Analfabetismo, inequidad y desigualdad
En esta sociedad del siglo XXI, la pobreza no solo puede ser medida por la cantidad de recursos que poseen las personas, fundamentalmente es la expresión de la falta de valoración de la dignidad y el reducido ejercicio de los derechos de la población, así como la imposición de un patrón inequitativo de distribución del ingreso, riqueza y oportunidades. La pobreza supone fundamentalmente inequidad y desigualdad social, y una de sus mayores manifestaciones es el analfabetismo. En periodos donde la palabra escrita es central para las actividades cotidianas, el hecho que una persona no lea ni escriba o no tenga una formación básica le impide acompañar en el estudio de sus hijos, no ejerce de manera plena sus derechos ciudadanos, se le reducen las posibilidades de impulsar actividades productivas o encontrar oportunidades laborales; en pocas palabras, le hace propicio para ser sujeto de todo tipo de opresión. Así: ¿Qué mayor expresión de inequidad y desigualdad que el analfabetismo? Es que la alfabetización no solo es un asunto pedagógico sino es una de las principales reivindicaciones para la transformación social.
Por esas razones, la Unesco, “para recordar al público la importancia de la alfabetización como factor de dignidad y de derechos humanos, así como para lograr avances en la agenda de alfabetización con miras a una sociedad más instruida y sostenible”, desde 1967 declaró al 8 de septiembre como el Día Internacional de la Alfabetización. Sin embargo, como lo manifiesta este organismo internacional, “en 2020 había 771 millones de personas analfabetas en todo el mundo, dos tercios de las cuales son mujeres que, al carecer de conocimientos básicos de lectura y escritura, se enfrentan a mayores niveles de vulnerabilidad en la gestión de su salud, su trabajo y su vida en general.”
En medio de ese panorama, por contrapartida, Bolivia se convirtió en un ejemplo por sus acciones realizadas desde 2006 hasta constituirse en un Estado libre de analfabetismo y logró que miles de personas mayores de 15 años concluyan su formación equivalente al Sexto de Primaria, e inclusive que muchos de ellos concluyan su formación profesional.
El panorama mundial de múltiples crisis se complicó y agravó más con la pandemia del COVID-19, convertida en sindemia. Como también menciona la Unesco a propósito del Día Internacional de la Alfabetización 2022, “la rápida evolución del contexto mundial ha adquirido un nuevo significado en los últimos años, con el aumento de las temperaturas extremas, la pérdida masiva de biodiversidad, los cambios tecnológicos incluyendo la automatización y la consiguiente ampliación de la brecha digital, las pandemias, las movilizaciones políticas violentas, el impacto de los conflictos, los desplazamientos forzados, los retrocesos democráticos y la reacción negativa contra los derechos de la mujer, entre otras duras realidades a las que se enfrenta nuestro mundo en la actualidad, las cuales obstaculizan el progreso de los esfuerzos de alfabetización a nivel mundial.” Así, la necesidad de alfabetización se acrecentó porque en el mundo, 24 millones de grupos vulnerables de estudiantes, gran parte de ellos mayores de 15 años, tras la pandemia no podrán volver a la educación formal,
Con ese panorama, queda mucho por repensar y hacer. Por ejemplo, se tiene que dejar de considerar que la alfabetización se hace por asistencialismo, al contrario, se realiza porque se cumplen los derechos contribuyendo a la construcción del bienestar de la población y al desarrollo del país; tiene que dejar de suponerse que la alfabetización es un programa específico aislado del sistema educativo y que se aplica solo en un tiempo determinado, no es así, es parte de la estructura y la gestión educativa estatal, y su ejecución es sostenida en el largo plazo; se tiene que dejar de pensar que la alfabetización solo es enseñar a leer y escribir, es mucho más, se desarrolla en idioma materno, contribuye a la producción y al uso adecuado de la tecnología, así como a la continuidad de estudios a partir de procesos de posalfabetización asegurando, al menos, una formación equivalente a la primaria; se tiene que dejar de pensar que la alfabetización solo se desarrolla en espacios tradicionales de “escuela- aula”, no es así, se lleva a cabo en el trabajo, comunidad y otros espacios de aprendizaje informales y no formales, comunitarios y populares, es decir, en la vida misma.
Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.