El FMI y la economía boliviana 2023
El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó hace unos días las proyecciones de crecimiento del producto para la economía en su conjunto y para las diferentes regiones del mundo. Las perspectivas de crecimiento económico para el producto mundial realizadas en abril para 2023 se sitúan en 2,8%; en enero de este año decían 2,9%; y si comparamos con las proyecciones que se hicieron el año pasado en abril para este año, que fue de 3,6%, la caída es más pronunciada.
La explicación del bajo nivel del producto mundial se encuentra en la caída de las economías avanzadas, que tiene una proyección de 1,3%, y sobre todo de Alemania y Reino Unido con tasas de crecimiento negativas que contrastan con las economías emergentes y en desarrollo que tienen una proyección de 3,9%.
Este hecho es explicado por la alta inflación imperante y por las medidas de política monetaria para enfrentarla, y las ulteriores consecuencias negativas al sector financiero, afectando en un incremento de los costos de financiación para los bancos, lo que puede ocasionar recortes en la otorgación de créditos que, a su vez, haría que se vuelva más lenta la actividad económica, con la consecuente disminución del producto. Si este fuera el escenario, en un caso extremo, el FMI propone un escenario alternativo con perspectivas más negras aún, pues el producto mundial registraría 2,5% de crecimiento del producto para 2023.
Esto es lo que sucede en el centro.
Con escenarios de crisis recurrentes y más profundas. Las crisis como algo normal en la evolución del capitalismo. Y el FMI, en ese su convencimiento neoliberal de generalizar y de no particularizar, de pensamiento único, impedido de pensar que Bolivia tiene otra realidad, porque tenemos otro modelo económico donde se porfía la estabilidad económica e inmediatamente la reconstrucción de la economía boliviana.
Sin duda, la posibilidad de ocurrencia de estos escenarios en el centro tendrá sus efectos en la economía boliviana. De hecho, el FMI nos dice que Bolivia crecerá 1,8% en 2023 y que tendremos una leve mejoría en 2024, con 1,9%. También, días atrás, el Banco Mundial (BM) nos rebajó la previsión a 2,7%, lejos del 3,1% hecho en enero de este año.
Aquí es importante destacar la mantención de la estabilidad de precios que permite que nuestra moneda conserve su valor, ya que tiene su fundamento macroeconómico en las políticas monetaria y fiscal que apoyan e impulsan el desarrollo productivo boliviano, ahora con énfasis en la sustitución de importaciones.
En ese sentido, la política de sustitución de importaciones aplicada en nuestro país tiene entre los más importantes avances la Planta Siderúrgica del Mutún (ESM), la planta de biodiésel y la producción de etanol, y la planta industrial de carbonato de litio, que son los proyectos de gran magnitud que iniciarán su producción este año y que liderarán el proceso de la sustitución de importaciones en el conjunto de la economía.
Además, es importante destacar el proceso de bolivianización que privilegia, como sistema de pagos, las transacciones internas en nuestra moneda; el impulso que proporciona la inversión pública; la reducción sistemática del déficit fiscal; la redistribución de los excedentes, entre otros.
Finalmente, cabe indicar que el proceso económico requiere para su desenvolvimiento estabilidad política y social. Con seguridad que si tenemos un conflicto como ocurrió a finales del año pasado en Santa Cruz, la magnitud del producto no será como el planificado a inicios de este año, ya que las actividades económicas se realizan en el seno de la sociedad, son una relación social.
Efraín Huanca Quisbert es economista.