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Partidos muralla

SAUDADE

En una de sus propuestas de agenda más relevantes, el informe La paridad más allá de la paridad (Oxfam, 2021) planteó una exigencia con cara de ilusión: “otros partidos, democráticos, paritarios e interculturales, son necesarios y posibles”. Asumo que coincidimos en la necesidad democrática de tales partidos. Tengo dudas acerca de sus condiciones de posibilidad. El desempeño partidario en el último lustro va en sentido contrario: son partidos muralla.

El actual sistema político boliviano tiene nominalmente 11 partidos con personería jurídica vigente, esto es, habilitados para competir en elecciones. Claro que muy pocos cuentan con estructura-presencia territorial, vida orgánica, militancia. Varios existen solo como sigla (lista para negociarse/alquilarse en el siguiente proceso electoral). Y algunos francamente son marginales o residuales. No hay a la vista señales prontas de constitución de nuevos partidos.

Con ese sistema, que cabalga entre la pauta del partido predominante (MASIPSP) y la tentación del pluralismo polarizado, nos encaminamos al próximo ciclo electoral. Partidos que, salvando diferencias, siguen patinando en los tres mandatos que les dio la Ley de Organizaciones Políticas hace cinco años: adecuar sus estatutos orgánicos, actualizar sus padrones de militantes y renovar sus dirigencias. Lo hicieron tarde, mal y nunca. Así no hay “otros” partidos posibles.

El citado informe sobre la paridad demuestra que nuestros partidos están lejos todavía de ser paritarios. En su estructura, sus dirigencias, sus prácticas, son partidos androcéntricos que obstaculizan la participación política de las mujeres. Claro que hay avances, tímidos, en torno al Régimen de Despatriarcalización que deben adoptar. ¿Y la democracia intercultural? Más distante aún. En general, los partidos no han asumido/entendido el principio de demodiversidad.

Y está el gran reto, no de ahora, de la democratización interna. “Quien dice organización, dice oligarquía”, sostuvo Michels hace más de un siglo. La evidencia muestra que un grupo minoritario, alrededor de un liderazgo fuerte, controla la organización. Los partidos realmente existentes son caudillo-dependientes. En nuestro proceso de democratización, los diferentes partidos avanzaron muy poco en la adopción/ejercicio de procedimientos democráticos para elegir y decidir.

Con esos partidos (y algunas alianzas más bien aparentes, amén de precarias agrupaciones ciudadanas) llegaremos al ciclo electoral 2025-2026. Es lo que hay, se podría decir con resignación. O también cabría exigir y tejer: “otros partidos, democráticos, paritarios e interculturales, son necesarios y posibles”.

 FadoCracia sucesoria

1. En un paréntesis de su anorexia informativa, el presidente Arce razonó: “hay que saber cuándo uno cuelga los cachos, como en el fútbol”. Se refería a la dirigencia del MAS-IPSP. Apuntaba, sin nombrarlo, a Evo. 2. Los evistas saltaron veloces. Unos sutiles (“Evo va a seguir jugando y goleando”), otros más rústicos (“a los traidores, desleales y divisionistas, les decimos que aún falta el segundo tiempo”). 3. Colgar los cachos. ¿Cuándo hay que hacerlo? En el fútbol, por motivos de edad, estado físico, culminación de carrera. El retiro suele ser temprano. 4. ¿Y en la política? No parece haber límite de edad (ay, la achachicracia). El estado físico cuenta poco. El repliegue es cosa de cerrar ciclos. 5. ¿Cuándo un líder político debe habilitar su/la sucesión? Hay razones principistas, estratégicas, orgánicas e instrumentales. 6. No hablamos de abandonar la lucha. “Hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” (Brecht). Es algo más pragmático: ceder la candidatura presidencial. 7. ¿Debería Evo colgar los cachos? Sí, debería. ¿Y Lucho? También. Ambos en nombre del proceso-sujeto plurinacional popular.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.