Recuento de daños
Empezamos a salir de una extraña secuencia política que reveló una serie de anomalías en el funcionamiento del sistema político y un llamativo agotamiento de las orientaciones estratégicas que fueron y son aún predominantes en el oficialismo y la oposición. Aunque parece prematuro y arriesgado hablar de la emergencia de un nuevo ciclo, lo cierto es que muchas certezas se quebraron en estas semanas y el juego político se volvió más imprevisible y complejo.
Al final, el problema específico de la postergación del Censo resultó siendo secundario y pudo haberse resuelto hace ya más de un mes con un poco más de madurez y habilidad de parte de los actores, evitando someter a los ciudadanos cruceños a los costos y malestares de un paro que se hizo interminable.
El problema fue que esa cuestión terminó transformándose en un escenario en el cual se concentraron en toda su crudeza las insuficiencias, debilidades y los problemas políticos no resueltos de unos y otros. Por esa razón, ninguno de los actores políticos involucrados parecen haber salido bien parado según encuestas y las opiniones de la gente en las calles y redes sociales.
Aunque se requiere aún de mayor reflexión para descifrar lo que sucedió en estas semanas, me animo a proponer sucintamente una primera lista de mitos relativizados, heridos y desportillados.
La primera evidencia es la creciente desafección y desinterés de la ciudadanía frente a las estrategias que apelan mecánicamente a la polarización en favor y en contra del MAS como principal factor para obtener apoyo y movilizar a la gente. Aunque ese elemento fue determinante para sostener el paro cívico en Santa Cruz, la intensidad de esa medida no se explica sin su vinculación con demandas regionales de larga data propias de esa región del país. En cambio, en los otros departamentos esos argumentos resultaron notoriamente insuficientes e inclusive intrascendentes.
Insistir obsesivamente en tácticas basadas en esa polarización, reciclando argumentos y buscando repetir coyunturas pasadas, las está agotando y está contribuyendo a un desacople entre los intereses y preocupaciones de las dirigencias opositoras y oficialistas con las que demanda la población.
En segundo lugar, esa desafección estuvo acompañada por el resquebrajamiento de algunos de los grandes mitos de la lógica polarizada: la eficacia del “paro indefinido” en Santa Cruz como arma suprema para “vencer” al Gobierno y la naturaleza monolítica del bloque cívico cruceño y del masismo. Aunque no parece prudente adelantarse demasiado a los eventos y consecuencias futuras, fueron visibles las disensiones, las dudas internas sobre sus liderazgos, los errores estratégicos, la deficiente lectura de las expectativas sociales y la gran dificultad para ordenar su acción en el desempeño de los dos actores políticos más fuertes y convocantes del país.
Lo cual nos lleva al tercer grupo de damnificados de esta crisis mal resuelta: la casi totalidad de liderazgos tanto en el oficialismo como en la oposición. La evaluación social sobre su desempeño durante el conflicto terminó siendo muy negativa debido a lo que hicieron, pero también a lo que obviaron en esos días febriles. A algunos les criticaron por no cumplir con expectativas que se inflaron irresponsablemente pese a que ere probable que no se pudieran satisfacer, a otros por no ser sensibles al sufrimiento de la mayoría. En general, la sensación fue que las preocupaciones del ciudadano de a pie parecían secundarias frente a los problemas internos y egos sobredimensionados de las elites partidarias. El ilusionismo político a veces funciona, pero para todo hay límites, no ser conscientes de eso lleva a callejones sin salida.
Como lo graficaba con triste ironía un meme, en el capítulo crepuscular de esta novela política no quedó muy claro si fue un “final alegre o triste” para todos los actores políticos que estuvieron involucrados y menos para toda la población. Apenas sabemos que salimos de un entuerto extraño y sin mucha claridad de que hayamos ganado algo con tanto barullo. Llegará el fin de año, luego carnaval, pasaremos a otras cosas, pero siento que algo se fracturó en este noviembre. La pradera se está poniendo cada día más seca, la insatisfacción con una política que se repite y no se renueva se está instalando poco a poco.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.