Diversas tendencias internacionales
Existen suficientes argumentos para calificar al año 2022 como uno en que se profundizaron las posiciones revisionistas del orden internacional que había prevalecido bajo hegemonía de los Estados Unidos desde el final de la Guerra Fría a comienzos de los años 90 del siglo pasado. Se trata ciertamente de Rusia con su invasión abusiva e injustificada de Ucrania, pero también de la China que ha planteado explícitamente su propuesta de establecer un orden internacional que incluya los principios esgrimidos por ese país.
La incertidumbre y la inseguridad ya existentes hace 12 meses se han incrementado debido a la posibilidad de que la guerra en Ucrania se extienda a otros países, aumentando con eso el riesgo de una guerra abierta entre Estados Unidos y Rusia, que podría derivar hacia un conflicto nuclear con desenlace catastrófico. Existen argumentos, sin embargo, para pensar que tal situación es posible, pero poco probable.
La reforma del sistema multilateral en sus ámbitos político y comercial, pendiente hace décadas, se desplegará en el próximo futuro bajo la impronta de la razón geopolítica y la incorporación de nuevos grupos regionales con capacidad de negociar sus intereses particulares en los grandes foros internacionales. Es el caso, entre otros, de los países árabes exportadores de petróleo y el consiguiente fortalecimiento de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo, lo que trae consigo, entre otras cosas, complicadas repercusiones en los ámbitos de la transición global hacia energías renovables y la limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En ese nuevo contexto de desplazamientos y cambios de las relaciones de poder en el campo internacional, la región latinoamericana no ha mostrado iniciativa alguna para defender sus intereses sustantivos; ha puesto en evidencia por el contrario profundas divisiones ideológicas, que se han manifestado en las distintas ocasiones en que se trató el tema de la condena a Rusia por su invasión a Ucrania.
Se trata ciertamente de una circunstancia que tendría que evitarse, sobre todo a partir de los cambios políticos que han traído consigo las elecciones en Chile, Colombia y Brasil. La nueva orientación política de dichos países tendría que facilitar la posibilidad de que la región adopte iniciativas colectivas sobre temas globales, soslayando los inconvenientes que traen aparejados los alineamientos automáticos diferenciados detrás de alguna de las grandes potencias en pugna.
El no alineamiento activo, la defensa de la Amazonía, la seguridad energética y la seguridad alimentaria podrían constituir los primeros temas de acuerdos pragmáticos de cooperación con alcance suramericano, que más adelante podrían ampliarse con otras iniciativas relevantes para la región latinoamericana en su conjunto.
La existencia de un marco regional de referencia podría coadyuvar, además, a solucionar los inconvenientes de la actual inserción internacional de Bolivia y su correlato de alianzas contrarias a los principios fundamentales de la política internacional del país.
De igual manera, se podría esperar que la integración regional sea impulsada sobre nuevas bases y compromisos apropiados para proteger a la región en forma colectiva de las tendencias recesivas e inflacionarias que se pronostican para los próximos años en la economía internacional.
Conviene recordar, en efecto, que el verdadero blindaje de la economía de Bolivia está en la informalidad y sus diversos circuitos, lo que obviamente no constituye una estrategia de desarrollo propiamente dicha.
Sería por consiguiente imprescindible que un elenco de nuevos liderazgos de alcance nacional impulse este nuevo año los diálogos y acuerdos necesarios para encarar los graves desafíos nacionales e internacionales.
Bienvenido 2023.
Horst Grebe es economista.