El temor a la educación
El Ministerio de Educación propuso para esta gestión una modificación en la currícula escolar que a mí me parece por demás interesante. Lo más destacable, a mi entender, es la introducción de la materia de robótica y de la educación sexual desde primaria.
Empezando por lo primero; los avances en digitalización e inteligencia artificial se han trasladado muy rápidamente al mundo de las máquinas: la robótica. Desde hace varios años esta disciplina viene sorprendiendo al mundo con innovaciones que van desde micro robots que apoyan en intervenciones quirúrgicas, para hacerlas cada vez menos invasivas, hasta automóviles no tripulados, pasando por las cada vez más extendidas aspiradoras autónomas domésticas.
Cualquier proceso de agregación de valor significativo se ha basado, desde la primera revolución industrial, en la incorporación de las innovaciones tecnológicas de punta. Hoy en día, las innovaciones vienen de la mano de la informática, la inteligencia artificial y la robótica.
Lamentablemente, la introducción de la robótica está siendo cuestionada por los sectores conservadores del magisterio. A alguno se le ocurrió decir que no pueden enseñar robótica porque “no son robots”.
Las sociedades que han avanzado en los campos más adelantados de las disciplinas que hoy lideran el progreso técnico lo hicieron porque su sistema educativo está diseñado para justamente eso, acompañar y promover la innovación. Claramente, los sectores conservadores del magisterio boliviano tienen su propio diseño en mente, totalmente desconectado de las necesidades de la sociedad.
Pero, de nuevo grupos conservadores del magisterio han encontrado alianzas con grupos aún más conservadores de padres de familia y de la Iglesia católica, para atacar otra innovación de la currícula: la educación sexual.
El problema que yo veo en esta triple alianza es que va esencialmente contra los derechos de las niñas, adolescentes y, en general, de las mujeres. Las mujeres han logrado avances estratosféricos en las últimas pocas décadas, pesando cada vez más en la vida pública, en el mercado laboral y en cualquier representación social que usted vea. Ya no como segundonas, sino como protagonistas de su vida.
Para alcanzar esos logros, las mujeres han desarrollado su capacidad de decisión propia. Y ahí va el asunto: la educación sexual es clave para el desarrollo de la capacidad de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo; para decidir o cuestionar la maternidad y para decidir las condiciones que desean para las relaciones de pareja, por mencionar solo dos de los más importantes temas.
Yendo a lo básico, la educación sexual puede lograr transformaciones importantísimas que nos permitan revertir los alarmantes niveles de embarazo adolescente que tenemos hoy en día. Existen decenas de estudios que demuestran que un embarazo precoz puede destruir las opciones laborales de las jóvenes y representa un enorme lastre en sus posibilidades de ascenso socioeconómico.
Pero además de las mujeres, los chicos también se van a beneficiar enormemente de aprender temas de sexualidad en el colegio, para saber reencaminar sus relaciones afectivas fuera del ámbito de la dominación y de la codependencia.
La propuesta de enclaustrar los temas de educación sexual al interior de familias integradas por gente que tampoco ha recibido educación sexual de manera sistemática nos sume en un pozo de ignorancia y fomenta la doble moral.
Pero como dice el gran Chico Buarque, a pesar de usted, mañana será otro día. A pesar de los temores a la educación, que hoy en día ponen en riesgo los avances que plantea la nueva currícula, chicos y chicas del país aprenden por su cuenta de robótica, en la gran mayoría de los casos apoyados por docentes lúcidos y comprometidos con el cambio.
Chicos y chicas se cuestionan todos los días acerca de los parámetros morales sobre la sexualidad y las relaciones de género que nos dejaron nuestros mayores, y toman partido por el cambio. Los sectores conservadores saben que sus paradigmas van en retirada y se van a defender con uñas y dientes. Pero el futuro ya está aquí, y la sed de conocimiento es más intensa que el temor a la educación.
Pablo Rossell Arce es economista.