Estado aparente
René Zavaleta es quizá el principal teórico del Estado en Bolivia y, le pese a quien le pese, uno de nuestros intelectuales más célebres. Su lectura es obligada para quien desee comprender correctamente a nuestra formación social, para lo cual acuñó varias categorías a través de una obra tan prolífica como dispersa; dificultades que deben sumarse a un estilo de redacción no siempre claro y a un enfoque marxista heterodoxo, características todas que han hecho de él un autor algo difícil de entender. Bueno, al menos para mí.
Sostuvo alguna vez que no podía haber una teoría general del Estado a secas, al ser este la expresión o síntesis de una sociedad en particular y de su propia historia. Y al depender la comprensión de cada Estado de una historia diferenciada, resulta natural que de su estudio se deriven andamiajes conceptuales también específicos. Uno de ellos, que él utiliza para describir nuestra realidad es el término de abigarrado.
No se refería con ello a la diversidad cultural que usualmente nos caracteriza frente al resto del mundo, sino a la presencia simultánea de varios modos de producción en un mismo territorio. Para comprender esta situación en toda su dimensión debemos primero considerar que Zavaleta era marxista, y que dicha tradición parte de la premisa de que las sociedades modernas se caracterizan por la separación entre lo civil y lo político.
En segundo lugar, la escuela marxista diferencia analíticamente entre la base económica de una sociedad y su correspondiente superestructura, en la que se da el derecho, la cultura y la política. En una sociedad abigarrada, por lo tanto, no solo hay diferentes formas de producir, sino también de construir poder, legitimidad y obediencia, es decir, hegemonía; todas conviviendo en un mismo espacio de forma no articulada y a veces contradictoria.
Ahora bien, nuevamente, si partimos de la premisa de que cada Estado es la expresión de su propia sociedad, y que la formación social boliviana comprende a su vez varios modos de producción no articulados, entonces, tendremos una forma específica de Estado emergiendo de todo esto, que se caracteriza por cierta incapacidad de construcción hegemónica sobre la totalidad del cuerpo social y una tendencia recurrente a ese otro aspecto del poder, que es la coerción o la violencia, que Zavaleta llamó Estado aparente.
El proyecto de Estado Plurinacional es una alternativa a esta situación que, al decir de un maestro mío, rompe con la modernidad y la idea del Estado nación como única alternativa de organización social. En todo caso, se trataría de una propuesta aún por desarrollarse, y que requiere todavía una serie de reformas, que deberían ser el reverso del Estado neoliberal aún por desmontarse.
En todo caso, traigo todo esto a colación porque considero que tanto los conceptos de Estado aparente como de formación social abigarrada también pueden ayudarnos a explicar la inoperancia de nuestras instituciones y la brutalidad recurrente de nuestro Estado, junto con las proposiciones de Estado neocolonial y los efectos de la división internacional del trabajo o nuestra condición de Estado dependiente.
No quiero decir, por cierto, que seamos un Estado fallido ni una sociedad irredimible, puesto que aceptar aquellas tesis reforzaría de alguna manera la idea de que es necesario cierto tutelaje extranjero sobre nuestra sociedad, que es lo que les gustaría a muchos miembros de la oposición. Los problemas estructurales que arrastramos como sociedad no solo tienen explicación sino también solución, aunque lo segundo no es posible sin lo primero.
Carlos Moldiz Castillo es politólogo.