Dos iniciativas destacables en América Latina

El complejo tablero mundial de riesgos se examina periódicamente en diferentes foros globales y regionales. Destaca entre ellos el Foro Económico Mundial de Davos, puesto que ahí se reúnen miles de líderes políticos y empresariales de todas las regiones del mundo, junto con los directivos de los principales organismos financieros multilaterales.
En la reunión de principios de este año en Davos, se ha constatado un consenso generalizado en cuanto a la existencia de una crisis global con múltiples dimensiones, con repercusiones de diversa intensidad en los distintos ámbitos y zonas del mundo, que no permite por consiguiente adoptar una única fórmula de interpretación que abarque todos los problemas y se traduzca en una única recomendación de políticas, como solía ser en el pasado. La propia globalización dejó de ser una panacea en dicho evento.
Salvedad hecha de algunas pocas opiniones, se reconoce en efecto la necesidad de que los gobiernos intervengan con financiamiento adicional y políticas efectivas para mitigar las repercusiones del cambio climático, de la crisis alimentaria, de los millones de migrantes, de la reconfiguración de las cadenas globales de suministro con miras a garantizar seguridad a todos los países, y también para apoyar la reprogramación de la deuda externa en algunos países del Sur Global.
De acuerdo con indicadores de fecha reciente, parece que se hubieran atenuado los niveles de la inflación en algunos países industrializados, aunque existen grandes diferencias en la apreciación sobre las terapias aplicadas contra la inflación y mucho mayores todavía respecto de los riesgos inminentes de una recesión que afectaría al menos a un tercio de las economías del mundo en el curso del presente año.
En el tablero de las mayores incertidumbres se inscriben las consecuencias internacionales de la guerra en Ucrania, de la reorganización del sistema de producción y abastecimientos de hidrocarburos a nivel global y de la polarización política en los Estados Unidos.
Por otra parte, con la suspensión de la política del COVIDcero en China, existen expectativas de un vigoroso retorno de ese país a los mercados de energía, alimentos y minerales, que podrían rebasar largamente la oferta de corto plazo de esos productos en el mundo, lo cual daría un nuevo impulso a la inflación internacional ya existente.
Baste mencionar todos esos aspectos, para comprender que la variedad de vectores geopolíticos, económicos, financieros y tecnológicos que actúan en simultáneo han provocado ya una profunda desorganización del orden internacional, con efectos dispares en términos de regiones, grupos de países y alianzas.
Ante los cambios geopolíticos y las transformaciones tecnológicas en curso, lo menos recomendable consiste en replegarse en una retórica vacía, esperando que la demanda de China vuelva a impulsar la agroindustria y la minería, en lugar de explorar algunas iniciativas con posibilidades de prosperar en el marco de una nueva integración y cooperación en América Latina. Tal es el caso, por ejemplo, del fortalecimiento efectivo del Tratado de Cooperación Amazónico y también de la adopción de un sistema tributario regional incluyente, sostenible y equitativo que impulsa el Gobierno de Colombia.
En ambos casos, está previsto que se lleven a cabo en este año reuniones de consulta y coordinación conducentes a poner en marcha acuerdos vinculantes entre gobiernos, actores estratégicos y organismos financieros. Se trata de dos destacados ejemplos destinados a fortalecer la capacidad negociadora de la región latinoamericana en cuestiones relevantes de la compleja agenda internacional de esta época.
No es lo mismo que se puede decir de la reciente Cumbre de la CELAC en Buenos Aires, cuyos resultados contrastan con la dimensión de los desafíos de América Latina en esta coyuntura.
Horst Grebe es economista.