Voces

Tuesday 28 Mar 2023 | Actualizado a 12:25 PM

¿Impuesto a los servicios digitales por decreto?

/ 18 de enero de 2023 / 02:33

Ante cada ley o decreto supremo aprobado por el gobierno de turno, siempre salen voces alarmistas esencialmente de asambleístas y exasambleístas políticos, he ahí el cuidado que debemos tener, que dicen: “ahora sí vas a pagar impuestos por ver Netflix y YouTube” o “ahora sí, de veritas de veritas habrá un impuesto a los servicios digitales”.

Estos “dichos” ahora toman como base el Decreto Supremo (DS) 4850, de tratamiento tributario de personas naturales que ejercen la profesión u oficio en forma libre o independiente y personas no domiciliadas en Bolivia.

En ese sentido, evaluemos dos ideas centrales para determinar si existe alguna relación entre el DS 4850 y los servicios digitales, estas dos ideas son: el objetivo del DS 4850, su implicación con los servicios digitales.

En cuanto al objetivo del DS 4850, se resume en que los profesionales independientes, que se encontraban pagando el Impuesto sobre las Utilidades de las Empresas (IUE), ahora dejarán de lado ese tributo y pasarán al Régimen Complementario al Impuesto al Valor Agregado (RC-IVA).

Dicha modificación, podríamos decir, se convierte en un acto de justicia tributaria, ya que no era correcto que los contribuyentes anteriormente citados paguen sus impuestos como si fueran empresas; por tal motivo, con las modificaciones aplicadas ahora éstos pasan a contribuir al Estado como personas naturales por sus ingresos que generan en su actividad.

Es importante señalar que el RC-IVA se aplica hace más de 35 años, por lo que también queda descartada la idea de un “nuevo impuesto”. Asimismo, son los mismos contribuyentes del actual IUE que pasarán al RC-IVA (siempre que se ajusten a la norma), razón por la que tampoco tiene el objetivo de arrasar con nuevos aportantes.

En cuanto a su implicación con los servicios digitales, algunas personas afirmaron que éstos pagarán impuestos como consecuencia de este DS; sin embargo, la respuesta es un rotundo no, pues ni siquiera existe relación entre lo uno y lo otro.

Aclaremos que los servicios digitales como Netflix y otros son provistos por empresas extranjeras multinacionales o transnacionales; en cambio, el RC-IVA conforme el artículo 19 de la Ley 843, se aplica a personas naturales.

No obstante, algunas personas usaron la siguiente frase del DS 4850, para “sustentar” que se cobrarán impuestos a los servicios digitales: “Las personas jurídicas, públicas o privadas, incluidas las empresas unipersonales, así como las instituciones y organismos del Estado que acrediten o efectúen pagos a personas naturales por la venta de bienes muebles …”

Al respecto, queda clara en la misma disposición que se refiere a “pagos a personas naturales”, y se reitera, las empresas transnacionales o multinacionales de servicios digitales son personas jurídicas. Además, conceptualmente un servicio (bien intangible) es dimensionalmente diferente a un bien mueble (bien tangible).

En ese sentido, no existe ninguna relación entre el DS 4850 y la creación de impuestos a los servicios digitales. Afirmar que este decreto es para que Netflix y otros servicios digitales paguen impuestos en Bolivia, es enredar varios conceptos básicos de economía y de derecho, pues no se puede confundir a una persona natural (humano común y corriente) con una persona jurídica (empresa), y peor aún, señalar que un bien tangible es lo mismo que un bien intangible.

Wilson Atahuichi es economista.

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Inventando la realidad del tipo de cambio

/ 28 de marzo de 2023 / 01:45

En el mundo de la superestructura de la sociedad, la utilización de ciertas ideas tiene la capacidad de crear expectativas a través de rumores, noticias falsas, noticias parciales o medias verdades, que inducen a la población, que la predisponen a que asuma determinadas formas de comportamiento. A pesar de lo rústico de esa forma de administrar las ideas, tienen un objetivo, persuadir a la gente para que adopte determinadas actitudes y lleve a cabo ciertas actividades.

Tienen la capacidad de recrear una realidad que no existe, por esa razón se puede afirmar que tienen los elementos para construir la realidad; solo falta activar el disparador y a través de determinados canales comunicacionales, de una manera sistemática, ordenada y sincronizada, distorsionar la realidad. Esto mismo sucede desde hace unas semanas con el tema de la cantidad de dólares en la economía boliviana. Veamos con más detalle.

La estabilidad de precios es patrimonio de todos, pero no es compartida por ciertos personajes que se dieron a la tarea de lanzar opiniones subjetivas amplificadas por medios de comunicación cuya función fue llegar a la gente con el objetivo de introducir miedo y pánico en la población.

Gonzalo Chávez decía: “Las últimas semanas el mercado de las divisas está al borde del ataque de nervios” y “al final, el lobo llegó”. Gabriel Espinoza manifestaba que: “Hay un escenario muy malo para las reservas internacionales”. Antonio Saravia decía: “Con la soga al cuello”. Con esas declaraciones encendían el fuego de la especulación. Estas declaraciones fueron identificadas por el gerente general del IBCE, Gary Rodríguez, quien llamó a la calma y reflexionó a los opinadores cuando dijo: “Lo exagerado de las críticas de los políticos y analistas alentaron expectativas negativas, conflictuaron a la gente”, que generaron “un fenómeno de especulación por parte de los intermediarios y una genuina preocupación de personas que quieren pasar sus ahorros de bolivianos a dólares”. Alberto Bonadona calmó la hoguera cuando sostuvo: “Creo que el Estado puede todavía disponer de dólares para costear las importaciones porque tiene otros activos financieros en las reservas internacionales”.

Las expectativas negativas tomaron como referencia la hiperinflación de los años 80 del siglo pasado, como si los determinantes fueran los mismos (y este es el manejo poco honesto de estos economistas); y las expectativas actuales se centraron en exacerbar y exagerar la disminución de reservas internacionales como si ya no se fueran a recuperar y como si el país dejara de exportar, y azuzaron a la población de que el país ya estaba en el descalabro económico y la indujeron a buscar desesperadamente, en un escenario de pánico, un refugio monetario. Y la gente encontró en el dólar una reserva de valor ante la posible pérdida de valor de la moneda boliviana, puesto que en la época actual el billete verde es la moneda universal. De esta manera se construyó de una manera inducida, artificial y momentánea que la demanda de dólares se sitúe por encima de la oferta de los washingtones que, sin embargo, gracias a la intervención del ente emisor, de una manera lenta y segura se niveló; sin embargo, es preciso reconocer que este exceso de demanda respecto de la oferta de dólares no refleja lo que sucede en el conjunto de la economía, puesto que el proceso de la bolivianización hace que todas las transacciones económicas al interior de la economía sean hechas en moneda boliviana y, por lo tanto, no hay necesidad de demandar dólares, sino tan solo con el objetivo de conformar un refugio de valor; de la misma manera, las necesidades de dólares para la importación tienen un comportamiento regular, predecible y atendible por el sistema bancario y monetario.

La construcción ficticia de expectativas negativas tiene patas cortas, puesto que la realidad de la situación económica boliviana, que tiene entre sus cualidades principales la de preservar la estabilidad de precios como condición para el crecimiento y desarrollo económico, fluye de manera normal, con sobresaltos que son ecos de la crisis internacional que tiene como característica central la inflación y la casi disminución fatal de la producción, con la consecuente subida de las tasas de interés como elemento que frene esta escalada de precios con consecuencias desastrosas para la economía mundial y, obviamente, para el comercio internacional de la economía boliviana.

Efraín Huanca Quisbert es economista.

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El lapo de Archondo

/ 28 de marzo de 2023 / 01:43

Rafael Archondo tiene fama de hombre elocuente, y lo es, como un sopapo. Es capaz de confundir al lector con su hábil retórica hasta que es muy tarde cuando uno se da cuenta de que acaban de insultarlo. Así me hizo sentir, como si me dieran un lapo, su última columna titulada No fue golpe ¿entonces qué?, publicada en Página Siete, en la que intenta clasificar el derrocamiento de Morales como cualquier cosa menos como lo que fue, un golpe de Estado.

Cambiar de gobierno no es algo que hagan las sociedades todos los días, así que no debería resultar difícil clasificar a uno a partir de la simple observación del cumplimiento de los mecanismos formales establecidos para ello. Tanto el proceso que llevó a la renuncia de Morales como el que llevó a Áñez a la presidencia estuvieron lejos de los procedimientos formales que debían seguirse, incluso bajo los parámetros más dilatados. Archondo sabe eso, pero decide ignorar selectivamente los elementos que no se ajustan a su confusa tesis.

Primero, cómo se sacó a Evo: no, policías y militares no se escondieron para dejarlo a merced de las masas insurrectas, sino que se sumaron activamente a la conjura en contra del presidente, primero con un motín iniciado en Cochabamba y luego reprimiendo selectivamente a los partidarios del gobierno expulsado. ¿Cómo que escondidos, Rafo? Dile eso a los masacrados de Sacaba y Senkata. Pero además de ello, queda por explicar las transferencias monetarias realizadas por el padre de Camacho a altos mandos de la Policía y las FFAA justamente por esos días, admitidas por su junior ante las cámaras. Es decir, las fuerzas represivas del Estado estuvieron implicadas en la confabulación antimasista, ejerciendo el uso de la violencia y retirando su apoyo al presidente que estaban obligadas a respaldar. El golpe vino con complicidad del Estado… golpe de Estado.

Segundo, cómo llegó al poder el gobierno sucesor: si se hubieran seguido los mecanismos de sucesión legales, la presidencia debió haber caído en el presidente de la Cámara de Senadores o en la de Diputados, cuyos titulares ambos fueron obligados a renunciar mediante la violencia durante aquellos días de 2019. Luego la futura presidenta es elegida no en el único espacio con la facultad para hacerlo, la Asamblea Legislativa, sino en una universidad privada con la participación de personas sin cargo alguno para intervenir, como Tuto. Un amante del Estado de derecho como Archondo debería haber sido el primero en denunciar aquello, pero bueno, en todo caso, la forma en la que los “pititas” llegan al poder termina siendo tan inconstitucional como la forma en la que se saca a Morales.

Pero lo que más me irrita de su columna no es su intento por encubrir una verdad que, dice, es un invento de una operación mediática global, puesto que, de alguna manera, está obligado a seguir aquel relato del fraude que hasta ahora no pueden comprobar, sino aquella contraposición que hace al final de su columna entre el “desemboque plebeyo de la ‘guerra del gas’” y la “acción ciudadana de 2019”. ¿Acción ciudadana? Pacos (no exactamente el sector más honorable de nuestra sociedad) y pandilleros como Yassir Molina tomando las calles no me suena muy ciudadano. Le recomiendo leer a Arendt: pueblo no es lo mismo que populacho. Los pueblos hacen revoluciones, el lumpen hace parodias siniestras de revolución.

A la provocación de sus palabras, respondo con estas… sí lo fue (golpe), pero… a ver, traten de nuevo…

Carlos Moldiz Castillo es politólogo.

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Dilema tras la crisis bancaria en EEUU

Dilema tras la crisis bancaria en EEUU

/ 28 de marzo de 2023 / 01:39

La novedad de esta crisis bancaria radica en que la política económica convencional está restringida por el peligro de una crisis financiera sistémica; por esto, el nuevo dilema de los EEUU es ¿inflación o quiebras bancarias?

La crisis financiera de 2008 se produjo por los préstamos de alto riesgo vinculados a las hipotecas que realizaron los bancos, generando una burbuja que, eclosionando, no solo determinó una crisis financiera sino, también, una recesión profunda en los EEUU y el mercado mundial. La respuesta de la autoridad monetaria de los EEUU fue implementar una política monetaria expansiva para sortear la crisis, es decir, redujeron la tasa de interés e inyectaron grandes cantidades de dinero. La pandemia COVID-19 recrudeció la recesión de los EEUU, procurando la intensificación de las políticas monetaria y fiscal expansivas.

En consecuencia, sin haber superado del todo esta larga recesión, se sumó un problema más para los EEUU: la inflación. El conflicto entre Rusia y Ucrania (y sus aliados de la OTAN) precipitó la inflación de EEUU y de la mayoría de las economías del mundo, principalmente por la súbita escasez de energía y de granos a raíz de las sanciones económicas que impusieron los bandos.

En este contexto, la autoridad monetaria de EEUU desempolvó el manual de economía de los años 90, y decidió mitigar la inflación con una política monetaria contractiva; subiendo las tasas de interés de 0,9% en junio de 2022 a 4,65% en febrero de 2023. Pero, la autoridad monetaria no tomó en cuenta que después de la crisis financiera de 2008, se impulsó a los bancos a invertir en la compra de bonos del tesoro. El incremento de la tasa de interés produjo la caída del valor de los bonos de tesoro porque, antes de esta política, se vendían a bajas tasas de interés y eran rentables solo a ese nivel.

Como resultado, el Silicon Valley Bank (SVB) presentó problemas de liquidez que quiso mitigar con la venta de sus bonos del tesoro, pero generando con una pérdida de $us 1.800 millones. Esta situación desató el pánico de sus ahorristas generando una corrida bancaria de $us 42.000 millones el 9 de marzo. El mayor colapso de un banco después de la crisis financiera de 2008. A la crisis de SVB, le siguieron Signature Bank, First Republic Bank (rescatado) y Credit Suisse (rescatado); número que podría aumentar en los siguientes días.

Por tanto, la tasa de interés como instrumento de política económica en los EEUU se ha agotado. En efecto, la revista The Economist sugiere no solo la inamovilidad, sino un recorte de la tasa de interés para disipar el miedo que ha desatado la crisis bancaria.

Finalmente, tomando las palabras del profesor Krugman: “SVB no es Lehman, y 2023 no es 2008”, existe una nueva disyuntiva en los EEUU entre inflación o crisis financiera; disyuntiva que supera por mucho el clásico manual de la economía ortodoxa. Entonces, ¿cuáles son los instrumentos no convencionales o heterodoxos para el control de la inflación? ¿Es posible una política económica no recesiva con una inflación controlada? En un interesante giro del tiempo histórico, Bolivia está adelantada a estos debates. El modelo económico implementado hace más de una década ha desarrollado instrumentos de política económica no convencional que tiene a nuestro país con una de las inflaciones más bajas del mundo con crecimiento económico y reducción de la pobreza.

Bolivia es la potencia de un nuevo paradigma.

Ariel Ibáñez Choque es economista.

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Trump, atrapado en el pasado

/ 28 de marzo de 2023 / 01:20

En el primer gran mitin de su campaña presidencial de 2024, Donald Trump no se detuvo en el simbolismo de hablar en Waco en medio del 30 aniversario del asedio mortal que todavía sirve como un grito de corazón derechista contra los federales. No tenía que hacerlo.

Este discurso, como muchos de sus discursos, fue una mezcla de mentiras, hipérboles, superlativos, invectivas, fatalidades, humor pueril y devoluciones de viejas quejas: mensajes que operan en múltiples niveles.

Algunos de sus seguidores escuchan un llamado a las armas. Algunos escuchan sus pensamientos privados dados voz. Otros escuchan los lamentos de una víctima valiente. Otros escuchan a un bromista irónico metiendo su dedo en el ojo del establecimiento político.

Es una parte estándar de la rutina de Trump: después de todo, los comediantes no están sujetos a la verdad, ni a las sensibilidades de raza, género y sexualidad. Para hacer reír, se les otorga licencia para participar en todo tipo de distorsión, y eso es lo que hace Trump. De hecho, el cociente de entretenimiento de Trump no recibe tanta atención y análisis como merece. Sus partidarios lo aprecian en parte debido a la irreverencia que aporta a la arena política.

Trump es el Andrew Dice Clay de la política estadounidense, apelando al machismo, la misoginia y la picardía, un tipo de personaje que es una constante en la cultura estadounidense.

Esto es parte de lo que hace que Trump sea tan peligroso. Para algunos, el fandom extremo crea comunidad. Para otros, la adoración a Trump podría inspirar un fanatismo violento, como vimos el 6 de enero de 2021.

Es una fórmula, y entre los fanáticos acérrimos de Trump, funciona. Pero, a medida que el encanto de la fórmula se desvanece, también puede resultar ser el talón de Aquiles de Trump. Está atrapado en una postura mirando hacia atrás cuando el país avanza. En lugar de visión, Trump ofrece revisión. Trump todavía está exagerando viejos logros, volviendo a litigar una elección perdida y marcando a los enemigos para su retribución. Está atrapado en una rutina. Tiene una obsesión con los enemigos, personales, reales o percibidos. Los necesita, de lo contrario es un guerrero sin guerra. No se enfoca en ellos personalmente, sino en usar los temores de los padres para promover políticas opresivas. Si bien Trump menospreció a las minorías, los republicanos de hoy han comenzado a codificar la opresión a nivel local.

Trump guardó la retórica de la guerra cultural para el final, amenazando con una orden ejecutiva para cancelar la financiación de las escuelas que enseñan la teoría crítica de la raza, la “locura transgénero” o el “contenido racial, sexual o político”. Era una amenaza arrolladora, pero incluso en ese caso prometió hacerlo a través de un dictado ejecutivo fácilmente reversible en lugar de mecanismos legislativos más sólidos.

Trump tuvo un momento. Ganó una elección (incluso si vino con conexiones rusas y el mal juicio de James Comey). Y durante cuatro años, los reclusos proverbiales dirigieron el asilo. Pero ese tiempo ha pasado. Trump no se ha movido, pero el suelo debajo de él ha cambiado.

Después del discurso de Trump, volví a escuchar su primer discurso tras anunciar su candidatura en 2015. El tono y los temas fueron sorprendentemente similares. No ha crecido mucho, ni personal ni políticamente, desde entonces. Es más seguro de sí mismo y más vulgar, pero el narcisismo sigue siendo su motor.

En última instancia, si sus problemas legales no lo acaban, su incapacidad para crecer más allá de la nostalgia y la negatividad podría hacerlo. Ser la personificación de una repetición televisiva, una comedia de terror con referencia retro, no está a la altura de hoy. Esto no es 2016.

Charles M. Blow es columnista de The New York Times.

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Las historias que nos contamos

/ 27 de marzo de 2023 / 01:09

Mucho se habla de los relatos y las narrativas, esas historias tan ricas que florecen e iluminan la literatura y el cine, recreando en muchos casos, de manera poética, la realidad. Sin embargo, cuando los relatos invaden los ámbitos periodísticos y políticos se tornan peligrosos por la distorsión que generan sobre la realidad, ya que se está usando un recurso del arte para aplicarlo a un ámbito que no lo es y que exige la mayor transparencia y criterio posible de descripción de la realidad. El mismo efecto negativo se extiende a la esfera de lo personal cuando nos contamos verdades mentirosas.

El riesgo principal que corremos cuando contamos (y nos contamos) verdades a medias es engañarnos a nosotros mismos y llegar incluso a creernos ese relato. Dichos como: Lo hice o lo conté por tu bien, cuando en alguna parte mía soy consciente de que lo hice también por el mío, porque contar eso que no debía a un destinatario específico significaba algún beneficio para mí o decir Es por tu salud cuando te digo que no comas eso, cuando en algún lugar muy adentro mío sé que en realidad lo digo porque me molesta a mí que tengas sobrepeso o estés gorda/gordo.

Es que la distancia entre lo que nos contamos y lo que verbalizamos respecto de lo que de verdad sentimos o sabemos que sucedió, no solo nos hace un poco mentirosos, sino que nos hace distorsionar las verdades y las mentiras. Todo se empieza a diluir, a mezclar y nuestra claridad se va oscureciendo en grises peligrosos que nos terminan atrapando en marañas difíciles de desarmar.

Si bien las verdades no son universales y únicas, porque las cosas que nos pasan están teñidas de nuestros colores y de las formas en las que decodificamos el mundo, hay ciertos límites que nos permiten acercar los múltiples puntos de vista y confrontarlos con las verdades personales.

Este tipo de situaciones nos ocurren a diario, cada uno ve las cosas desde su posición y, a través de la palabra, el diálogo y la comunicación vamos acercando o alejando posiciones con los demás de manera consciente y eficaz.

El punto de quiebre aparece cuando es nuestra propia verdad la que empieza a distanciarse de la verdad que me cuento y que cuento afuera. Y esa verdad distorsionada la sostengo hasta incluso terminar creyéndola.

Y más allá del efecto que esto pueda tener en los otros, el problema más serio es el que tiene en nosotros. Cuando empezamos a contarnos historias es porque las verdades no nos están gustando y las empezamos a distorsionar como mecanismo de autoprotección.

Ese es el momento clave en el que tenemos que activar algún sistema de alarma interno que nos alerte cuando estamos diciendo algo que sabemos que no es así. Reconocerlo. Identificarlo. Registrarlo. Y si en el momento no podemos rectificarnos, anotarlo para reflexionar después. No como un castigo, sino como un camino de autoconocimiento que nos ayude a encontrar ese equilibrio entre el pensar-sentir-decir-hacer, al que ya hicimos referencia en otra columna.

Lo que tenemos que intentar es enfrentarnos a esas verdades que no nos gustan e intentar modificarlas. Porque cuando las verdades no nos gustan es cuando inventamos cuentos sobre las verdades a medias. Lo que necesitamos es enfrentarlas y tratar de cambiarlas antes de que se conviertan en nuestros propios monstruos.

Nuestra premisa siempre tiene que estar del lado de impulsarnos a las transformaciones personales que nos ayuden a acercar la distancia entre lo que pasó y lo que nos contamos acerca de lo que pasó, tratando de ser personas más conscientes de lo que hacemos y de los efectos que nuestras acciones (y palabras) tienen sobre nuestro entorno.

Cuando contamos verdades a medias no solo nos engañamos a nosotros mismos evitando enfrentar sus consecuencias y cambiar, sino que afectamos a quienes nos rodean, a nuestro círculo familiar, laboral, de amigos y compañeros. Pero, sobre todo, a nuestros hijos e hijas que están siempre ahí, atentos a nuestras miradas y palabras que les ayudan a decodificar el mundo. Durante los primeros años de vida, claro. Luego, con el paso de los años, son ellos quienes se irán convirtiendo en nuestros mejores y más exigentes maestros.

Es un camino de todos los días. De estar atentos para no repetir las caídas en nuestros surcos y para construir nuevos.

¿Sentiste alguna vez que lo que estabas contando no era exactamente lo que había pasado y algo te hizo ruido adentro, en algún lugar entre el pecho y la panza? Si es así, manos a la obra, esta es una invitación a que nos pase cada vez menos, andando por caminos más sinuosos, pero mucho más liberadores, de la mano de nuestras mejores compañías.

Eugenia Vinocur es socióloga con experiencia en planificación y gestión de políticas públicas de salud materno infantil.

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