali (Colombia) con la participación de más de 190 países. Sin embargo, al igual que en las multitudinarias reuniones anuales sobre cambio climático, muy pocos son los compromisos concretos de financiamiento y asistencia técnica que se pueden esperar del mencionado evento.

Se trata, en el mejor de los casos, de un enorme auditorio para exponer las posiciones oficiales de los gobiernos y, eventualmente, las críticas correspondientes de parte de la sociedad civil, pero en raras ocasiones se perfeccionan mecanismos de cooperación efectiva entre los países y los organismos internacionales participantes. No obstante, podría explorarse una iniciativa conjunta de los países amazónicos con miras al establecimiento de un fondo financiero regional que atienda de manera expedita los graves daños infligidos a las poblaciones indígenas y a la biodiversidad por parte de los mencionados incendios. 

Las consideraciones anteriores corroboran una vez más que, en términos estratégicos, el país requiere encarar más pronto que tarde la transformación del actual patrón de desarrollo extractivista y depredador de sus recursos naturales hacia un modelo de desarrollo de creación de valor, fundado en aumentos genuinos de productividad, robustas capacidades competitivas, justicia social y sostenibilidad ambiental. Una transición estructural de ese alcance requiere, por supuesto, una visión coherente de largo plazo y una efectiva reforma moral e intelectual, así como un amplio proceso de deliberaciones técnicas y políticas, respaldadas en evidencias empíricas y análisis críticos sobre los resultados de las políticas aplicadas por los gobiernos del MAS en los 20 años pasados. También son imprescindibles investigaciones críticas y análisis académicos sectoriales de alta calidad, en cuanto soportes intelectuales de la necesaria planificación participativa del Estado.

Por último, es un requisito primordial contar con interpretaciones desideologizadas sobre la reconfiguración del orden internacional, resultante de la revolución tecnológica, la transición energética global, los conflictos geopolíticos, la carrera armamentista y la competencia espacial, que en conjunto determinan la dinámica de los mercados de minerales y otros insumos estratégicos que interesan a Bolivia.

Horst Grebe López es economista

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Para recuperar un futuro posible

/ 25 de agosto de 2024 / 01:58

En vista de la convocatoria a diversos sectores empresariales y sindicales por parte del Gobierno, ahora muchos gremios populares exigen ser atendidos en los mismos términos que los anteriores. Los reclamos se refieren de manera cada vez más imperiosa al abastecimiento de dólares, combustibles, insumos industriales y al alza de varios precios de la canasta familiar, es decir al control de la inflación.

Como las respuestas y compromisos derivados de estas reuniones no contemplan resultados inmediatos, ni pueden hacerlo dadas las complejas dimensiones que han alcanzado las diversas crisis, existe el peligro de que la combinación de incertidumbres inmediatas y los temores sobre el futuro a más largo plazo, desborden en violencia y confrontaciones descontroladas.

Se suma a todo eso, la conflictividad creciente derivada de las disputas entre fracciones del MAS, que trae aparejada la desinstitucionalización de las relaciones entre órganos del Estado, y el empantanamiento de la deliberación parlamentaria, atrapada en una serie de disputas sobre el muy corto plazo.

Entre las consecuencias de dicha conflictividad creciente existe el riesgo de que se instale una frustración estructural acompañada de una pérdida de futuro, es decir, un fracaso del Estado.

Considero por eso imperioso abordar la deliberación sobre los temas del desarrollo a más largo plazo y las transformaciones imprescindibles que se requieren a fin de que no se acumulen rezagos adicionales en cuanto a la comparación económica, social e institucional con nuestros vecinos.

A lo largo de su historia, el país no ha logrado sustituir el patrón secular de desarrollo primario- exportador, característico al comienzo de la minería y que más adelante se instaló también en la extracción de los hidrocarburos y de las actividades agropecuarias en los departamentos del oriente. Como es frecuente en este tipo de economías, su funcionamiento es cíclico, dependiendo de los mercados internacionales de materias primas y productos básicos. Se puede demostrar que enfrentamos el agotamiento de un ciclo excepcional de bonanza externa, motivo por el cual se requiere emprender sin mucha dilación la identificación de los componentes materiales de un patrón alternativo de desarrollo dinámico por su nivel de crecimiento de largo plazo, capaz de generar suficientes puestos de trabajo formal y sostenible por su aprovechamiento regenerativo de los recursos naturales.

Por supuesto que la crisis del cortísimo plazo necesita respuestas urgentes, la mayor parte de las cuales son bien conocidas, y están bajo la responsabilidad del Gobierno. El sistema de precios relativos está absolutamente distorsionado. No conviene sin embargo que se trate de enderezar todos sus componentes al mismo tiempo, pero tampoco es razonable que se someta el problema a un referéndum difuso e inconstitucional que se llevará a cabo dentro de 90 días.

En el horizonte a mediano plazo es necesario considerar propuestas concretas sobre el país deseable y la respectiva trayectoria de su realización, en cotejo con las oportunidades que ya están presentes en el ámbito internacional, pero que necesitan un ejercicio serio de planificación, concertación e inclusión de inversiones extranjeras de calidad.

Así, por ejemplo, la transición energética global desde los combustibles fósiles hasta las energías renovables ofrece oportunidades concretas para un nuevo tipo de minería sostenible. También hay oportunidades para una actividad agropecuaria en gran escala, que no implique ampliación irresponsable de la frontera agrícola ni tampoco el uso masivo de biotecnologías inconvenientes.

En la visión de largo plazo se tiene que incorporar como uno de los componentes centrales el aprovechamiento inteligente del Mercosur, sin abandonar las oportunidades que existen en la Comunidad Andina.

Horst Grebe es economista.

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Síntomas y causas de la crisis económica

/ 11 de agosto de 2024 / 00:40

En el contexto de la conmemoración de las fiestas patrias se han logrado avances en cuanto a la aceptación de que el país se encuentra en una crisis grave, y que se requieren varios diálogos para enfrentar dicha circunstancia. Sin embargo, falta todavía una propuesta estratégica que no solamente atienda a los desequilibrios de corto plazo, sino también a las perspectivas de mediano y largo plazos, tomando en cuenta que Bolivia es el país con mayores rezagos en los principales indicadores sociales y de competitividad, así como de niveles de producto por habitante en América del Sur. En consecuencia, la tramitación del ingreso pleno del país al Mercosur debería comprender la adecuación normativa, pero asimismo la adopción de un catálogo completo de iniciativas orientadas al cierre de las brechas con los otros cuatro miembros de dicho mecanismo de integración.

A tal efecto, el país requiere aumentar sistemáticamente y durante un largo periodo su nivel de productividad general mediante la identificación de grandes proyectos idóneos para absorber el enorme contingente de informalidad que caracteriza a la economía nacional.

Por otra parte, ahora que hemos ingresado al último año previo a la conmemoración de los 200 años de la independencia del país, es imprescindible llevar a cabo un balance sin ilusiones sobre la calidad de nuestra inserción internacional y la correspondiente ubicación efectiva en el concierto internacional de naciones.

No son recursos naturales los que le hacen falta al país, sino políticas adecuadas y estrategias de desarrollo de largo plazo que permitan escalar desde un patrón de desarrollo primario-exportador hacia niveles cada vez mayores de agregación de valor en nuestros intercambios comerciales con el exterior, al mismo tiempo que se pongan en práctica grandes esfuerzos para superar las consecuencias negativas sobre el medio ambiente que ha traído consigo el largamente vigente extractivismo depredador. Los actuales incendios en las tierras bajas del oriente son una severa llamada de atención sobre la falta de protección a los recursos forestales y la riqueza de los bosques de nuestra zona amazónica.

También es necesario que la salida de la actual crisis permita superar el movimiento pendular de las orientaciones centrales de las políticas económicas, que han dado lugar a la sucesión de periodos de predominio de políticas neoliberales, seguidas de períodos de políticas de corte estatista.

Por todo lo anterior, sería lamentable que se desaproveche la actual convocatoria para diálogos con agentes económicos y sociales, si se persevera en la negación de la existencia de una combinación de varias crisis, que requieren medidas estructurales de fondo. Por lo que se conoce hasta ahora, las medidas que forman parte de la propuesta gubernamental están lejos de significar un auténtico cambio de rumbo en la gestión de las políticas económicas, y sus efectos consiguientes en la distribución de los ingresos y la creación de empleo.

Para responder adecuadamente a la actual coyuntura de crisis, resulta imprescindible como primer paso analítico distinguir entre los síntomas de corto plazo y los factores estructurales que los explican. El síntoma principal de la crisis económica consiste, por supuesto, en la escasez de dólares, por un lado, y de diésel y gasolina, por otro. Las principales causas de dicha escasez provienen sin embargo de la caída de la producción y la exportación de gas natural a partir de 2015, y del aumento de la importación de diésel y gasolina a fin de mantener el abastecimiento interno mediante subsidios cada vez más costosos.

El abultado déficit fiscal, la pérdida de reservas internacionales y el aumento acelerado del endeudamiento son consecuencia a su vez de que el país ha dejado de ser un exportador neto de hidrocarburos, y eso no se corrige por supuesto con políticas cambiarias.

Horst Grebe es economista. 

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Bolivia en el Mercosur

/ 28 de julio de 2024 / 03:02

La reciente incorporación de Bolivia al Mercosur constituye un tema nuevo en el debate público contemporáneo. Y es bueno que así sea, puesto que implica un cambio sustantivo de la visión del desarrollo necesario y posible del país a largo plazo.

Las primeras opiniones opuestas se han referido a la perspectiva de que aumente el déficit comercial. Es evidente que el comercio exterior de Bolivia con los países del Mercosur ha tenido saldos positivos únicamente mientras se cumplió con los contratos de exportación de gas a Brasil y Argentina. Por su naturaleza estratégica, conviene sin embargo que el tema energético no se mezcle con el examen del intercambio comercial general. Por lo demás, enfoques de índole puramente comercial no toman en cuenta las condiciones geopolíticas que prevalecen hoy en día en el proceso de reacomodos del orden global.

De ahí que entre los objetivos prioritarios de Bolivia en el Mercosur deban destacarse la adquisición de mayores condiciones de seguridad externa y la expansión sustancial del horizonte de posibilidades de crecer transitando del patrón extractivista al desarrollo ambientalmente sostenible, así como el cierre de las brechas económicas, de productividad y competitividad, lo que incluye por cierto la reducción sostenida de la informalidad que caracteriza a las actividades económicas.

A tales efectos, es necesario diseñar una estrategia de desarrollo que garantice un crecimiento económico no inferior al 5% durante varias décadas, lo que implica una tasa de inversión reproductiva superior al 20% del PIB, donde la mayor parte de la formación de capital corresponda a inversiones de capital privado, bajo un régimen regulatorio que satisfaga claramente los intereses nacionales y sea aceptable asimismo para el despliegue de inversiones privadas nacionales y extrajeras de alta calidad.

Baste mencionar que la paulatina reducción del abultado segmento de la informalidad de la economía requiere la instalación de iniciativas y emprendimientos capaces de generar enormes contingentes de empleo decente, lo cual es difícil de conseguir en la escala necesaria a partir de las dimensiones del actual mercado interno. Por otra parte, existen posibilidades razonables de que Bolivia forme parte de algunas cadenas de suministros regionales bajo diversas formas y modalidades, donde en algunos casos se busque una participación con alto valor agregado, en otros se participe en la provisión de diversos servicios y, por último, en otros se incorporen aquellos minerales que forman parte de la transición global de los combustibles fósiles a las energías renovables y que Bolivia está en condiciones de suministrar.

Para avanzar paulatinamente en los objetivos mencionados, será preciso mejorar significativamente la calidad de la infraestructura física, de la digitalización y la interconexión de las redes de internet. En ese contexto, habrá que considerar también la posibilidad de impulsar algunas asociaciones público-privadas con miras a ampliar el aprovechamiento de capacidades tecnológicas, financieras y gerenciales.

Todos los objetivos mencionados son imposibles de lograr a partir de la operación espontánea de los mercados. Es preciso, en cambio, adoptar una estrategia explícita de transformaciones económicas e institucionales, que oriente las políticas nacionales pari passu con la adecuación creativa del aparato regulatorio nacional a las normativas del Mercosur.

Conviene aclarar que la visión esquemática que propongo para el debate público respecto del ingreso de Bolivia al Mercosur no se inhibe ante los actuales problemas de dicho mecanismo, ni menos ante las severas deficiencias institucionales, limitaciones del aparato administrativo y expectativas disminuidas del país en general.

Al fin y al cabo, se trata de formular visiones ambiciosas para provocar el debate.

Horst Grebe es economista.

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Entre el Mercosur y los BRICS+

/ 30 de junio de 2024 / 00:08

En vista de la próxima Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, que se llevará a cabo entre el 4 y el 8 de julio en Asunción, y de la solicitud de admisión de Bolivia en el Grupo BRICS+, que ha plateado hace pocas semanas el presidente Luis Arce, conviene examinar cuál de las opciones es la que más le conviene al país a largo plazo.

La dimensión del mercado interno de Bolivia no es suficiente para el establecimiento de industrias competitivas que contribuyan a la transformación de la actual matriz primarioexportadora. Por este motivo, se requiere la incorporación del país a mecanismos de integración que proporcionen una ampliación efectiva del acceso de productos y servicios bolivianos al mercado ampliado, que es la única manera de pensar en una industrialización en serio.

Conviene señalar al respecto que el Mercosur tiene una población de 260 millones de personas, ubicadas en el vecindario próximo de América del Sur. El Grupo BRICS+, en cambio, contabiliza 3.500 millones de personas ubicadas al otro lado del mundo, excepto Brasil, por supuesto. El Grupo BRICS+ no es un mecanismo económico propiamente, sino de naturaleza geopolítica, interesado en la transición global hacia un orden internacional multipolar.

La China lideriza el Grupo BRICS+ mediante sus grandes iniciativas de infraestructura de la Franja y la Ruta. Por sí sola es la segunda potencia del mundo en términos de producción industrial e innovación tecnológica, especialmente en cuanto a los insumos de la transición tecnológica hacia las energías renovables. Su demanda de alimentos, energía y minerales es también enorme debido a la urbanización creciente de su población. En este sentido, las relaciones económicas de América del Sur con la China se asemejan al antiguo esquema de intercambio de manufacturas por materias primas entre los países de América Latina y los centros industriales, que prevaleció en la primera mitad del siglo pasado.

El marco actual de relaciones China-América Latina no resulta apropiado para que las economías latinoamericanas superen el actual estancamiento de su crecimiento. Es necesario por eso establecer una estrategia propia de América del Sur, que comprenda la incorporación creciente de valor agregado en las exportaciones hacia la China, y que además contribuya a la preservación de los sumideros de gases de efecto invernadero de la cuenca amazónica.

A tal efecto, se requiere por supuesto incrementar sustancialmente la capacidad negociadora de los países suramericanos, lo cual se cumpliría en gran medida con el fortalecimiento efectivo del Mercosur y la convergencia con los países de la Alianza del Pacífico.

En ese contexto, Bolivia podría plantear iniciativas destinadas a llevar a cabo negociaciones destinadas a la transformación de su modelo productivo y de empleo de tal manera que paulatinamente se cierren las brechas de desarrollo que caracterizan el rezago del país respecto de sus vecinos, lo que no solamente se refiere al nivel de su PIB per cápita y de su desarrollo humano, sino a todo el catálogo de indicadores de la competitividad de las economías. Por consiguiente, entre los compromisos de su incorporación al Mercosur, el país tendría que negociar su participación creciente en algunas cadenas regionales de valor, tales como la fabricación de vehículos eléctricos y otras. Cabría también plantear la constitución de un fondo de compensación para el apoyo a la mejora de la infraestructura física y tecnológica del país, como el que existe en la Unión Europea.

Dadas las insuficiencias institucionales del actual Gobierno para llevar adelante en simultáneo las necesarias negociaciones con el Grupo BRICS+ y con la adecuación a la normativa del Mercosur parece recomendable adoptar una ruta crítica que se afiance primero en el ámbito de América del Sur y luego reconsidere la conveniencia de participar en el Grupo BRICS+.

Horst Grebe es economista. 

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