Paisaje y una mirada al mañana
Todo paisaje es un constructo cultural y es justamente su lectura la que nos permite evaluar las cualidades de su territorio, no solo porque está conformado por distintas imágenes construidas en diferentes tiempos, sino porque aquéllas han colaborado en la configuración de las ciudades.
Una realidad que debiera llevarnos a reflexionar sobre qué es lo que La Paz está heredando a las nuevas generaciones: cualidades o simplemente grandes problemas.
La ciudad de La Paz es una urbe que aún conserva rastros de la estética de su paisaje original. Cerros de distintas alturas, colores y tonalidades; eucaliptos que crecen en lugares inimaginables, sin olvidar ciertos promontorios de tierra que, pese a su imagen escultórica, van desapareciendo bajo la idea de que su demolición ampliará espacios para las edificaciones.
Esas características solo permiten reafirmar que en la estética del paisaje de esta ciudad radica el poder de su identidad, por lo que es de vital importancia comprender que la naturaleza montañosa de esta tierra es la fuente que invita a nuevas propuestas singulares tanto urbanas como arquitectónicas. Esto obviamente sobre la base de la valoración de la fuerza que representa el contexto natural de esta ciudad.
Además, la ciudad de La Paz requiere ser entendida no solo desde su entorno, sino desde su crecimiento, ya que es bien conocido que cada vez se la estrangula más por la densidad desmedida de algunas edificaciones. Lo que, por el contrario, debiera generar nuevas ideas para su expansión a corto plazo.
Aquello estaría destinado a heredar una ciudad vivible, en la que su crecimiento suponga propuestas urbanas (incluso osadas) que solucionen sus problemas de saturación edificada. En definitiva, la respuesta a la necesidad expansiva de esta urbe exige la búsqueda de nuevas áreas para ser planificadas.
Son precisas salidas que demuestren que los cerros en el sur de la ciudad de La Paz pueden ser la solución para el crecimiento urbano, pero no invadiéndolos, sino descubriendo entre unos y otros nuevas áreas para ese fin. Un ejemplo de ello es la comunicación del sur con El Alto a través del barrio de Mallasa, cuyas bifurcaciones en sus distintos niveles territoriales ofrecen grandes espacios de crecimiento urbano, con un clima por demás agradable para el buen vivir de sus habitantes.
Así, el saber aprovechar lo que ofrece la naturaleza es otro medio útil para la expansión de una ciudad y con ello revalorizar las cualidades de su entorno dominante y el carácter primario de su paisaje urbano.
El Estudio Bairon para el Desarrollo Regional Urbano de La Paz (UMSA) proponía el crecimiento urbano hacia el sur no solo por la extensión de su territorio, sino por las cualidades de su clima. Un crecimiento hacia el área central de Huaricana con 940 hectáreas planas y semiplanas (textual). Hoy, sin embargo, éste es un valle prácticamente ocupado.
Con todo, la población aledaña de Miguillas (40.000 hectáreas) es una alternativa que confirma lo que aquel escrito define como un territorio de fácil adecuación para un subcentro urbano (pleno trópico). Por tanto, esta nueva opción no deja de ser importante para la expansión de La Paz.
Lo interesante del momento actual es que los problemas de distancia parecieran estar superados gracias a la red conformada por las distintas líneas del teleférico.
La Paz es una ciudad que requiere propuestas desafiantes, pero a su vez factibles. Esto para que por donde se la mire sea más vivible.
Patricia Vargas es arquitecta.