La pérdida de liderazgo de La Paz…
… es un lugar común en las conversaciones callejeras y en la letanía de ciertos espacios de discusión que se alimentan emocionalmente de la victimización. Este discurso victimista lo he escuchado repetidamente desde que estaba en la carrera de Economía, como estudiante de pregrado y escuchaba a algunos de mis respetables profesores disertando, embelesados, acerca del dinamismo cruceño. Eran tiempos de la película de Jonás y la ballena rosada, basada en la novela homónima de Wolfango Montes y de la novela American visa, de Juan de Recacochea… uno de mis catedráticos nos recomendó leer ambas como modo de entender —siempre parcial y sesgadamente— las realidades de Santa Cruz y La Paz, respectivamente.
Eran los tiempos del proyecto de las Tierras Bajas del Este, de la modificación de la contabilidad del comercio exterior para incorporar la categoría de “exportaciones no tradicionales” (básicamente soya), de la carretera “nueva” a Santa Cruz: el asfaltado del “tramo Chimoré-Yapacaní”, que multiplicó la velocidad de conexión entre Santa Cruz y el occidente; en fin, tiempos de una especie de segunda “marcha hacia el oriente”.
En medio de la euforia de los primeros tiempos del “boom de la soya”, siendo yo un bisoño investigador social, fui delegado para participar en un programa en el que se discutía, entre otras cosas, el tema de la subvención al diésel. Bisoñamente, aseveré que —debido a su impacto en las cuentas fiscales— esa subvención no debió haberse aprobado. Décadas después, ya con una mayor acumulación de datos y conocimiento y con una sensibilidad más amplia, preguntaría cuál es la contraparte de esa subvención, y si esa contraparte es suficiente para un verdadero equilibrio en la distribución de los beneficios del agronegocio.
Volviendo al tema, es evidente la acelerada recomposición territorial entre La Paz y Santa Cruz que pudimos observar en las últimas décadas: La Paz ha perdido impulso en industria en la medida en que Santa Cruz ha ganado en iniciativa manufacturera; lo más seguro es que el próximo producto manufacturero boliviano nazca en Santa Cruz. Lo expresé en este mismo espacio hace pocos meses. Las cifras son contundentes y el destino de la cartera bancaria así lo corrobora.
Junto con las empresas, migró desde La Paz un importante contingente de profesionales “collas”, ya sea porque sus puestos de trabajo se trasladaron físicamente o porque la migración empresarial trajo consigo nuevas oportunidades laborales. Esta migración está, poco a poco, plasmando sus efectos en el paisaje urbanístico y en los mercados inmobiliarios en ambas ciudades.
Pero si bien La Paz ha perdido cierto tipo de hegemonía (que no viene al caso calificar acá), no presenta síntomas de estancamiento económico. El PIB per cápita de 2010 era de $us 1.641 y para 2021 fue de $us 3.727, pese a la caída de 2020. Al interior del tejido productivo, ha ganado mucho peso la minería. Ya no la minería de gran escala del pasado, sino esta especie de minería empresarial de pequeña escala enmascarada como cooperativista. Pero también ha ganado espacio la producción de café para la exportación y, gracias a ella, todo el país disfruta de diversas marcas paceñas con una calidad que solo apreciábamos vía importación hace tan solo un lustro.
Dejar vacío un espacio dinámico tiene costos y riesgos para quien se va. La súbita aparición de una nueva marca de cerveza en la entrada del Gran Poder es elocuente al respecto.
Mi punto es que esta recomposición regional se encuentra en un momento de transición y que tenemos que atender a las nuevas mescolanzas socio/económico/culturales en ambas regiones. En Santa Cruz, por ejemplo, los modos de consumo ya incorporaron a lo cotidiano las salteñas (hace mucho), el chuño, la llajua y ahora es la cuna de la coca machucada saborizada.
Políticamente es, por decir lo menos, interesante cómo esta mezcolanza se ha manifestado en el cabildo del Cristo del 30 de septiembre pasado, el “contra-cabildo” del 21 de octubre y lo que podría llamarse el “recontracabildo” (¿?) de la populosa Villa 1 de Mayo hace pocos días. La diversidad de territorios y de actores participantes es algo inédito. Las hegemonías ya no son lo de antes en La Paz, pero —ojo— tampoco en Santa Cruz.
En La Paz, por otro lado, estamos viviendo aún la transición retratada en la película Zona Sur y eso se refleja incluso en el negocio bancario; hoy en día vemos créditos con la tecnología microfinanciera que ya superan los $us 50.000 y las microfinanzas son ahora mucho más que un soporte para la actividad de subsistencia.
Vivimos tiempos desordenados, es verdad, pero el caos no es permanente. Hay un orden en este universo. Incluso la explosión más grande conocida hasta hoy —el Big Bang— dio paso a una perfecta coreografía estelar que ha fascinado a físicos y matemáticos hasta nuestros días. Es cierto que toda transición trae sus riesgos y oportunidades. Es cuestión de abrir bien los ojos y la mente para minimizar los primeros y aprovechar las segundas.
Pablo Rossell Arce es economista.