Las lecciones de Chile
Se sabe que todo tipo de proceso sociopolítico es por demás complejo, que la realidad en sí misma lo es y, en este tiempo de simplificaciones, resulta tremendamente desafiante poder abarcar la totalidad de sucesos que dentro de algún proceso se desencadenan, casi de manera cotidiana. Será un poco por esa razón y también, por supuesto, por la lejanía territorial, que las interpretaciones respecto a las razones que motivaron el triunfo del rechazo al texto constitucional propuesto por la Convención Constitucional de Chile parecen insuficientes. La comprensión respecto a qué motivó y qué gatillan los resultados de este plebiscito de salida y su implicancia dentro de esa política nacional y la latinoamericana es valiosa en este tiempo.
Así, sobre el resultado, se puede decir que han sido varios los factores que explican la victoria de la opción del Rechazo, siendo la única novedad lo apabullante que fue. Entre esos varios factores se encuentran —y esto ya ha sido dicho en múltiples análisis— la instalación de la obligatoriedad del voto (al parecer el bolsón de votantes reacios al voto estaba conformado por gente que no aceptó el texto constitucional), la erosión en la legitimidad del gobierno que lidera Gabriel Boric, la espiral de desprestigio en que la Convención se enfrascó durante su desarrollo, la rimbombancia categorial respecto a algunos puntuales temas que no fueron debidamente interiorizados por la sociedad y que se constituyeron fácilmente en insumos para el cultivo del miedo, el carácter conservador e institucionalista de una buena parte del electorado chileno, la postura que tomó una parte de la centroizquierda al momento de plegarse a la campaña por el Rechazo, la estratégica campaña que estableció la derecha fundada sobre la idea de que el Rechazo no significaba prescindir de una nueva Constitución y, finalmente, una potente campaña de desinformación respecto al proceso y al texto constitucional que caló hondo, destruyendo la convivencia democrática que hallaba a su paso.
Sobre lo ya acontecido se puede decir que buena parte de lo ocurrido constituye una gran lección de cara a las dificultades que implica llevar adelante un proceso de tanta importancia de manera sana y equilibrada en lo que se han constituido hoy nuestras sociedades de la desinformación y nuestra política emotiva. Me arriesgo a decir que el proceso constituyente que atravesamos en Bolivia (hace apenas 15 años) y sus propias complejidades y complicaciones tuvieron lugar en una sociedad profundamente distinta, no solo por nuestra idiosincrasia y distinta cultura política, sino también y en buena parte porque estábamos exentos de las prácticas desinformativas que hoy fragmentan, simplifican y destruyen los sentidos de los contenidos y sucesos de la manera más cruenta posible.
Van, en todas las razones que explican el resultado electoral del pasado domingo en Chile, varias de las lecciones que debe considerar la izquierda latinoamericana y global que aún intenta hacerse posible en tiempos en que es reducida/simplificada al fantasma del comunismo y al miedo al autoritarismo. No por nada, lo que le tocará ahora al Gobierno chileno, en este camino que vuelve a empezar con todas las adversidades al frente, es —precisamente— no renunciar a su identidad de izquierda ni a su proyecto de país, al mismo tiempo que se ve obligado a conducir a una sociedad que batalla consigo mismo en el intento de transformarse y el miedo a hacerlo hacia el puerto de una nueva Constitución. Y no es poca cosa.
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka