The Economist y el (neo) liberalismo
Bolivia es un país soberano, que tiene entre sus propósitos el crecimiento y el desarrollo económicos
Efraín Huanca Quisbert, economista
El mensaje es claro. Volver al neoliberalismo. Desde Europa, desde Londres, con el conocimiento a medias de la realidad de un país, vierten opiniones que chorrean a ideología claramente neoliberal, aunque ventilan liberalismo. Desconocen, o se hacen de la vista gorda, de lo que sucedió en Bolivia a mediados de los años 90 del siglo pasado y se repitió en 2020, cuando el neoliberalismo destrozó la economía, cuando las inversiones extranjeras directas privadas alcanzaron su máximo nivel a costa de vender tramposamente las empresas estatales que los mismos neoliberales urdieron para convertirlas en deficitarias y venderlas a precio de gallina muerta. Eso es lo que propone The Economist, la también transnacional de la comunicación, en un artículo publicado el18 de abril.
Su política editorial: “promover la ‘sabiduría de los mercados’ y combatir toda intervención de los poderes públicos”; sin embargo, como toda regla tiene su excepción, dirá The Economist, ya que en el mercado la competencia no funciona, en su interior, en su propia producción, puesto que los artículos no tienen firma ya que “la ausencia de firma favorece la cooperación entre periodistas”, dice; es decir, dicho de otra manera, “consagrado desde hace un siglo y medio a la promoción de la competencia universal, el semanario se basa en el principio inverso —la cooperación—, para organizar su propia producción” (Le Monde Diplomatique, 2012), o sea, la prestigiosa revista no practica lo que pregona, de la misma manera que los que profesan el libre mercado no lo hacen en la práctica, es un discurso para otros.
Con relación a nuestro país, The Economist indica que “Bolivia está al borde de una crisis económica y su modelo está en quiebra”, y que la verdadera causa es que “es un modelo económico imprudente que ha existido desde que los populistas de izquierda tomaron el poder hace casi dos décadas” y que “ahora el costo total del populismo económico se está volviendo caro”.
Toma como punto de partida, con mucho énfasis, la escasez coyuntural de dólares como si fuera el elemento central, considerándolo el termómetro de la economía; sin embargo, omite la existencia de un proceso interno de bolivianización que privilegia la moneda boliviana en las transacciones internas de la economía. Además, cabe indicar que esta escasez del billete verde es coyuntural, que no refleja, de ninguna manera, una posible insolvencia de la economía, menos un modelo económico en quiebra.
Haciendo un paralelismo de este hecho coyuntural, olvidan lo que es imperdonable como representantes de la aristocracia financiera transnacional, que ante la necesidad de una parte de la población por recuperar sus ahorros de cualquier entidad bancaria, estos no pueden ser devueltos simultáneamente en un corto periodo de tiempo, puesto que ese dinero se encuentra circulando en toda la economía, es parte integrante de la cartera del sistema financiero.
Sin embargo, el tema central es el tamaño de la torta, la magnitud y el ritmo como se desenvolverá el producto; el FMI, que es la base de la reflexión de The Economist, cree que sería de 1,8%, que es bajo, en consecuencia la cuenta corriente de la balanza de pagos será negativa y, por lo tanto, las reservas internacionales serían menores a la cuenta corriente. De acuerdo con el Programa Fiscal Financiero boliviano, el PIB crecería cerca del 4,9% en condiciones de normalidad, lo que supera ampliamente los pronósticos fondomonetaristas.
Finalmente, cabe indicar que Bolivia es un país soberano, que tiene entre sus propósitos el crecimiento y el desarrollo económicos —temas ajenos a The Economist, que privilegia el mercado y los precios—, a partir de la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo con sustitución de importaciones, donde el Estado tiene el papel de productor, regulador, coordinador y planificador del desarrollo.