La EPJA y la VII Confintea
No más discursos, se requieren acciones con resultados que recuperan expectativas de la población
Noel Aguirre Ledezma
Supongo que se preguntará a qué me refiero con el título de esta nota. En la práctica, ciertos grupos sociales conocen esta especie de nomenclatura y otros, simplemente dejan que los hechos transcurran y no conocen las siglas. Por esas razones, pretendo contribuir a socializar y comprender estos temas, a la vez de proponer alternativas.
EPJA hace referencia a la “Educación de Personas Jóvenes y Adultas”, educación formal, no formal e informal que generalmente comprende a la población mayor de 15 años que, por un lado, pretende dar continuidad a su formación y, por otro, procura resolver la ausencia de oportunidades educativas en el tiempo debido. Mientras que VII Confintea hace alusión a la “Séptima Conferencia Internacional de Educación de Adultos” convocada por la UNESCO, realizada en junio de 2022 en Marrakech, Marruecos. Este evento concluyó con la aprobación de un nuevo marco de acción para la EPJA, supuestamente orientador de las políticas de los países miembros de la ONU.
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Desde junio de 2022, “las aguas transcurren” y la pregunta sigue latente: ¿qué pasó con los acuerdos de la VII Confintea? Quizá esa pregunta motivó que la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de UNESCO (OREALC/UNESCO Chile) convoque a la “Conferencia Regional de Seguimiento de los acuerdos de la Séptima Conferencia Internacional de Educación de Adultos”, llevada a cabo el 14 de noviembre de 2023 en Santiago de Chile, con el propósito de “revisar los avances en torno al cumplimiento de los compromisos establecidos en el Marco de Acción de Marrakech, y proponer acciones para acelerar la implementación de políticas y programas de educación de personas jóvenes y adultas, desde la perspectiva del aprendizaje a lo largo de la vida.” (UNESCO, 2023)
Desde la realización de la VII Confintea transcurrió poco más de un año y los retos permanecen, hasta se vuelven crónicos, más si nos referimos a la situación y perspectivas de América Latina y el Caribe. Veamos algunos de esos principales retos.
Primero, en tiempos de grandes cambios y problemas multidimensionales, se tiene que posicionar la concepción de educación propia de América Latina y el Caribe, se requiere una “EPJA para la vida” que procure la armonía y existencia de todos los seres vivos del planeta, la equidad entre el saber y conocimiento “universal y científico” con el “popular, comunitario y permanente”, la valorización de la educación antes que únicamente el aprendizaje, la educación a lo largo (criterio edad) y ancho (criterio de diversidad y equidad) de la vida, y que coadyuve al desarrollo de la educación intra e intercultural como proyecto histórico de la región.
Segundo, se tiene que reconocer el valor social de la EPJA. La EPJA no solo tienes fines curriculares y didácticos, puede contribuir al cambio de la sociedad, a repensar y vivir otra concepción de democracia, Estado y de desarrollo, a plantear y llevar a la práctica de manera holística la relación educación-producción-trabajo-territorio. Por supuesto en un tiempo más corto que la educación escolarizada y con efectos de mayor trascendencia.
Tercero, es necesario resolver la relación tecnología-EPJA. Corresponde revertir la inequidad que se produjo en los recientes tiempos a propósito del acceso y uso de la tecnología, sin embargo, la solución no solo puede reducirse a lo instrumental, la irrupción de la tecnología en el fondo es una disputa del conocimiento y de las concepciones de vida en este siglo XXI.
Cuarto, se tiene que trabajar en profundas modificaciones en la gestión de la EPJA. Tenemos que pasar de una gestión por programas a la generación de políticas de Estado. Cuidar de la formación y el desempeño profesional de las y los educadores, así como dotar de un presupuesto justo para la EPJA se convierten en hechos de relevancia y extrema urgencia.
Quinto, corresponde pasar de la retórica a la acción y rendición de cuentas. Tenemos que crear un observatorio y una relatoría UNESCO para vigilar inteligente y propositivamente el cumplimiento del marco de acción de Marrakech, con información estadística en permanente actualización, con análisis, investigaciones y sistematizaciones de la práctica de cambio y periódicas rendiciones de cuentas en los países y la región.
Tenemos que darle un mayor valor real a “las Confintea” y, por supuesto, a la EPJA. No más discursos, se requieren acciones con resultados que recuperan expectativas de la población.
(*) Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo. Director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia