Estabilidades e insatisfacciones
Mientras los guerreros e ilusionistas descansan hasta después de carnaval y las humaredas de los campos de batalla políticos se van despejando, es buen momento para descifrar las percepciones ciudadanas después de varios meses brumosos. El panorama de la opinión aparece bastante más estable de lo que a veces se supone, pero con un trasfondo de incertidumbres y nuevos malestares.
Gracias a Diagnosis SRL, ha sido posible contar con información sobre las opiniones de la gente en medio y después del conflicto sobre el Censo. Lo primero que resalta es la solidez de la base social del oficialismo, medida desde la aprobación al Presidente y la favorabilidad de los líderes de ese espacio. Pese a las vicisitudes de la coyuntura, su 40% de apoyo varía poco desde hace año y medio. A veces se reduce unos puntos en momentos conflictivos para luego retornar a su punto de equilibrio y en otras se amplifica hasta casi el 50% cuando la situación es percibida como estable.
El principal beneficiado de esta tendencia es Arce, cuya favorabilidad está muy relacionada con la estabilidad en la valoración de su gestión y su asociación con el MAS. Eso le permite ser, de lejos, el líder político nacional con mayor proporción de opiniones positivas: 41% en la última medición después del conflicto del Censo y 51% en su mejor momento a mediados de este año.
Sin embargo, la conflictividad reciente parece haber desportillado su capacidad de atracción de votantes opositores y no alineados que se estaba cristalizando antes de esos eventos. Arce mantiene una sólida posición entre los ciudadanos proclives al masismo pero está, al mismo tiempo, encerrado en ese espacio sin que tenga, por el momento, condiciones para ampliarlo debido a que su favorabilidad se derrumbó entre las clases medias y en buena parte de Santa Cruz.
En frente, los sentimientos opositores se fortalecieron al ritmo del aumento de la conflictividad, alcanzando el 50% en el momento de mayor tensión en noviembre, pero con tendencia a retornar a su nivel de estabilidad (entre 40-45%) una vez pasado el zafarrancho. Sin embargo, ese mal humor impulsó poco la favorabilidad de los líderes opositores, todos se mantuvieron en torno a un 20-25%.
Incluso, uno de los grandes protagonistas de la coyuntura, Luis Fernando Camacho, se quedó estancado a nivel nacional en términos de favorabilidad en octubre y noviembre (alrededor del 20%) y terminó el periodo con menos del 10% de aprobación en el Occidente y apenas 40% en el Oriente, donde se ubican sus plazas fuertes.
Esos datos ratifican la existencia de un extendido sentimiento opositor, sociológicamente concentrado entre las clases medias y en el este y sur del país, pero que carece de liderazgos fuertes y que tampoco parece alinearse automáticamente con sus expresiones más extremas. De hecho, la polarización tiende a relativizarse, por ejemplo, cuando se ve que solo un 31% apoya la propuesta federalista (51% en Santa Cruz), bastante por debajo de los niveles de desaprobación al Gobierno. En suma, el núcleo más radicalizado de las oposiciones, que es muy intenso en la gran urbe oriental, parece aglutinar a alrededor del 30% de la población.
Esas informaciones repiten, en buena medida, el escenario tradicional de 40% de ciudadanos afines al masismo, otro 30% muy cercanos a las oposiciones extremas y el resto que navega entre esas posiciones según coyunturas específicas. En suma, poca novedad en ese frente.
Por otra parte, el clima de satisfacción social está más deteriorado en este fin de año, tanto en su dimensión política como económica. Se ha instalado un sentimiento mayoritario de pesimismo que incluso está afectando a las expectativas económicas, que hasta ahora eran más bien positivas. Percepción que está presente incluso entre votantes del MAS. Llamada de atención para el Gobierno y el oficialismo.
Este desánimo se acompaña de un dato que es, por lo pronto, coyuntural pero que no se debe subestimar: la evaluación del desempeño de todos los líderes durante el conflicto sobre el Censo fue extremadamente negativa. Si esas opiniones poco favorables sobre la capacidad de todas las dirigencias para preocuparse y resolver los problemas del país se siguen amplificando asociadas a un gran pesimismo sobre la situación política y económica, el desacople entre las expectativas ciudadanas y la política podría acelerarse. No estamos ahí, pero hay señales que hay que considerar.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.