¿El MAS de Evo y el Evo del MAS?
Rubén Atahuichi
Imagen: La Razón
Fuera del país Evo Morales luego de la ruptura constitucional de 2019, con parte de su gabinete también renunciante y los órganos legislativos sin cabezas legítimas, el MAS sufrió un desbande lapidario, al punto de quedar sometido al nuevo poder político. Sin vocería visible ante la arremetida del nuevo gobierno y la hegemonía mediática, dicha fuerza política había quedado casi en la nada, con resabios de mandos poco influyentes.
Fue un tiempo en el que Jeanine Áñez, Arturo Murillo, Luis Fernando López y, desde afuera, Luis Fernando Camacho, incluso Carlos Mesa, Jorge Quiroga, Luis Revilla y Samuel Doria Medina habían dominado el escenario político como si fueran la representación real de los bolivianos, sin mayor respaldo que el 4% con el que la agrupación de la mandataria de facto había llegado al Senado de la mano de su alianza de alianzas Unidad Demócrata (UD).
Aquel MAS descabezado había quedado en la nada, tildado de terrorista, prorroguista, fraudulento y antidemocrático, incluso a los ojos de la comunidad internacional que había creído ese relato político. Sin posibilidad de reencauzar la democracia más que avenirse a los designios del nuevo poder, sin margen para devolverse los dos tercios y también la gestión del gobierno.
Solo la victoria electoral de Luis Arce, el alfil de Evo Morales, pudo redimirlo y devolverle aire para recuperar aliento para un nuevo desafío en el poder.
A poco menos de tres años de aquel episodio que puso en vilo la democracia, dicho partido se encuentra quizás en la peor de sus situaciones, con el líder enfrentado con parte del gobierno del presidente Arce y con mandos medios enfrentándolo aunque resguardando su liderazgo.
Si bien Morales justificó sus alusiones/ataques a la administración actual con el argumento de que sus denuncias no tuvieron eco en la interna del MAS y que aquéllas, al contrario, buscan defender a Arce, su gobierno y el “proceso de cambio”, su actuación no deja de llamar la atención.
¿No pudo agotar las internas para su propósito? ¿Es consciente del efecto que causa en el gobierno de Arce? ¿Entiende que, pese a su liderazgo, se está convirtiendo en un factor de división en el MAS? ¿O finalmente qué busca? Las mentes malpensantes dirán “otra candidatura” o que sospecha de la repostulación de Arce.
Solo son especulaciones.
Aparentemente no hay ruptura en el MAS más que divergencias entre generaciones partidarias. Los gabinetes de Arce y de Morales no hacen más que atacarse entre ellos, incluso llamarse “cáncer”.
Sería fatal que Morales le quite respaldo a Arce o que éste se desmarque del líder del MAS. Son especulaciones también.
Ayer, en la apertura de operaciones del Tren Metropolitano, Arce destacó que el proyecto había sido iniciado en el gobierno de Morales, y, en respuesta, recibió aplausos y vítores de “Evo, Evo, Evo”.
Como lo fue por mucho tiempo Víctor Paz Estenssoro para el MNR, Morales lo es para el MAS. Son indisolubles.
No es posible pensar en el MAS sin Morales ni Morales sin el MAS. Ambos entes se construyeron entre sí y se necesitan. El día que se traicionen, será su acabose.
Nos decía en 2012 en Animal Político Édgar “Huracán” Ramírez: “Si este proceso va en retroceso o se frustra, será culpa nuestra, y culpa mía”.
Pero en esta crisis, el MAS juega al límite. Sin embargo, hay un nicho que lo sostiene: el movimiento nacional popular-indígena. No hay otra fuerza política (si puede llamarse así) con ese respaldo, pero tienen margen para hablar de su situación.
Da para pensar mal. Algunos medios y “analistas” hablan de alas “arcistas” y “evistas”. Evistas hay, ¿pero arcistas? Quizás.
Sin embargo, si las hay, esas presuntas facciones no se manifiestan ni en contra de Arce ni en contra de Morales. Ahí radica su fuerza, y en eso Morales sale incólume y Arce, respaldado, como se leyó en el último manifiesto partidario de apoyo a su líder y de cuestionamientos a quienes lo socavan, y de un frente común por el mandatario.
Pero cómo se percibe a Morales con ganas de sentarse en el poder, como el futbolista de la banca moviendo sus piernas sin tener la pelota en el césped ni posibilidad de marcar. Pero se entiende que el MAS es de Evo y Evo del MAS, a pesar de los desaires e incomodidades que causa, mucho más al presidente Arce y su gabinete.
Rubén Atahuichi es periodista.