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Wednesday 9 Oct 2024 | Actualizado a 12:59 PM

The Economist y el (neo) liberalismo

Bolivia es un país soberano, que tiene entre sus propósitos el crecimiento y el desarrollo económicos

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 3 de mayo de 2023 / 07:36

El mensaje es claro. Volver al neoliberalismo. Desde Europa, desde Londres, con el conocimiento a medias de la realidad de un país, vierten opiniones que chorrean a ideología claramente neoliberal, aunque ventilan liberalismo. Desconocen, o se hacen de la vista gorda, de lo que sucedió en Bolivia a mediados de los años 90 del siglo pasado y se repitió en 2020, cuando el neoliberalismo destrozó la economía, cuando las inversiones extranjeras directas privadas alcanzaron su máximo nivel a costa de vender tramposamente las empresas estatales que los mismos neoliberales urdieron para convertirlas en deficitarias y venderlas a precio de gallina muerta. Eso es lo que propone The Economist, la también transnacional de la comunicación, en un artículo publicado el18 de abril.

Su política editorial: “promover la ‘sabiduría de los mercados’ y combatir toda intervención de los poderes públicos”; sin embargo, como toda regla tiene su excepción, dirá The Economist, ya que en el mercado la competencia no funciona, en su interior, en su propia producción, puesto que los artículos no tienen firma ya que “la ausencia de firma favorece la cooperación entre periodistas”, dice; es decir, dicho de otra manera, “consagrado desde hace un siglo y medio a la promoción de la competencia universal, el semanario se basa en el principio inverso —la cooperación—, para organizar su propia producción” (Le Monde Diplomatique, 2012), o sea, la prestigiosa revista no practica lo que pregona, de la misma manera que los que profesan el libre mercado no lo hacen en la práctica, es un discurso para otros.      

Con relación a nuestro país, The Economist indica que “Bolivia está al borde de una crisis económica y su modelo está en quiebra”, y que la verdadera causa es que “es un modelo económico imprudente que ha existido desde que los populistas de izquierda tomaron el poder hace casi dos décadas” y que “ahora el costo total del populismo económico se está volviendo caro”.

Toma como punto de partida, con mucho énfasis, la escasez coyuntural de dólares como si fuera el elemento central, considerándolo el termómetro de la economía; sin embargo, omite la existencia de un proceso interno de bolivianización que privilegia la moneda boliviana en las transacciones internas de la economía. Además, cabe indicar que esta escasez del billete verde es coyuntural, que no refleja, de ninguna manera, una posible insolvencia de la economía, menos un modelo económico en quiebra.

Haciendo un paralelismo de este hecho coyuntural, olvidan lo que es imperdonable como representantes de la aristocracia financiera transnacional, que ante la necesidad de una parte de la población por recuperar sus ahorros de cualquier entidad bancaria, estos no pueden ser devueltos simultáneamente en un corto periodo de tiempo, puesto que ese dinero se encuentra circulando en toda la economía, es parte integrante de la cartera del sistema financiero. 

Sin embargo, el tema central es el tamaño de la torta, la magnitud y el ritmo como se desenvolverá el producto; el FMI, que es la base de la reflexión de The Economist, cree que sería de 1,8%, que es bajo, en consecuencia la cuenta corriente de la balanza de pagos será negativa y, por lo tanto, las reservas internacionales serían menores a la cuenta corriente. De acuerdo con el Programa Fiscal Financiero boliviano, el PIB crecería cerca del 4,9% en condiciones de normalidad, lo que supera ampliamente los pronósticos fondomonetaristas.

Finalmente, cabe indicar que Bolivia es un país soberano, que tiene entre sus propósitos el crecimiento y el desarrollo económicos —temas ajenos a The Economist, que privilegia el mercado y los precios—, a partir de la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo con sustitución de importaciones, donde el Estado tiene el papel de productor, regulador, coordinador y planificador del desarrollo.

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Fracaso del capitalismo neoliberal

A pesar de un contexto exterior desfavorable, son señales importantes de recuperación económica

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 8 de julio de 2024 / 10:18

El capitalismo considerado como cosa sin sentido, una generalización mal hecha, que no considere su evolución hasta su conformación, en la actualidad, de un capitalismo monopolista es un vacío. Hay que recordar que la abstracción —la generalización— es útil para las miradas de largo plazo, para tener una visión muy general de los procesos. No se la puede presentar así, de esa manera. La existencia de un capitalismo general es engañoso. Existen diferentes formas de capitalismo, lo mismo que los manuales de enseñanza de la macroeconomía, que van desde Robert Barro, Jeffrey Sachs hasta Joseph Stiglitz y Olivier Blanchard.

Consulte: El BM, el PIB y el tiro al blanco

También el capitalismo evolucionó, desde la época de Inglaterra de mitad del siglo XIX hasta un capitalismo, que a decir de Jhon Maynard Keynes, en el siglo XX, el capitalismo ya estaba entrampado en su autodestrucción, hasta llegar a ser considerado, en la actualidad, un capitalismo senil.

Rememorando el corto tiempo de los últimos 50 años en la historia económica de nuestro país, tenemos algunos hitos históricos, puntos de inflexión que merecen ser, por lo menos, mencionados para que esa gente desubicada, que busca afanosamente instaurar un capitalismo con una participación mayoritaria del mercado y, en algunos casos, que el mercado sea el punto inicial de un modelo económico, logre comprender que ese no es el camino correcto.

En la década de los 70 del siglo XX tuvimos la amarga experiencia de presenciar la instauración de un capitalismo centrado en el mercado, un neoliberalismo, que al final de cuentas fue un saqueo de Bolivia, que despilfarró todo el excedente económico generado en esa década, cuyo resultado fue la crisis de la producción que junto a otros factores desembocó en la hiperinflación de mediados de los 80. Años después hubo otro experimento, la instauración del neoliberalismo en el periodo de 1985 a 2005, donde los gobernantes de turno urdieron para rifar las empresas públicas dañando seriamente la sostenibilidad financiera del Estado. A finales de 2019 se dio también una asonada golpista con la pretensión de restaurar el orden neoliberal con resultados desastrosos para la sociedad y la economía boliviana. Estos ejemplos muestran la aplicación en Bolivia del capitalismo, la economía del mercado, con escasa participación del Estado en la economía, pero con un Estado fuerte para que beneficie a las empresas extranjeras y a las empresas privadas nacionales acostumbradas a vivir a costa del Estado. Como se podrá ver, las experiencias de instaurar un capitalismo en su forma neoliberal no funcionaron en Bolivia.

Con el actual modelo económico, en la presente coyuntura es pertinente indicar que tenemos la inflación controlada a pesar del contexto de crisis capitalista y de los precios altos de productos extranjeros, y el consecuente efecto de traslado a nuestro país de inflación importada de las naciones vecinas. Y es una falacia decir, de acuerdo con cierto analista, que exista una inflación galopante y que nuestro dinero se desvanece. Esta es una práctica de los economistas de oposición que desde hace más de un año pregonan la existencia de crisis en la economía, y que justamente su labor fue la de crear expectativas negativas para incidir en la actitud de la población a comprar dólares en el sistema financiero y que ahora o están en el mercado especulando, o debajo de su colchón, y así salieron del circuito de la economía. Es resultado de gente aventurera que antepone sus apetitos personales y partidarios al bienestar del conjunto de la población.

En Bolivia, el crecimiento del PIB en 2023 fue de 3,1%, que muestra que estamos creciendo; asimismo, a abril de 2024 se registró un superávit en la balanza comercial de $us 4 millones. A pesar de un contexto exterior desfavorable, son señales importantes de recuperación económica, que es alentadora ante la crisis generalizada del capitalismo senil.

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista

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El BM, el PIB y el tiro al blanco

Ante escenarios muy cambiantes, tanto a nivel mundial como nacional, es muy difícil realizar pronósticos de mediano plazo

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 3 de mayo de 2024 / 07:15

Otra vez jugando a las expectativas. Al parecer muchas entidades y economistas se dieron a la tarea de generar expectativas; unas, a bajar las tasas de crecimiento del PIB, y otros, para romper los equilibrios macroeconómicos. 

El Banco Mundial (BM), en el documento Competencia: ¿el ingrediente que falta para crecer?, en su afán de explicar la región latinoamericana en su conjunto, generaliza demasiado y mal, puesto que cuando hacemos la operación inversa, particularizar, la realidad concreta no encaja a esta generalización, como para el caso de Bolivia.

Lea: Bloomberg y su cristal empañado

El BM, cuando hace su diagnóstico “construye” elementos “generales”, pero éstos son ajenos a la realidad boliviana; por ejemplo, cuando dice que la región debe recuperar el poder adquisitivo y reducir los niveles de pobreza, Bolivia tiene grandes avances en estos aspectos. Otro tema que plantea es el déficit fiscal, pero es un problema a nivel mundial, es decir, no solo de los países emergentes, sino, principalmente, de los desarrollados; otro tema que postula, por demás importante, es el envejecimiento de la población, sin embargo, Bolivia tiene una gran población joven. Por lo tanto, por donde lo miremos, “su” diagnóstico del BM no nos representa, no refleja nuestra realidad. 

Inmediatamente, el BM realiza una enumeración de los elementos que serían problemáticos para la región. Por ejemplo, dice que los precios de las materias primas seguirán debilitándose durante 2024, reflejo de una menor demanda a nivel mundial, en un escenario donde “la economía de EEUU superó todas las expectativas y parece estar lista para alcanzar el santo grial de un ‘aterrizaje suave’, bajando la inflación sin generar una recesión, aunque Europa sigue deprimida y China, el mayor mercado para ALC (América Latina y el Caribe), mantiene un comportamiento lento e impredecible”.

Con estos elementos, realiza sus proyecciones del Producto Interno Bruto (PIB) para América Latina y el Caribe. Para Bolivia pronostica que para 2023 el PIB estaría en 2,4%, para 2024 en 1,4%, para 2025 en 1,5% y para 2026, en 1,5%. Tienen a la mano su bola de cristal. Para 2023, el BM formuló similares pronósticos en cuatro oportunidades, empero, en ninguna dio en el blanco. Con estos datos, Bolivia está debajo del promedio, que es de 1,6% para ALC; el PIB más alto es de Paraguay con 3,8%, y el más bajo de Argentina, con -2.8%. Lo más curioso, por decir menos, es que el BM se aventuró en aseverar que Argentina registraría para 2025 un crecimiento de 5% y de 4,5% para 2026.

Según estimaciones oficiales, el PIB de Bolivia crecería en 3,7%, apuntalado por una inversión pública caracterizada por el énfasis en la inversión productiva y por una demanda efectiva resultado de una distribución primaria del proceso de producción y la redistribución del ingreso, que permiten continuar con el fortalecimiento del mercado interno, lo que neutraliza, en parte, los efectos de la crisis internacional y los conflictos bélicos, y se constituye en un elemento central para una industrialización con sustitución de importaciones.

El BM argumenta que el bajo nivel de crecimiento no es solo una estadística, sino una barrera para el desarrollo; lo que omite decir es que el PIB —el indicador por excelencia de la producción— tiene como reverso la generación de ingreso y, más aún, la distribución de este ingreso entre los participantes del proceso de producción, tal como lo definió el economista inglés David Ricardo.

Ante escenarios muy cambiantes, tanto a nivel mundial como nacional, es muy difícil realizar pronósticos de mediano plazo. Además, cabe indicar que el BM nunca acierta con sus pronósticos, con una metodología encajada en una caja de Pandora que, más bien, parecería ser resultado de una sofisticada culinaria. Entonces, cabe preguntarse, ¿cuál es la intencionalidad, a pesar de esto, de realizar pronósticos?

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista

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Bloomberg y su cristal empañado

Los inversores privados internacionales tomaron conocimiento de la realidad del país

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 9 de abril de 2024 / 07:00

Hace unos días, en Wall Street, centro del capitalismo mundial, Bolivia hizo noticia y causó desconcierto en el mercado de capitales. Sus bonos tuvieron un rendimiento del 19% en 2024, lo que la posiciona en una de las mejores apuestas en deuda soberana de los mercados emergentes, según los índices de Bloomberg, la compañía internacional de asesoría financiera con sede en Nueva York. De acuerdo con Bloomberg, “los $us 1.000 millones en bonos con vencimiento en 2028 han aumentado 12 centavos a 59 centavos por dólar este año, mientras en instrumentos al 2030 subieron 5 centavos por dólar”.

Se indicó que Bolivia tiene problemas fiscales y con el sector externo muy serios, y que arrastra un déficit fiscal de 7,5% del PIB del año pasado, que se espera se amplíe alrededor del 7,8% en 2024; por lo tanto, las perspectivas no son nada halagüeñas.

Lea también: Crecimiento, a pesar de todo(s)

Ante el desconcierto de los estudiosos financistas del norte, cabe señalar que el modelo económico en Bolivia tiene la virtud de haber disminuido los niveles de pobreza en base a una participación del Estado en la economía, una redistribución del ingreso generado en el proceso de producción, contar con una inflación baja, entre otros; obviamente esto tiene un costo, que no es trasladado a la población, sino que es asumido por el Estado. 

Otro aspecto importante considerado por la mencionada entidad es la cantidad de dólares en la economía. El BCB está vendiendo bonos y hasta el 20 de marzo captó $us 25 millones, de los $us 10.000 millones que se encuentran en los hogares, por lo que podemos colegir que hay un proceso especulativo originado por economistas de derecha y la oposición política con la creación de expectativas negativas, que orquestaron conjuntamente con medios de comunicación, con el argumento de que la crisis se encuentra a la vuelta de la esquina; sin embargo, ya pasó un año y tal crisis no existe y, a pesar de esto, continúan pregonando su existencia. Ellos son los causantes de la situación actual.

Un tema central recurrente en Bloomberg es el déficit fiscal, pero lo trata de una manera general y laxa. Si hacemos un análisis de los dos últimos años, veremos que prácticamente el déficit en cuenta corriente no existe y si observamos la cuenta capital, ahí sí hay déficit fiscal, porque los recursos están en grandes proyectos que hacen parte de la inversión pública, que a partir de este año empezarán a dar frutos y comenzarán a generar las necesitadas divisas; en síntesis, es un déficit con una cualidad transitoria, que en el corto plazo puede ser revertido.

La inflación controlada es otro elemento central que explica el repunte del rendimiento de los bonos soberanos. Sabemos que la inflación es redistribuidora de ingresos a favor de los más ricos. El objetivo del modelo boliviano es redistribuir los resultados del proceso de producción para el bienestar de la población. 

Otro hecho por demás importante es el acuerdo de 10 puntos entre el Gobierno y los empresarios, que, en términos generales, buscan la generación del ingreso de divisas con la liberación total de exportaciones, principalmente de productos que tenían restricciones porque la norma ordena priorizar el abastecimiento interno. Las divisas provendrán del sector agropecuario y la minería. Otro elemento importante es el gasto en la importación de combustible, que se pretende reducir con incentivos como la promoción de la inversión privada en plantas biodiésel, el fomento de las inversiones para mejorar el rendimiento agrícola y una “subasta” de diésel con grandes compradores.  

Por lo anotado, los inversores privados internacionales tomaron conocimiento de la realidad del país y las perspectivas alentadoras que se tienen a pesar del contexto mundial de incertidumbre y con comportamientos erráticos de países vecinos.

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista

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Crecimiento, a pesar de todo(s)

Ante esta situación, nacional e internacional, es una necesidad que la economía dirija su mirada al mercado interno

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 23 de enero de 2024 / 07:30

Sin duda, 2024 será de gran incertidumbre para la economía global, a pesar de los intentos para superarla en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), bajo el lema “Reconstruir la confianza”. Las sucesivas crisis, tanto sanitarias como bélicas, calaron hondo en la estructura de la economía mundial, constituyendo un escenario donde lo más sobresaliente son las pugnas geopolíticas, resultado de las reconfiguraciones del capital a escala mundial, que van fragmentando aún más el planeta hacia la conformación de bloques, en detrimento del funcionamiento de las cadenas de valor y, por ende, del flujo del comercio internacional.

También nuestros vecinos, como Argentina sumido en crisis con un Milei entusiasmado en la aplicación del neoliberalismo, Brasil con perspectivas de crecimiento, Perú con su crecimiento ralentizado y Chile con estabilidad y apostando a la minería.

Lea también: Inversión pública productiva para 2024

Bolivia siente este impacto en el desempeño de su economía. El “boicot económico” gestado desde la Asamblea por parte del bloque evista y la oposición, cuyo objetivo es dejar sin recursos al Gobierno para que no se puedan ejecutar obras, sumado al bloqueo de las carreteras por parte de la facción evista, pueden extender factura en el futuro inmediato. Ambas acciones tienen en perspectiva el accionar precoz del lanzamiento de la candidatura del expresidente Morales hacia las elecciones de 2025.

La intensidad de los bloqueos es tal que en los primeros 15 días de 2024 se dieron siete jornadas de bloqueos en Cochabamba, que ocasionaron una pérdida económica de entre $us 600 millones y 700 millones por día. Es una forma perversa de desestabilizar la economía del país con el propósito de generar malestar social y su ulterior transición a un escenario político.

Ante esta situación, nacional e internacional, es una necesidad que la economía dirija su mirada al mercado interno para que se constituya en un destino obligatorio de la producción nacional, que dentro del esquema de la industrialización con sustitución de importaciones la producción sienta su impulso y permita su diversificación.

Para 2024, uno de los elementos fundamentales que explica la dinámica de las proyecciones de crecimiento del PIB en Bolivia es la inversión pública, que está en $us 4.274 millones y tiene la cualidad de enfocarse más en el sector de la producción —ya no en la construcción de carreteras como hasta antes de 2021—, lo que tendrá su impacto en el conjunto de la economía a través de los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante, y profundizará el proceso de industrialización.

La inversión pública tiene entre los principales proyectos en su fase de implementación la planta del Mutún, las plantas de biodiésel FAME I y FAME II en Santa Cruz y El Alto, la planta de refinación de zinc, las plantas de alimentos (papa, yuca, carne y otros), que aportarán al menos $us 600 millones e irán a reconstituir las arcas de las RIN; y en la fase de inversión tenemos la química básica, la industria farmacéutica, la planta de diésel renovable (HVO) y la planta de Extracción Directa de Litio (EDL). Además se tienen $us 2.000 millones autorizados por la Ley del Presupuesto General del Estado 2024 y la aprobación de otros $us 700 millones en caso de presentarse condiciones adversas del clima.

Finalmente, para la ejecución de la inversión pública se tiene dentro del Acuerdo Fiscal Financiero firmado entre el Ministerio de Economía y el Banco Central de Bolivia, el financiamiento interno vía operaciones a través de la colocación de títulos de subasta en el mercado interno, entre otros, que son formas de financiamiento alternativas ante el bloqueo evista y de la oposición en la Asamblea. También es importante desentrañar y combatir la especulación de dólares que permitirán dotar de recursos a la economía.    

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista

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Inversión pública productiva para 2024

Efraín Huanca Quisbert, economista

/ 22 de diciembre de 2023 / 07:35

El Presupuesto General del Estado (PGE) 2024 tiene, entre sus muchas cualidades, la de “asegurar la estabilidad macroeconómica y la sostenibilidad de las finanzas públicas” y, además, en base a esto “profundizar el desarrollo del proceso de industrialización con sustitución de importaciones que fortalezcan la soberanía productiva”, lo que permita “fortalecer el aparato productivo e industrial, impulsando la productividad y mayor rendimiento”. Este es el espíritu, el ajayu del PGE 2024.

Para este propósito es fundamental la inversión pública tanto en su magnitud como en su composición. La inversión pública es parte de la demanda interna, que tiene entre sus objetivos generar incentivos para el crecimiento del producto en el corto plazo a través de las compras de insumos para la inversión y generar su efecto multiplicador al conjunto de la economía interna, que para 2024 se proyecta que estaría alrededor de 3,71% de crecimiento del PIB, a pesar del contexto externo adverso.

Lea también: Inestabilidad política y económica

La inversión pública, desde 2006 hasta 2019, estuvo inclinada hacia el sector de infraestructura y dentro de ello, en la construcción de carreteras, caminos, etc., es decir, en la construcción de infraestructura carretera, lo que obviamente no es malo, sino que no hubo una utilización óptima del excedente económico registrado en ese periodo, con la consecuencia de que no permitió dotar a Bolivia de capacidad productiva que permita industrializar el país y así afrontar de mejor manera la crisis internacional actual, y constituirse en una nación con diversificación productiva. Y esto no es nuevo, de la misma manera en la época del dictador Hugo Banzer, también se tuvo una gran magnitud del excedente económico que, luego de ser trasladado a Santa Cruz, fue despilfarrado.

Es pertinente indicar que la construcción de infraestructura —en este caso carretera— en el proceso transformador —el proceso de trabajo— de las materias primas en bienes, tiene una participación indirecta; a su vez, la inversión pública destinada al sector productivo tiene un incidencia directa en el proceso de trabajo y la función de reducir el tiempo de trabajo en la producción de bienes. Por lo que la diferencia entre ambos es esencial.

En ese sentido, la inversión pública para 2024 es de $us 4.274 millones y tiene énfasis en el sector productivo con $us 2.378 millones, lo que representa el 56%; en el sector de infraestructura con $us 690 millones (16%); el sector social con $us 962 millones (22%), y multisectorial con $us 248 millones (6%).

Desde 2022, la inversión pública en el sector productivo es lo fundamental, pues en 2022 fue de $us 5.016 millones —el sector productivo fue de 42%—, en 2023 fue de $us 4.006 millones –el sector productivo fue de 34%— y en 2024 será de $us 4.275 millones, donde el sector productivo alcanza el 56%.

Entonces, por donde se mire, a partir de 2022 se está dando un giro por demás importante y estratégico en la orientación de la inversión pública, que tiene el objetivo de apuntalar la industrialización con sustitución de importaciones y que, en el corto plazo, tendrá la función de dotar la orientación al conjunto de la economía nacional hacia este anhelo innegociable del país.

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista

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